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Medio Ambiente

'El planeta inhóspito': el Apocalipsis climático es evitable… si así lo quieres

Hemos dejado atrás el estrecho conjunto de condiciones medioambientales que permitieron que el animal humano evolucionase en un principio… ¿y ahora qué?

‘El planeta inhóspito’: el Apocalipsis climático es evitable… si así lo quieres

En julio de 2017, David Wallace-Wells, editor de New York Magazine publicó en la revista un largo ensayo llamado The Uninhabitable Earth (La Tierra inhabitable) en el que detallaba las nefastas consecuencias que el calentamiento global podría causar en la civilización humana y en el planeta tal y como lo conocemos, incluyendo los peores escenarios imaginables, catastróficos todos, sí… pero factibles. “En ausencia de un ajuste significativo en la forma en que miles de millones de humanos conducen sus vidas, es probable que partes de la Tierra se vuelvan casi inhabitables, y otras partes horriblemente inhóspitas, tan pronto como finalice este siglo”, comenzaba afirmando Wallace-Wells.

El apocalíptico relato, que casi inmediatamente se convirtió en el artículo más leído en la historia del magazine, suscitó una serie de polémicas que eventualmente se transformaron en amplios debates no necesariamente acerca de la ciencia y los estudios en los que se basaba la pieza, sino acerca de periodismo, ética, alarmismo y estrategias comunicacionales alrededor del que sin duda es tema de nuestra era.

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Activista en protesta del grupo ‘Extinction Rebellion’ en Londres. | Foto: Henry Nicholls | Reuters.

Pocos días después, una reedición comentada del mismo ensayo se publicó en la revista, y en ella Wallace-Wells redoblaba su apuesta inicial y afirmaba que no solo creía firmemente en el conjunto de premisas que animaron el proyecto desde el principio (que el público no aprecia la escala del riesgo climático, que es un absoluto de interés público y que ha habido mucho más complacencia que alarmismo en los medios al informar sobre este problema), sino que además aceptaba gustoso el calificativo de alarmista con el que algunos críticos pretendían desacreditarlo: “La ciencia dice que el cambio climático amenaza casi todos los aspectos de la vida humana en este planeta y que la inacción acelerará los problemas. En ese contexto, no creo que sea un insulto llamar a un artículo, o su escritor, alarmista. Acepto esa caracterización. Deberíamos estar alarmados”.

Dos años más tarde, el ensayo se amplió y se convirtió en un libro que rápidamente llegó al No.1 de la lista de The New York Times, y fue recientemente fue publicado en castellano por la editorial Debate bajo el nombre El planeta inhóspito. La vida después del calentamiento. Al igual que aquel primer artículo, el texto advierte desde su primera frase: “Es peor, mucho peor de lo que imaginas”.

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«Es mucho peor de lo que imaginas». | Imagen vía Editorial Debate.

El fin de la normalidad

Contundente y didáctico, Wallace-Wells no solo compila una serie de datos y estudios científicos, entrevistas con expertos, proyecciones, y escenarios en los que aclara, ilustra, ejemplifica y puntualiza de qué hablamos cuando hablamos de calentamiento global, la rapidez del cambio y la extensión de sus consecuencias, sino que va más allá y nos habla de historia, política, hábitos de consumo, ficción en el Antropoceno, astrobiología, filosofía y ética en el fin de los tiempos.

«Lo que el cambio climático nos tiene preparado no es una nueva Gran Recesión o Depresión, es una Gran Agonía.»

Son básicamente tres los postulados erróneos que Wallace Wells quiere desmentir con su libro: la velocidad del cambio, su extensión y su severidad. A pesar de que aún hay quienes irresponsablemente se empecinan en negar el cambio climático y otros que lo ven como un evento difuso en el futuro, lo cierto es que ya hemos dejado atrás el estrecho conjunto de condiciones medioambientales que permitieron que el animal humano evolucionase en un principio, “una ventana que enmarcaba todo aquello que recordamos como historia, que valoramos como progreso y que estudiamos como política”, y por alguna razón “hemos hecho una apuesta arriesgada e imprevista sobre hasta dónde llega su capacidad de resistencia”.

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«El diario de la negación. No os preocupéis, todo está bien. La ignorancia es una bendición, dice un ministro». Protesta de Extinction Rebellion en Londres. | Foto: Henry Nicholls | Reuters.

Sí, Miami y Bangladesh aún no están bajo el agua y probablemente no lleguen a estarlo en lo que queda de siglo, pero si seguimos oscilando entre la semi-ignorancia y la semi-indiferencia —dos enfermedades climáticas más extendidas que la negación y el fatalismo, según Wallace-Wells— mucho antes del deshielo y la consecuente subida del nivel del mar, vendrán la sequía, la pérdida de tierras fértiles, la hambruna, las epidemias, la guerra… bueno, más guerras, otras guerras. ¿Surgirá verdadera voluntad política cuando las grandes epidemias de malaria y zika afecten a Europa y a Estados Unidos y no a África y a América del Sur? ¿Lograremos cambiar radicalmente nuestros hábitos cuando la sequía desertifique al Mediterráneo y no a Siria?

Greenpeace ha estimado que para 2050 el planeta debería reducir por lo menos en 50% su consumo de proteína animal y lácteos, pero “todo lo que sabemos sobre lo que ocurre cuando los países se enriquecen sugiere que esto será prácticamente imposible”, apunta Wallace-Wells. Además no se trata solamente de cambiar la dieta, hablamos también de renunciar a la cultura del automóvil, a los viajes frecuentes en avión, al streaming eterno y a la acumulación de selfies y otras adicciones digitales en servidores refrigerados, a comprar ropa semi-desechable en las rebajas de temporada, a ceder ante la obsolescencia programada…

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Foto: OneSave/Day | Unsplash.

El planeta inhóspito es especialmente incisivo y nada complaciente al señalar las ambigüedades e inconsistencias a las que inevitablemente nos enfrentamos cada día y ante las cuales generalmente preferimos apretar un botón de snooze mental para que la alarma suene más adelante cuando exista una solución menos complicada, porque “en el Occidente postindustrial procuramos no pensar en estas gangas de las que nos hemos beneficiado tantísimo”.

Bad timing para el apocalipsis

Por si todo lo anterior fuese poco, este punto álgido de la emergencia climática y de toma de conciencia de la magnitud de la amenaza y el reto que tenemos enfrente coincide con un momento político de inestabilidad, alta emocionalidad y baja confianza, en donde en lugar de estar apostando por la cooperación internacional muchos de nuestros líderes han decidido «retirarse a sus rincones nacionalistas, romper las antiguas alianzas y abdicar de la responsabilidad colectiva», cosa que resulta de una miopía y un cortoplacismo apabullantes. Si no hay ámbito de nuestra vida que no se vea afectado por el cambio climático, como dice la canción, podremos huir, pero no ocultarnos.

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RIP: Arruinados por políticos ignorantes. | Foto: Henry Nicholls | Reuters.

Las tragedias generadas por el calentamiento global además son tragedias especialmente costosas que se están empezando a acumular a un ritmo insólito. Los estudios sobre la economía del calentamiento apuntan a una reducción de recursos económicos globales permanente a la que decididamente no estamos acostumbrados. A los contratiempos financieros ya no los sucederían más recuperaciones elásticas haciendo de la penuria una nueva normalidad brutalmente cruel. Lo que el cambio climático nos tiene preparado, señala Wallace-Wells no es una nueva Gran Recesión o Depresión, es una Gran Agonía.

A este panorama, Geoff Mann y Joel Wainwright en su libro Climate Leviathan: A Political Theory of Our Planetary Future añaden la figura del «leviatán climático» para esbozar la que consideran es la forma política que más probablemente surja del “vapuleo de los impactos” del calentamiento. “En un mundo que se ha vuelto peligroso, los ciudadanos renunciarán a sus libertades a cambio de seguridad y estabilidad, y de algún tipo de garantía contra la privación por causas climáticas, lo que dará lugar a una nueva forma de soberana para combatir la nueva amenaza procedente del mundo natural”, afirman Mann y Wainwright según Wallace-Wells. Sí, el ecofascismo es otro de los escenarios probables que nos aguardan.

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«Adding insult to injury»: ecofascismo. | Foto: Amber Bracken | Reuters.

El calentamiento global como hiperobjeto

No solo existe un gran desconocimiento (muchas veces voluntario) de lo que implica en emisiones de carbono -o en centímetros cúbicos de hielo del ártico derretidos, o en hectáreas del Amazonas deforestadas- cada una de nuestras acciones, también los términos en los que se habla del calentamiento global nos son ajenos: ¿Qué implica tener 500 partes por millón de CO2 en la atmósfera? ¿Cuál es la diferencia entre que aumente un grado o dos o tres la temperatura media en 2050? (Respuesta corta: muchísima).

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Protesta de ‘Extinction Rebellion’ en Copacabana, Río de Janeiro. | Foto: Sergio Moraes | Reuters.

David Wallace-Wells, echa mano del término “hiperobjeto” acuñado por Timothy Morton para describir al cambio climático: un hecho conceptual tan enorme y complejo que no se puede llegar a entender adecuadamente. Es todo increíblemente complejo, intrincado, multidimensional y hasta ahora nuestra incapacidad para poder abarcarlo cognitivamente nos ha llevado a «seguir destruyendo el planeta día a día con una mano mientras con la otra trabajamos para rehabilitarlo». 

Pero si en una sola generación hemos llevado el sistema climático a la inestabilidad total, esto no solo denota irresponsabilidad y la indolencia, es también una medida inequívoca del poder que tenemos para dar ese golpe de timón y revertir el fatal destino que nos trazamos.

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«Soy un autobús eléctrico que contribuye a a mejorar la calidad del aire». | Foto: Toby Melville | Reuters.

Luego de leer El planeta inhóspito pocas personas describirían a David Wallace-Wells como un optimista, pero a mi no me cabe la menor duda de que lo es porque él ha asumido que abandonando la semi-ignorancia abandonaremos también la semi-indiferencia, que actuaremos como adultos responsables, asumiremos las consecuencias de nuestros actos y construiremos la solución que mejor se ajuste a nuestras circunstancias… en lugar de intentar ordenarla por Amazon.

No existe una respuesta y un curso de acción, sino muchas/muchos. Lo más probable, como serenamente señala Paul Hawken es que este reto lo asumamos “colectiva y desordenadamente”, como lo hemos hecho más o menos todo hasta ahora. Los tecnócratas se enfocarán en impulsar soluciones científicas que ayuden a la captar el CO2 en la atmósfera, los activistas se dedicarán a luchar en contra del capitalismo fósil y a exponer a las grandes corporaciones, la diplomacia se enfocará en presionar a los gobiernos que no cumplan los tratados, la prensa y los educadores responsables difundirán información, etc. Puestos a elegir el abanico de acción es grande, en lo único en lo que podemos (y deberíamos, a estas alturas) estar de acuerdo es en que el calentamiento global es el reto de nuestras vidas y que tenemos que afrontarlo de manera urgente porque, como dice Wallace-Wells, “la Tierra es el único hogar que cualquiera de nosotros tendremos jamás.”

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