Mercedes Pérez-Fernández y Juan Gérvas: "El feminismo ha conseguido cosas que en la medicina están aún por llegar”
Dicen Mercedes Pérez-Fernández y Juan Gérvas que no hay enfermedades, sino enfermos; que la medicina tiene sus límites y ningún médico debería olvidar mirar a los ojos a los pacientes y, sobre todo, que se discrimina a todo el que se sale de la norma. En sus libros combaten prejuicios médicos y descubren los mitos de un sistema sanitario tan patriarcal como la sociedad en la que vivimos. ¿Una señal de mala salud? Preocuparse demasiado por ella. Hablamos con el matrimonio de médicos, autores de Sano y salvo, La expropiación de la salud y El encarnizamiento con las mujeres (ed. Libros del lince).
Parece que el mundo se divida entre sanos y enfermos…
Eso entra dentro de lo que llamamos expropiación de la salud, motivo por el cual las personas han perdido su capacidad de definir su propia salud. Y el mejor ejemplo es el del bebé al que sus padres tienen que llevar a una cosa absurda que es la revisión del niño sano, o el del paciente que te dice: “Tengo diabetes, pero poco…” o “tengo esquizofrenia, pero a ratos”, y debes entender qué quiere decir, porque aún puede viajar y disfruta de la vida. Salud y enfermedad no son excluyentes ni siquiera en el momento de la muerte y es muy importante el respeto a las personas.
¿Son poco empáticos los médicos con los pacientes?
Una función que estudian los economistas es la relación de agencia, es decir, que el médico decide por usted con sus conocimientos teniendo en cuenta sus expectativas vitales, su cultura, sus valores o sus deseos. Hay gente para la que no andar es horrible y otros que no soportan los olores, y lo que llaman empatía es en realidad una falta de conocimiento profundo del paciente.
Nosotros solemos decir que no hay enfermedades, sino enfermos. No es lo mismo tratar a un enfermo con diabetes que se acaba de quedar viudo que a alguien que tenga familia. Afortunadamente, los estudios de medicina están cambiando para tener en cuenta primero a las personas.
Pero todavía sigue habiendo pacientes discriminados.
¡Usted no imagina lo que es tener el sida e ir a urgencias sangrando porque ha sufrido un aborto espontáneo, es un trato discriminatorio terrible y constante. Igual que ocurre con las mujeres en silla de ruedas, que son las personas con más probabilidades de morir de cáncer de mama porque el médico no les explora las mamas. No digamos ya las personas transexuales, que especialmente en algunos países llegan a tener una expectativa de vida de 30 años, y el rechazo en las consultas es continuo. Y también hay un tipo de discriminación brutal y normalizada, que es la presunción de heterosexualidad.
¿Nuestro sistema sanitario es reflejo de la sociedad en la que vivimos?
Y en algunos casos, peor. En un estudio brutal sobre las obesas en Nueva Zelanda, los comentarios e insultos de los que eran víctimas en las consultas y que registraron eran espeluznantes. Por no hablar de que tenemos una formación excesivamente centrada en la biología, donde el desarrollo científico y tecnológico nos deslumbra y desplaza los aspectos psicosomáticos, lo cual es absurdo porque está demostrado que los resultados son mejores cuando tratas con humanidad a los pacientes. En este sentido, el feminismo ha conseguido cosas que en la medicina están aún por llegar.
La píldora anticonceptiva sí fue un logro. ¿Es tan perjudicial como dicen?
Todo medicamento tiene beneficios y perjuicios. La píldora supuso un triunfo para la mujer porque produjo un cambio en el control de natalidad y el disfrute de la sexualidad. Sin embargo, se la sigue medicando a ella y no al hombre, cuando ya existe una vasectomía química que además es reversible y muy eficaz, pero no se populariza porque la sociedad es machista y el sistema sanitario, patriarcal.
Otra cosa también es que la mujer esté más preocupada por su cuerpo que el varón por razones históricas y es más fácil que caiga en manos de una medicina sin límites. Por ejemplo, antes de 2013 solo había un 5% de casos de ovario poliquístico, pero luego se redefinió y el número de casos aumentó al 25%; de esos, solo el primer 5% necesitan tratamiento médico y el resto de los diagnósticos son trastornos menores con los que se atemoriza a las mujeres diciéndoles que tendrán problemas de fertilidad.
«La mitad de los diagnósticos de cáncer con mamografías preventiva son sobrediagnósticos y no necesitan cirugía».
¿Y la violencia obstétrica?
El primer problema es que si habla de violencia obstétrica en muchísimos ambientes, médicos y no, le negarán que exista. La segunda cuestión es que no es una violencia machista, sino social; la ginecología se ha feminizado en el mundo entero, pero la violencia obstétrica no ha disminuido como esperaría porque el problema es estructural y se considera a la mujer un objeto.
Uno de los mitos de salud de las mujeres que más me llama la atención es que las pruebas preventivas no sean buenas, especialmente en el caso del cáncer de mama.
Esa es la diferencia entre que algo sea intuitivo o contraintuitivo. Si le duele la espalda piensa que lo mejor es hacer reposo, cuando lo mejor es el ejercicio. Con los cribados para la prevención del cáncer sucede lo mismo: todo el mundo dice que es mejor un diagnóstico temprano, pero eso no es lo más oportuno. La mitad de los diagnósticos de cáncer con mamografías preventiva son sobrediagnósticos, de manera que le ‘arrancan la teta’, como dicen mis pacientes, le someten a una cirugía, quimioterapia, radio y la siguen de por vida por un cáncer que nunca la hubiese matado o hubiera remitido. Ojo, le estoy hablando de prevención, que no es lo mismo que notarse un bulto en el pecho o que le salga leche por el pezón.
Otro contraintuitivo curioso es la autoexploración de mama que tanto recomienda la Sociedad Española Contra el Cáncer, y que solo produce un aumento en el número de cirugías sin que disminuyan las muertes por cáncer.
¿Entonces qué hago? Pues disfrutar de sus mamas. También se puede evitar con menos radiografías del pecho, con menos dioxinas en el ambiente, menos obesidad, teniendo niños…
En uno de sus libros, La expropiación de la salud, dicen que preocuparse demasiado por la salud es un síntoma de mala salud. Hay verdaderos extremistas de la vida sana, ¿cómo nos expropian la salud?
Nos quitan la salud cuando intentan convencernos de que no hay que vivir con dolor. ¿Sabe quiénes son los únicos que no sufren dolor? Los leprosos. La infección mata los nervios de la sensibilidad. Tener dolor es un don, me refiero al dolor normal y no al patológico. Como tampoco nos pueden quitar el dolor por la muerte de un padre. Quieren anestesiarnos el dolor social incluso, y es lo que pretende la medicina con la expropiación de la salud en contra de la ciencia. La gente es muy capaz de enfrentarse a la muerte, a un terremoto…
Un buen ejemplo son los hospitales llenos de urgencias de gripe, gente preocupadísima porque le duele todo el cuerpo y tiene un trancazo. No necesitamos niñeras para cuidarnos los catarros y nos comportamos como niños porque nos expropian la salud.
Tampoco nos dejan morir tranquilos
El encarnizamiento en los últimos días es inconcebible y una expropiación brutal. Nosotros solemos decir que el hospital no es un lugar para nacer ni tampoco para morir, que el documento vital de la gente debería ser sus últimas voluntades en vida: “Quiero que haya música de Bach por la mañana y por la tarde ver películas musicales”. De nacer no nos enteramos, pero de morir sí. Es una pena que eso también se pierda.