Avi Mograbi, el documentalista sin fórmula
Avi Mograbi visita Madrid como invitado del festival 3XDoc que presenta cinco de sus documentales en la Filmoteca de la capital hasta el 7 de abril
Este cineasta israelí visita Madrid como invitado del festival 3XDoc que presenta cinco de sus documentales en la Filmoteca de la capital hasta el 7 de abril.
Avi Mograbi (Israel, 1956) no busca las historias que sus documentales cuentan. El cineasta se las encuentra y decide contarlas. ¿Cómo? Quien haya visto alguno de sus documentales sabe que siempre es de formas inesperadas, y quien no tiene oportunidad de hacerlo durante el 3XDoc, festival organizado por la Asociación de Cine Documental de Madrid, Docma, en la Filmoteca de Madrid hasta el 7 de abril. Mograbi es un creador particular y su foco tiende a estar sobre el tema del Oriente Medio. Y aunque los temas que trata son duros, el director siempre logra encontrar algún tipo de humor (puede ser muy negro) en su interpretación. ¿Un ejemplo? En Z32 un soldado israelí relata su relación con un asesinato de policías palestinos y su testimonio es interrumpido por momentos por Mograbi cantando en su casa, acompañado de músicos, a modo de extraño coro griego.
Mograbi, que inicialmente estudió Filosofía y Arte, es un hombre alto e imponente, muy claro en sus opiniones y sin muchas explicaciones que dar sobre su proceso. Encuentra lo que quiere contar y sencillamente se inventa una forma de contarlo sin darle muchas vueltas, o eso dice. “Siempre he estado en contacto con el cine. Mi padre tenía un cine en Tel Aviv. Siempre quise ser cineasta pero a mi padre no le parecía una buena idea, así que estudié Filosofía y luego Arte y por un tiempo pensé que sería un artista pero terminé siendo cineasta”.
Mograbi no pensó originalmente que sería documentalista, se imaginó que haría películas de ficción muy artísticas, pero la realidad terminó por seducirlo. “No todo en la vida se trata de publicidad. Una historia me captura y la sigo, no es como que miro una selección de temas y elijo de allí. No es como la carta de un restaurante. Estoy interesado en cierto tipo de historias y cuando encuentro una hay un punto en que decido contarla. No tengo un plan de cómo lidiar con el mundo o lo que quiero contar”.
» Es muy normal que el documental que piensas y el que luego haces no se parezcan.»
En los documentales de Mograbi su presencia se puede dar por hecho, parte de su narración le incluye y a sus reflexiones sobre el tema que trate. En cada película, explica, el proceso es muy diferente, lo mismo que el tiempo de investigación. Con Z32, por ejemplo, estuvo dos años en contacto con el soldado israelí que le contó su historia e incluso le dio una cámara para que el chico se filmase en casa –lo que terminó por generar una de las partes más interesantes de la película, porque el soldado decidió grabarse conversando con su novia sobre lo ocurrido- y al tiempo tuvo que desarrollar un plan para grabar este testimonial sin mostrar el rostro del protagonista, o de su novia, pero a la vez dejando ver sus expresiones faciales (optó por máscaras en tres dimensiones puestas sobre el rostro de los personajes). “No hay una fórmula, muchas veces se te ocurre un concepto para la película y durante el proceso te das cuenta de que no funciona y tienes que cambiar todo el enfoque. Es muy normal que el documental que piensas y el que luego haces no se parezcan. Cuando comienzas puedes descubrir que la realidad con la que lidias es diferente a lo que pensabas y te ajustas o tu historia cambia y se adapta a la realidad que te encuentras. Por eso es interesante hacer filmes que tocan la realidad, porque cambian constantemente”.
El director, que incluye entre sus influencias a directores como Chantal Ackerman o Robert Kramer y a músicos como John Coltrane y Jimi Hendrix, nunca se ha planteado otras formas expresivas para contar las historias que le interesan, en parte, explica, se debe a que sus películas son muy receptivas a todo tipo de expresiones. “Mis películas incluyen mucha ficción, música, actúo. Mi enfoque es suficientemente amplio para incluir lo que quiera, no me pongo normas”.
Para Mograbi, en este momento de “hechos alternativos” y noticias falsas, al documentalista no debería exigírsele objetividad, pero sí cree que como personas todos deberían tener un compromiso con la integridad de la verdad. “No sé el rol de los documentales en este momento histórico y es problemático pensar quién podría decidir ese rol. Los documentales no pueden restaurar la verdad. Cuando alguien hace una película basada en una historia real eso no significa que la historia completa está plasmada. Entre la realidad y el público está la cabeza y la mente del cineasta y el cineasta toma decisiones sobre cómo debe contarse la historia. Igual que nosotros en nuestras vidas, cuando contamos lo que nos ha pasado. No es necesariamente cómo que pasó. Y pasa igual con las noticias, alguien decide qué contarte y cómo contártelo. Eso no significa que no tengamos un compromiso con la verdad y una responsabilidad, claro que la tenemos. Nuestra integridad como personas que cuentan historias es importante, el problema es que no hay una corte para esto. Si usas hechos de forma distorsionada no hay una corte a la que podamos llevarte y restaurar la verdad. Políticos populistas como Trump no respetan la integridad de la verdad. ¿Cómo se lidia con eso? No sé. Pero no es el rol de los documentales corregir eso y no creo además que sea posible. Lo último que queremos es que los cineastas se sientan obligados a apegarse a los hechos de forma anticuada, y que dejen de lado su creatividad e imaginación”.
En 3XDoc se podrán ver cinco documentales de Mograbi en la Filmoteca de Madrid hasta el 7 de abril: Z32, Happy Birthday Mr. Mograbi, Avenge but One of my Two Eyes, Once I Entered a Garden y How I Learned to Overcome my Fear and Love Arik Sharon. También se muestra el primer largometraje de Ahmad Natche, cineasta español-palestino, que relata la vida en un pueblo palestino con no actores y mucha poesía.