El comercio global de plantas amenaza la salud de los bosques
La Unión Europea tiene 182 millones de hectáreas de masas forestales, lo que supone un 43% de la superficie total del continente. Cerca de 28 millones corresponden a España. Es casi el doble de la superficie forestal de Francia y el triple de la de Alemania.
La Unión Europea tiene 182 millones de hectáreas de masas forestales, lo que supone un 43% de la superficie total del continente. Cerca de 28 millones corresponden a España. Es casi el doble de la superficie forestal de Francia y el triple de la de Alemania.
Los bosques proporcionan numerosos beneficios a la sociedad. Algunos de ellos son tangibles, como los productos comerciales: recursos madereros, micológicos, cinegéticos, piscícolas, frutos del bosque, etc.
También brindan beneficios intangibles, como la fijación de carbono, la protección de los recursos hídricos y edáficos, su uso recreativo, los valores socioculturales y la fijación de la población en el entorno rural.
El incremento de la conciencia medioambiental ha hecho que se preste mayor atención a la delicada situación en la que se encuentran las masas forestales. Este foco mediático se ha centrado principalmente en la deforestación como consecuencia de la sobreexplotación de los recursos y del cambio climático.
La superficie forestal está descendiendo a nivel global. Pero esta tendencia varía según las zonas. Mientras África y Latinoamérica han perdido una buena parte de su masa forestal en las últimas tres décadas, Europa y Norteamérica la han incrementado.
Obviamente, se trata de estadísticas globales. Las tendencias pueden enmascarar que la pérdida fundamental de las masas forestales se centra en los bosques nativos de mayor valor ecológico y el incremento se debe a plantaciones forestales con una menor diversidad.
Consecuencias de la globalización
Otro aspecto que no es tan conocido para la sociedad y que actualmente es uno de los mayores retos medioambientales a nivel mundial son las plagas y enfermedades exóticas.
La globalización no solo ha provocado el movimiento de personas, sino de todo tipo de recursos. El comercio con animales, plantas, semillas, madera y sustrato conlleva un incremento exponencial de especies exóticas invasoras.
Estas especies pueden causar graves problemas para la salud humana y vegetal, entre otros muchos. Se estima que las pérdidas ocasionadas por estas especies son de al menos 12.000 millones de euros anuales solo en Europa.
La Unión Europea importa plantas por un valor cercano a 300 millones de euros anuales. Provienen, principalmente, del este de África, Centroamérica y Asia.
La mayor parte de estas importaciones corresponden a plantas ornamentales de interior que simplemente tienen interés decorativo. Su importancia económica comparada con otros productos forestales es testimonial. Este hecho debería hacer que nos replanteemos si el comercio de este tipo de material vegetal a nivel mundial es realmente necesario.
En agricultura se conocen al menos 1.300 especies exóticas invasivas que están causando problemas en el sector. Los Estados Unidos y China son las mayores fuentes de dispersión, mientras que las mayores pérdidas económicas en relación al PIB se encuentran en algunos países africanos.
La situación de los bosques no es más halagüeña. La introducción de nuevas plagas y enfermedades forestales también muestra un crecimiento exponencial.
España es uno de los países europeos con mayor presencia de patógenos exóticos, al tener un elevado comercio de material vegetal tanto por el Mediterráneo como por el Atlántico.
Lo que ya ha llegado y lo que está por llegar
Aunque la introducción de especies invasivas se ha incrementado recientemente, no es algo desconocido para los bosques. Quizás la enfermedad más conocida sea la grafiosis del olmo, que causó la desaparición masiva de los olmos y olmedas de España.
Dicha enfermedad tuvo dos episodios epidémicos. El primero de ellos ocurrió en la década de los 30 y estuvo causado por el hongo Ophiostoma ulmi. Fue posteriormente, en la década de los 80, cuando el hongo Ophiostoma novo-ulmi (conocido como cepa agresiva de la grafiosis) diezmó las poblaciones de olmos provocando la práctica desaparición de la especie del paisaje español.
Otra de las enfermedades que llegó hace décadas (1947) fue el chancro del castaño. El responsable es el hongo Cryphonectria parasitica, que aún condiciona a día de hoy la supervivencia de los castañares.
Otras muchas especies exóticas invasivas de reciente introducción, tales como el nematodo de la madera del pino (Bursaphelenchus xylophilus) o el hongo causante del chancro resinoso de los pinos (Fusarium circinatum), están modificando el paisaje forestal en aquellos lugares donde ya han llegado y condicionan la gestión del resto.
Otras especies ya presentes en nuestras masas forestales, como Dothistroma septosporum y Lecanosticta acícola han incrementado su virulencia como resultado de unas condiciones climáticas cambiantes y el debilitamiento del hospedante.
Además, especies consideradas como plagas o patógenos agrícolas, como la bacteria Xylella fastidiosa, son capaces de afectar a un gran número de hospedadores, incluidas numerosas especies forestales.
Son muchas las especies invasivas que amenazan las masas forestales en España. Algunas de ellas ya están presentes en algunos países europeos, como el hongo Hymenoscyphus fraxineus y el insecto Agrilus planipennis que están diezmando las poblaciones de fresno.
El listado de especies que son una amenaza potencial es enorme, tal y como recoge la EPPO en sus listados de especies de cuarentena.
¿Qué está fallando?
El movimiento de material vegetal es la principal causa de dispersión de plagas y enfermedades exóticas. Este aspecto, que a priori parece una cuestión meramente ambiental, es en realidad una problemática legislativa.
La legislación fitosanitaria y otras regulaciones varían enormemente entre países, favoreciendo la dispersión de agentes exóticos nocivos.
Mientras naciones como Australia y Nueva Zelanda establecen una normativa muy restrictiva frente a la importación del material vegetal, en la Unión Europea la entrada de este se rige por una legislación más permisiva.
Además, los mecanismos de la Unión Europea para el reconocimiento oficial de la presencia de un nuevo organismo en un Estado miembro no siempre han funcionado, dificultando notablemente su posible erradicación.
La solución del problema es compleja y pasaría por una rápida detección del agente perjudicial, su reconocimiento oficial y finalmente el establecimiento de los mecanismos de erradicación adecuados (o si ya no fuera posible, como sucede en la mayoría de las introducciones, al menos de contención).
Se han llevado a cabo importantes avances científicos para conseguir una detección temprana de las especies en cuarentena, el desarrollo de nuevas técnicas moleculares, la utilización de imágenes aéreas y satelitales, el establecimiento de árboles centinelas, etc.
Pero de poco sirve la labor investigadora si la normativa desarrollada no es la idónea para establecer los oportunos controles aduaneros, con un especial énfasis en la regulación del comercio electrónico. También resulta inútil si los países no se comprometen a notificar inmediatamente la aparición de cualquier agente nocivo en su territorio y a poner en marcha las medidas para su erradicación.
Restricciones y concienciación
Sin embargo, aunque hubiera voluntad de establecer las medidas propuestas por todos los Estados miembros, los recursos son limitados. Los mecanismos de control simplemente servirían para mitigar el problema, dado el enorme volumen del comercio de material vegetal actual.
Desde la comunidad científica se han propuesto varias alternativas. La Declaración de Montesclaros (IUFRO 2011), firmada por casi un centenar de investigadores en patología y entomología forestal de 17 países, propuso la prohibición gradual del comercio de material vegetal con riesgo para el ecosistema forestal y sin un relevante beneficio económico.
Aunque esta declaración no ha tenido un desarrollo legislativo hasta la fecha, su implementación permitiría minimizar la introducción de agentes nocivos a través de plantas cuyo único valor es ornamental o cuya relevancia económica sea menor.
Existe otra propuesta basada en la hipótesis de que no es posible saber quién será el próximo causante de la introducción de una nueva plaga o enfermedad. Aboga por establecer un canon a la importación de material vegetal. Este se invertiría en medidas para minimizar la introducción de especies patógenas invasivas y en su erradicación cuando los mecanismos de control fallen.
Claro que ninguna de las herramientas disponibles e iniciativas propuestas solucionarán el problema sin una concienciación por parte de la sociedad.
Hoy en día, tenemos la posibilidad de cultivar en el jardín plantas únicas. Pero este capricho conlleva un riesgo, incluso si se trata de un rosal o cualquier árbol cuyo origen de producción se desconoce.
Estos vegetales son potenciales portadores de hongos, bacterias e insectos que pueden comportarse como agentes muy nocivos para las masas forestales. No ha existido una coevolución previa con el hospedante, por lo que este no ha desarrollado mecanismos de defensa, y no existen enemigos naturales que mantengan el equilibrio.
Si los consumidores tuvieran en cuenta estos problemas, transmitirían su preocupación a los productores y viveristas. Así, quizá, optarían por producir la planta ellos mismos, evitando en la medida de lo posible la importación.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.