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Medio Ambiente

Óscar S. Aranda, biólogo mexicano amenazado por los narcos, nos descubre los secretos de la naturaleza

El autor de ‘El lenguaje secreto de la naturaleza’ es un biólogo defensor de las tortugas marinas que se exilió a España para huir de las amenazas de los narcos y la desprotección de las autoridades mexicanas.

Óscar S. Aranda, biólogo mexicano amenazado por los narcos, nos descubre los secretos de la naturaleza

Nominado como Defensor del Planeta por la cadena CNN en reconocimiento a su labor de protección de las tortugas marinas en Puerto Vallarta, y exiliado en Alicante por este mismo motivo, Aranda debuta como escritor con El lenguaje secreto de la naturaleza, un personal recorrido por sus experiencias con todo tipo de animales y plantas, así como por sus extraordinarias características y habilidades.

 

En pleno siglo XXI el biólogo Óscar S. Aranda (1974, León, Guanajuato, México) ha tenido que exiliarse por aliarse con la naturaleza. Su labor protegiendo a las tortugas marinas en Puerto Vallarta le valió la nominación a Defensor del Planeta por la cadena CNN, pero las fuerzas del orden mexicanas le dieron la espalda. Cierto es que llevaba tiempo amenazado por los narcos, pero su seguridad comenzó a correr peligro cuando denunció la corrupción de las mismas autoridades que hasta entonces le habían ayudado.

“El tema de la policía fue doblemente decepcionante, y acojonante, porque yo los formé”, cuenta sobre su lucha contra el comercio ilegal de huevos de tortuga, codiciados por sus supuestas propiedades afrodisiacas, y su carne, un símbolo de poder o estatus al encontrarse estos animales amenazados en peligro de extinción. “El grupo, digamos de élite, con el que había trabajado durante años y que tenía una conciencia ambiental desapareció y entraron a sustituirles policías nuevos. Yo les di una formación y empezaron a utilizar esos conocimientos en su beneficio: localizar los nidos, recoger los huevos, transportarlos y comercializarlos”, explica Aranda. “Me cabreé tanto que en una entrevista con un periodista lo solté, porque también implicaba cierta organización desde dentro y eso afectaba a mucha gente. Y recibí dos llamadas que me dijeron que dejara de patrullar porque iban a por mí”, confiesa.

Óscar S. Aranda, biólogo mexicano amenazado por los narcos y exiliado en España, publica su primer libro
Imagen vía Plaza & Janés.

 

“Yo estaba acostumbrado a las amenazas y no las asumía como reales. Pero cuando llegas a ese nivel te das cuenta de que va en serio. Yo no quería morir y tuve que tomar la decisión de terminar la temporada y el proyecto como pude e irme” a Alicante, de donde es natural su pareja. “Yo antes tenía el apoyo del ejército y saber que tienes soldados y gente armada detrás protegiéndote era muy tranquilizador. Pero cuando me dijeron que estaba solo y que tuviera cuidado… fue muy duro”, reconoce el biólogo, que acaba de publicar su primer libro: El lenguaje secreto de la naturaleza (Plaza & Janés).

“Tengo un blog y siempre había tenido ese deseo de hacer una compilación” de todos esos fascinantes relatos sobre plantas y animales casi fantásticos con los que había compartido vivencias. “Comienzo con un mensaje autobiográfico”, esto es, cómo nació su pasión por la naturaleza, sus aventuras desde pequeño entre serpientes marinas, iguanas o gatos, y su trabajo con las tortugas marinas, “y le sumo ese puntito de diversión y ligereza, que, aunque no sea científico, transmite un mensaje muy concreto”: la necesidad de conservar y proteger el medio natural. “Si lo he vivido y lo puedo contar, qué mejor que contar mis experiencias para darle esa voz a los seres que no lo pueden contar y que se merecen ser vistos y escuchados”, añade.

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Imágenes del cuadernillo de Óscar: en la primera foto con la iguana de su hermano, Hugo. En la segunda foto, junto a la camioneta amarilla con la que recorrieron todo México. | Fotos vía Plaza y Janés.

Entre el diario y la divulgación, Aranda logra, de este modo, ilustrar por medio de anécdotas personales las increíbles habilidades y desconocidas características de seres vivos como las acacias y las hormigas, que en una perfecta simbiosis se protegen mutuamente; o el inmenso amor que pueden profesar por nosotros seres tan temibles como los cocodrilos. “De niño yo era muy inocente y en mi afán de descubrir me metía en sitios que no debía. Haciendo una foto a una libélula en un río una vez me encontré con cocodrilo. Pero años después, patrullando con las tortugas, otro cocodrilo me perdonó la vida”, recuerda. “Yo estaba contando a un grupo que los cocodrilos vienen corriendo en cuanto escuchan un chapoteo para intentar comer porque no saben tendrán otra oportunidad y quise demostrárselo tocando el agua con un palo. Me giré y en dos segundos el cocodrilo estaba a mi lado y todos los turistas encantados tomando fotos”, ríe. “No puedes correr porque es más rápido que tú, así que fui alejándome súper lento mientras me miraba. A los pocos meses el mismo cocodrilo le arrancó una pierna a una persona, así que quiero pensar que no es que no tuviera hambre, sino que fue generoso”, afirma divertido.

Los peligros de luchar por el planeta

Según los datos recopilados por la organización Front Line Defenders 321 personas defensoras de derechos humanos fueron asesinadas en 2018. El 77 % de las víctimas, es decir, 274 personas, fueron activistas ambientales. Antes, y como ocurrió a Aranda, llegan las amenazas, el acoso o las campañas de difamación para menoscabar su trabajo. “Hay muchos héroes anónimos que se dejan la piel, muchas personas implicadas en la lucha contra un sistema corrupto, intereses muy poderosos y me quito el sombrero por ellos. A veces falta difusión de su trabajo, pero se tiene miedo de que al hacerlo público se pueda volver en tu contra”, confiesa el biólogo. “Se tiene que encontrar ese equilibrio en el que tú, como conservacionista, puedas dar a conocer y difundir una problemática de manera que se pueda atajar el problema. No se puede uno encasillar en una lucha ciega. Y también depende del país: en México todo el mundo está armado y no sabes con quién estás hablando. En España tienes más libertades y es lo que la gente tiene que aprovechar”, añade.

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Imágenes del cuadernillo de Óscar: Militar custodiando una tortuga en Puerto Vallarta. | Fotos vía Plaza y Janés.

En lo que respecta a las tortugas marinas de Puerto Vallarta, Aranda logró dejar su huella a pesar de su obligada huida. “El municipio asumió más responsabilidades, empezaron a hacer más patrullajes y la gente con la que yo trabajaba asumió mi parte. El proyecto no continúa como tal, pero la esencia, que es la protección de las tortugas por la noche y la recolección de los nidos, se sigue llevando a cabo. Los lineamientos de seguridad siguen y los hoteles también participan”, explica mientras reconoce que, actualmente, trabaja en jardinería y mantenimiento de piscinas. “Fue duro para mí, sobre todo al inicio, sentir que no estás desarrollándote en tu profesión, pero ha sido una oportunidad, estoy al aire libre y lo disfruto. Echo mucho de menos trabajar en conservación de la vida silvestre, pero es lo que hay ahora mismo”, asume resignado.

Su nueva misión: que volvamos a conectar con la naturaleza

Ahora su objetivo es lograr que los lectores empaticen con todos los animales y plantas de sus historias, de manera que volvamos a conectar con el planeta para, así, intentar salvarlo de la destrucción que nosotros estamos causando. “Siempre ha habido una vinculación muy profunda con la naturaleza, pero la hemos ido olvidando. A partir del siglo XVIII, con la Revolución Industrial y ese cambio mental de hacerlo todo más rápido, vivir en las ciudades, aprovechar lo más que se pueda, nos vamos desconectando. Y llegamos a la época actual en la que la tecnología y nuestras costumbres tan cómodas de no necesitar nada sin salir de casa han provocado una desconexión total”, cuenta. “Hay muy poca generosidad y mucho egoísmo y creo que estamos llegando a un punto de inflexión. Estamos perdiendo el rumbo y todo sería más fácil si hubiera un poquito de buena fe y voluntad”, de ahí que él insista en dar un mensaje positivo.

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Imágenes del cuadernillo de Óscar: Óscar marcando, midiendo y desparasitando a una tortuga golfina. | Fotos vía Plaza y Janés.

“Yo quiero pensar que todavía no hemos llegado al punto de no retorno y que estamos a tiempo de cambiar. Hay muchos sacrificios que hacer, habrá muchas pérdidas tanto de especies como de hábitats y es inevitable, porque esto es como la aceleración de la evolución a cámara súper rápida, pero creo que podemos revertir o detener lo que se está haciendo mal. La concienciación medioambiental en la gente es lo más importante”, asegura mientras subraya, optimista, que nunca ha habido tanta sensibilidad con estas cuestiones como hoy. “Nosotros, los humanos de a pie, hemos demostrado que realmente queremos una opción más viable, más verde, más responsable o sostenible. Por eso las grandes corporaciones están asumiendo que deben ofrecer una alternativa. Yo creo que vamos bien. Y siempre hay que presionar”, remata.

Por eso Aranda prefiere huir de mensajes catastrofistas, que pueden llegar incluso a desanimar a la población, para redescubrir las maravillas de la naturaleza a través de sus historias. Por ejemplo, “Alguna vez me perdí en el mar, como con el pulpo del que hablo en El lenguaje secreto de la naturaleza. Pero otra vez, y esto no lo cuento en el libro, haciendo un estudio me cogieron unas corrientes y estaba que me moría en el mar: todo era arena y no podía salir por la compresión y el nitrógeno. Como cosa del destino un grupo de peces me rodearon y empezaron a dar vueltas a mi alrededor. De pronto se abrió un hoyo en medio y me mostró una roca, que era justo por donde tenía que salir”, explica.

En resumen, “Si nosotros conectamos de nuevo con la naturaleza vamos a descubrir el lado más empático, simpático y espiritual que nos transmite. Y va a ser mucho más fácil avanzar y cambiar nuestra forma de pensar y de actuar si nos sentimos más vinculados. El secreto es volver a conectar”, concluye Aranda.

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