El Ártico, un termómetro del cambio climático
La responsable de tal calentamiento desproporcionado tiene nombre: amplificación polar.
El Ártico y los cambios que en él se están produciendo son una alarma sobre el cambio climático. Hay múltiples y variadas evidencias –detalladas por el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC)– que sugieren que las actividades humanas están afectando profundamente al sistema climático.
Entre esas pruebas se encuentran el aumento global de las temperaturas, la subida del nivel del mar o el incremento en la intensidad y frecuencia de fenómenos meteorológicos extremos. Pero si buscamos un verdadero termómetro para el cambio climático, este podría ser el Ártico: se está calentando a un ritmo el doble de rápido que el planeta a escala global.
La responsable de tal calentamiento desproporcionado tiene nombre: amplificación polar. El transporte de calor desde latitudes bajas y cálidas hacia latitudes altas y frías –junto con otras retroalimentaciones del sistema–, hace que las temperaturas en los trópicos sean más frías y en los polos más cálidas de lo que se esperaría sin estos patrones climáticos de circulación.
Las consecuencias del aumento de las temperaturas en el Ártico son evidentes. En los últimos 30 años se ha perdido la mitad de hielo marino y acelerado la pérdida del casquete glaciar de Groenlandia. También son preocupantes las proyecciones climáticas que alertan de posibles veranos sin hielo marino en el océano Ártico para mediados de siglo y de la pérdida de casi la mitad de la masa total de hielo de Groenlandia para 2100.
Pérdida de masas de hielo polares y clima global
Las emisiones de gases de efecto invernadero generadas por la actividad humana son la principal causa del calentamiento global, aunque también existen retroalimentaciones en el sistema que lo potencian. Por ejemplo, el deshielo del Ártico.
No hace mucho, el Ártico solía estar cubierto por una sólida y gruesa capa de hielo marino que persistía todo el verano, reflejando de vuelta al espacio parte de la luz solar (efecto albedo). La pérdida de masas de hielo y nieve resta eficiencia al albedo del Ártico, absorbiendo mayor radiación solar por las superficies más oscuras del océano y suelo continental.
El cambio en el albedo polar resulta ser una retroalimentación positiva muy importante del cambio climático, ya que potencia el calentamiento mediante la amplificación polar.
Esta y otras retroalimentaciones en el sistema climático son áreas objeto de una intensa investigación. Hay muchas cuestiones que comienzan a explorarse: ¿existen regiones no polares que sufren impactos asociados a los cambios que se están produciendo en el Ártico? ¿Cómo pueden evolucionar estos impactos en un clima abocado al cambio?
Lo que pasa en el Ártico no se queda en el Ártico
Puede resultar contraintuitivo pensar que el cambio climático y la amplificación polar resulten en olas de frío más persistentes en invierno, como aquellas registradas estos últimos años en España, Europa y Norteamérica.
Se podría creer que se trata de una evidencia que argumenta en contra del cambio climático. Sin embargo, mientras unas regiones localizadas sufren heladas, el resto del planeta se sigue calentando. ¿Qué está ocurriendo entonces?
Cada vez existe más evidencia que indica que la amplificación polar y el calentamiento desproporcionado del Ártico están detrás de este tiempo “loco”. La corriente en chorro polar, caracterizada por fuertes vientos confinados en la alta troposfera y asociada al frente polar de latitudes medias, tiene un papel destacado.
La existencia del chorro polar, principal responsable de la meteorología en estas latitudes, se debe al gradiente térmico norte-sur. Debido a que el Ártico se está calentando más rápidamente, el chorro polar pierde intensidad y forma “meandros” más pronunciados (igual que un río al perder velocidad su corriente).
Esas curvas que se producen desde el Ártico hacia el sur desplazan masas de aire polares y pueden provocar intensas olas de frío. Al mismo tiempo, otras zonas registran temperaturas anormalmente elevadas allí donde el chorro polar fluctúa en sentido opuesto.
Parece prematuro vaticinar cómo evolucionará este patrón observado recientemente de inviernos más cálidos acompañados de olas de frío más duraderas. Futuras investigaciones deben arrojar más luz sobre los complejos mecanismos que gobiernan el sistema climático y las perturbaciones que la actividad humana provocan en este.
En cualquier caso, los cambios acentuados que se están produciendo en el Ártico suponen un verdadero termómetro para el cambio climático.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.