BRICS en declive, ¿por qué los emergentes ya no son lo que eran?
La caída de los precios del petróleo, la controvertida actuación de Rusia en la crisis de Ucrania, los escándalos de corrupción en Brasil y el menor crecimiento de China son algunos de los elementos que han minado las expectativas sobre los países que hasta hace poco eran vistos como las potencias del futuro
En 2008, en medio de la crisis financiera mundial, muchos miraron hacia los países emergentes como una tabla de salvación, pero hoy los inversionistas comienzan a volver la mirada nuevamente hacia las grandes economías ante las muestras de desaceleración de las economías “salvavidas”.
Jim O’Neill, un economista de Goldman Sachs, creó en el año 2001 el acrónimo BRIC para referirse a los principales mercados emergentes representados por Brasil, Rusia, India y China, pero fue en 2008 cuando se consideró el momento ideal para darle forma al grupo, el cual se amplió en 2010 con la incorporación de Sudáfrica, para pasar a llamarse BRICS.
Desde ese momento se pensó que las economías a las que había que mirar fijamente eran esas cinco, pues en su conjunto representan el 43% de la población mundial (2.970 millones de personas), acumulan el 25% de la riqueza mundial y han generado el 56% del crecimiento económico registrado en los últimos años.
El crecimiento de la economía de los BRICS era no sólo sostenido sino que llegó a superar entre 2005 y 2010 una tasa de crecimiento de 7% y 10% en algunos casos, y se planteaba que su potencial seguiría aumentando.
El gran atractivo para los inversionistas está basado en el gran mercado de consumo que constituyen y su potencialidad como productores de materias primas, pero esta última puede ser también su debilidad.
Desde 2009 estos países han celebrado seis cumbres (2009 en Rusia; 2010 en Brasil; 2011 en China; 2012 en India; 2013 en Sudáfrica y 2014 en Brasil).
Entre las propuestas acordadas en estas reuniones se incluyen temas relacionados con la seguridad, la geopolítica internacional o el clima, además de aspectos económicos como consolidar el comercio intrarregional, elevar la cooperación multilateral en áreas como la seguridad alimentaria o la energía nuclear, así como impulsar la producción de materias primas y productos terminados. También han planteado aumentar la representación de las economías emergentes en el seno de las instituciones financieras internacionales.
En la cumbre de 2013 anunciaron la creación de un banco de desarrollo como una alternativa al Banco Mundial o al Fondo Monetario Internacional y un año después se decidió que la institución tendría un capital inicial a partes iguales de 50.000 millones de dólares, de los cuales 10.000 millones de dólares serían en efectivo y estarían destinados a financiar obras de infraestructura. Además se acordó dotar con 100.000 millones de dólares un fondo de reserva llamado Acuerdo de Reservas de Contingencia (ARC) cuya finalidad sería evitar presiones de liquidez en el corto plazo, promover la cooperación entre los BRICS, fortalecer la red de seguridad financiera global y complementar los arreglos internacionales existentes.
Incluso entre los planteamientos hechos por Rusia destaca la creación de una moneda única que pueda competir con las principales divisas.
Este año será Rusia el país que asuma el liderazgo del grupo y Vladimir Putin parece decidido a fortalecerlo, pero muchos expertos consideran que no es un momento fácil para lograrlo.
Impulso que se desacelera
La caída en los precios del petróleo, la actuación de Rusia en la crisis de Ucrania, los problemas de corrupción en Brasil, el menor crecimiento de China, son reflejo de que los BRICS no pasan por su mejor momento.
Rusia atraviesa la situación más difícil. En diciembre del año pasado el viceministro ruso de Economía, Alexéi Védev, reconoció que el Producto Interno Bruto (PIB) este año retrocedería 0,8%, aunque originalmente se había previsto un crecimiento de 1,2%.
Los precios del crudo, que llevan ya 18 semanas cerrando a la baja, y las sanciones internacionales, han obligado a recalcular el presupuesto del país y la mayoría de sus indicadores económicos. Las autoridades han reconocido que tendrán una inflación mayor a la proyectada y sufrirán una depreciación del rublo, la divisa rusa, que ha caído ante el dólar 16% desde principios de año, luego de un retroceso de 41% en 2014.
Incluso se prevé que la economía entre en recesión técnica en el primer trimestre de este año.
En su informe más reciente, el Banco Mundial es más drástico en sus pronósticos y proyecta una contracción de la economía de 2,9% en 2015 y una leve recuperación de 0,1% para 2016.
El Fondo Monetario Internacional también proyecta un desempeño negativo para Rusia durante éste y el próximo años (-3% y -1%, respectivamente), el peor resultado para las economías emergentes.
El Gobierno ruso apuesta a que este año los precios del petróleo logren recuperarse hasta ubicarse nuevamente en 80 dólares por barril, sin embargo, el comportamiento de los últimos días ha llevado a bancos como Goldman Sachs a proyectar que en el primer trimestre los precios bajen hasta los 30 dólares por barril, antes de que comiencen a repuntar.
El Banco Central de Rusia sabe que la realidad será dura y también ha proyectado una caída del 4,5% del PIB si los precios de los hidrocarburos se ubican este año en torno a 60 dólares.
La alta dependencia de la economía rusa del petróleo y gas (50% de sus exportaciones corresponden a hidrocarburos) ha dejado de ser el mejor propulsor de la vida de los rusos para convertirse en su mayor lastre.
El momento de los ajustes llegó para Brasil
Durante los dos gobiernos de Luiz Inácio Lula Da Silva, entre 2003 y 2010, la economía brasileña creció una media de 4% anual, impulsada por un aumento de las exportaciones, -sobre todo de materias primas-, una mejora en el nivel de gasto de las familias, una reducción del desempleo y una redistribución de la riqueza.
Sin embargo, hoy el gigante latinoamericano muestra signos de agotamiento debido al estancamiento de los precios de las materias primas de exportación, una merma en el consumo interno y la caída de las inversiones. Hay quienes piensan que incluso podría caer en recesión.
Nadie duda que Brasil seguirá siendo un sostén importante para toda la economía latinoamericana pero el impulso que le dará no será el mismo en los próximos años.
Hace un par de semanas, el gobierno de Dilma Rousseff anunció un recorte de gastos de funcionamiento en el sector público con el que pretende ahorrar 703 millones de dólares mensuales, y reforzar su política de austeridad frente a la desaceleración de la economía.
El Gobierno ahorraría al año unos 8.400 millones de dólares, y con esto da señales a los inversionistas de que habrá una política fiscal de contención y no de expansión, porque tiene un año difícil.
Durante el primer mandato de Rousseff (2010-2014), la séptima economía del mundo se desaceleró. De una expansión del PIB de 7,5% en 2010, pasó a una proyección muy cercana a cero en 2014. Para este año, el Banco Mundial estima que crecerá 1%, mientras que mejorará su desempeño en 2016 (2,5%) y 2017 (2,7%), datos alentadores pero muy alejados de la realidad de hace cinco años.
El FMI no es tan optimista y se plantea apenas un crecimiento de 0,3% este año y 1,5% en 2016.
Según un informe de Morgan Stanley, el desempeño de Brasil en 2015 puede determinar el destino de los mercados emergentes en su conjunto. Según este banco de inversión, si el país consigue atravesar la mayor parte del ajuste fiscal prometido por el Gobierno antes de que las presiones externas aumenten significativamente, las economías emergentes tendrán más capacidad de recuperación.
Pero Brasil empieza a aplicar un ajuste fiscal en medio de un ambiente social revuelto que mostró su peor cara el pasado año, cuando las protestas se multiplicaron por todo el país en contra del aumento de los precios, la corrupción y la inseguridad. Especialistas explican que se requiere aumentar la confianza de los consumidores para reactivar el consumo, pero no les preocupa un ritmo de expansión más moderado en los próximos años porque dicen “es lo normal” y significará un crecimiento más estable.
La decepción de crecer 7% al año
Decir que una economía crecerá “solo” 7,1% resulta casi irónico. Cuántos países no darían cualquier cosa por mostrar esa tendencia, sin embargo, de China se espera más, quizás porque el mundo se acostumbró a ver cómo su economía se expandía desde 2003 a tasas que superaban el 10% anual. En 2007 llegó a crecer 14,2%.
Sin embargo, el ritmo del gigante asiático se desaceleró y eso preocupa a sus socios por todo el planeta.
En el tercer trimestre del año pasado el Producto Interno Bruto aumentó 7,3%, el menor aumento registrado desde el primer trimestre de 2009. Las señales eran claras y los especialistas comenzaron a alertar que las economías emergentes debían prepararse para un menor crecimiento en los próximos años.
Por el momento, la política monetaria expansiva parece dar su fruto en el corto plazo. El problema radica en que estas medidas simplemente son útiles para evitar un “aterrizaje forzoso” de su economía. La banca Bankinter en el informe de Estrategia Perspectivas 2015/16 explica que uno de los sectores en el que se ha basado el rápido crecimiento chino ha sido el industrial, pero su ritmo está bajando. La producción industrial avanzó 7,2% en noviembre, cifra que contrasta con niveles de 10% del mismo mes del año anterior o incluso de 13% alcanzados en 2011.
La demanda interna se desacelera. En noviembre del año pasado las importaciones registraron una caída de 6,7%. Esto tendrá consecuencias para las economías que han convertido a China en el gran mercado de destino de sus productos, como por ejemplo Brasil, un gran proveedor de materias primas para el país asiático.
Estos indicadores han sido explicados por las autoridades chinas como señales de que la economía ha entrado en una etapa de “nueva normalidad”. Durante el Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC) celebrado en Pekín en noviembre, el presidente chino Xi Jinping dijo que “una nueva normalidad de la economía de China ha emergido”. Refirió que el país ha pasado de una etapa de alto crecimiento a una de crecimiento medio-alto, que la estructura económica se mejorará y que la economía se guiará cada vez más por la innovación.
Según proyecciones del Banco Mundial registrará una desaceleración al pasar de un crecimiento de 7,4% en 2014 a 7,1% en 2015, 7% en 2016 y 6,9% en 2017. El FMI es menos optimista y proyecta un crecimiento de 6,8% este año y de 6,3% en 2016.
La India genera esperanza
Aunque su exposición en los medios sea mucho menor, la India es el país que proyecta las mejores señales entre las economías emergentes y genera expectativas positivas para estos próximos años.
La mayoría absoluta con la que ganó el nuevo primer ministro Narendra Modi en mayo pasado dio confianza a los inversores, sobre todo porque prometió que trabajará en la recuperación de la inversión y en disminuir la burocracia.
El FMI proyecta que la economía india tendrá dos años de crecimiento por encima de 5%, mientras el Banco Mundial prevé una tasa de 6,4% y 7% gracias -entre otros aspectos- a la caída de los precios del petróleo (lo que aligerará sus cuentas), la estabilidad política y una política monetaria expansiva que ayudará a mantener controlada la inflación y dará estabilidad a su moneda, la rupia.
Sin embargo, tiene grandes retos pendientes pues debe mejorar su infraestructura, elevar la calidad de la educación, reducir la brecha entre pobres y ricos y controlar el gasto público.
Sudáfrica, por su parte, aunque no es de las economías que más se expande en el grupo de los países emergentes, goza de previsiones de crecimiento de 2,2% para este año luego de haber registrado una ralentización en 2014. Para 2016, su crecimiento puede llegar a 2,5%.
Por delante tiene importantes obstáculos por superar como mejorar su infraestructura, reducir su déficit fiscal y, sobre todo, disminuir la tasa de desempleo.
La directora del Fondo Monetario Internacional, Christine Lagarde, ha asegurado recientemente que el crecimiento mundial en 2015 será frágil y estará sustentado otra vez en las grandes economías, principalmente la de Estados Unidos. Lagarde ha explicado que las economías emergentes “podrían enfrentar este año un triple golpe por la combinación de un dólar más fuerte, tipos de interés globales más elevados y una mayor volatilidad de los flujos de capital”.
El propio creador del término BRICS, Jim O’Neill, exjefe economista de Goldman Sachs, es muy poco optimista sobre el futuro de estas economías. Considera que para el final de esta década Brasil y Rusia dejarán de formar parte de los BRICS si no logran revivir sus economías y proyecta que el grupo debería reducirse solo a India y China. Esta idea ya viene tomando cuerpo en el concepto de Chindia, un término acuñado hace casi una década por el político indio Jairam Ramesh, quien lo formuló como la visión de una gran alianza entre los dos gigantes asiáticos.
Raquel Barreiro