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País Vasco

De esclavos republicanos y pintores cubistas: las historias sobre pedales de Ander Izagirre

“Me gusta empezar los viajes en la puerta de mi casa”. Ander Izagirre es donostiarra, tiene 42 años y siempre se tomó la bicicleta muy en serio: comenzó bien pronto a ir de un lado para otro con su bici a cuestas, compitió hasta los 20, le dedicó varios años de reportajes y algunos libros, admiró a Cabestany. Ander Izagirre comienza su nuevo libro, Pirenaica (editado por GeoPlaneta y con ilustraciones de Carmen Bueno), con una frase certera por cómica y verosímil: “Me gusta empezar los viajes en la puerta de mi casa”. Pero lo cierto es que los viajes de Ander –esto no debería inquietarnos– comienzan mucho antes.

De esclavos republicanos y pintores cubistas: las historias sobre pedales de Ander Izagirre

Ander Izagirre es donostiarra, tiene 42 años y siempre se tomó la bicicleta muy en serio: comenzó muy pronto a ir de un lado para otro con su bici a cuestas, compitió hasta los 20, le dedicó varios años de reportajes y algunos libros, admiró a Peio Ruiz Cabestany. Ander Izagirre comienza su nuevo libro, Pirenaica (editado por GeoPlaneta y con ilustraciones de Carmen Bueno), con una frase certera por cómica y verosímil: “Me gusta empezar los viajes en la puerta de mi casa”. Pero lo cierto es que los viajes de Ander –esto no debería inquietarnos– comienzan mucho antes.

De esclavos republicanos y pintores cubistas: las historias entre pedales de Ander Izagirre
Portada de ‘Pirenaica’. | Foto: GeoPlaneta

Antes de poner los pies sobre los pedales –¡clac!– hay una labor esforzada por saber hacia dónde ir, en qué dirección y a la busca de qué historia. Y luego que vengan las sorpresas. Pirenaica es una sucesión de crónicas que toman la bicicleta como pretexto: no son tanto las aventuras de un ciclista en las montañas que separan Francia de la Península Ibérica como un recorrido por las pequeñas historias olvidadas de mar a mar, de San Sebastián a Sant Pere de Rodes (Girona), y que dan cabida a relatos de osos y pintores cubistas, de leyendas medievales y verdades no reveladas sobre el trabajo forzado y la esclavitud durante la Guerra Civil.

“Quería hacer esa variedad de historias que hay en el Pirineo y quería que el hilo narrador fuera ese ciclista que va uniendo una historia con otra”, resume Izagirre al otro lado del teléfono. “Me parecía una buena idea para ir enlazando”.

El libro avanza así, entre cuestas y asfalto, y entre sobresaltos para el lector, que va descubriendo que las historias más sorprendentes, tan cerca de casa, “te transforman el paisaje”: es una cuestión inevitable. Aquellas carreteras de montaña de Guipúzcoa y Navarra que tantas veces recorre, conoce de memoria y ningún coche transita guardan la memoria de un pasado trágico: las construyeron republicanos detenidos y humillados, muertos de hambre, que podían pelear con un perro para llevarse a la boca una gallina muerta.

Izagirre recupera en Pirenaica la historia de Luis Ortiz Alfau, un señor de 100 años que estuvo en la Guerra Civil y de quien escribió su biografía. “Esas carreteras son maravillosas para nosotros, pero si son maravillosas es precisamente por la historia tan terrible que tienen detrás”, cuenta. “Fueron hechas sin objetivo práctico o civil, son carreteras incómodas para alguien que quiere ir en coche y en la distancia más corta posible. Son carreteras muy reviradas, que bajan por bosques, por montes, tan buenas para andar con bici. Pero son así porque hubo miles de trabajadores esclavos haciéndolas en una condiciones tan terribles que yo no conocía, y todavía quedan testigos vivos de ello como Luis”.

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Ander Izagirre, durante la subida al puerto de Artesiaga, entre el Baztán y el Quinto Real, en Navarra. | Fuente: Ander Izagirre

Entre las páginas se van colando estos relatos, algunos lejanos y otros recientes. Pero todo guarda una lógica disciplinada. “El viaje es una combinación de preparación y de improvisación”, continúa. “La gente puede pensar que tú sales con la bici y las historias te pasan por delante de la nariz. Yo elijo los temas, hice contactos y entrevistas, salgo de casa con los temas documentados. Aunque es verdad que en el viaje se abren sorpresas. Una cosa que me gusta mucho es el hecho de que el viaje sea en bici condiciona hasta la forma final de libro, que una tormenta cambia el número final de capítulos”.

Izagirre dice que ha descubierto entre los Pirineos un filón, que le verán por allí mucho tiempo, que tiene una buena intuición: “Me apetece seguir recorriéndolo. Me parece que su historia es muy rica, muy variada y muy reveladora. Muy actual. No solo viejas historias de contrabandistas y de pastores y de cosas así, más pintorescas o costumbristas. Aparte de eso, que son grandes historias, hay muchos temas. Pero son solo intuiciones”.

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