Europa se impone a Google: así te afecta la reforma de los derechos de autor en la UE
Se trataba de una de las patatas calientes del Parlamento Europeo, uno de los asuntos más polémicos. Los parlamentarios estaban enfrentados sobre lo más idóneo para la Unión, si aprobar los cambios propuestos para la normativa sobre los derechos de autor o no hacerlo, y finalmente –con un océano de turbulencia por medio– han logrado hacerlo con 438 votos a favor, 226 en contra y 39 abstenciones. Esta hazaña suponía enfrentarse a los intereses de gigantes como Google y Facebook, que verán cómo tendrán que revisar ciertas parcelas de su modelo de negocio para adaptarse a las nuevas directrices.
Se trataba de una de las patatas calientes del Parlamento Europeo, uno de los asuntos más polémicos. Los parlamentarios estaban enfrentados sobre lo más idóneo para la Unión, si aprobar los cambios propuestos para la directiva sobre los derechos de autor o no hacerlo, y finalmente –con un océano de turbulencia por medio– han logrado hacerlo con 438 votos a favor, 226 en contra y 39 abstenciones. Esta hazaña suponía enfrentarse a los intereses de gigantes como Google y Facebook, que verán cómo tendrán que revisar ciertas parcelas de su modelo de negocio para adaptarse a las nuevas directrices.
La propuesta de reforma, que ha vencido a la segunda tras la derrota de julio [cayó con 318 votos en contra, 278 a favor y 31 abstenciones], proponía una actualización de la que se implantó en 2001, cuando Internet era poco más que una promesa a futuro, años antes del nacimiento de plataformas como YouTube o Facebook.
Resumimos en tres puntos las principales claves para comprender la magnitud de lo aprobado y las repercusiones que tendrán en Internet tal y como lo conocemos.
¿Qué había en debate y por qué existía división?
Las discusiones entre los parlamentarios habían sido constantes durante dos años, cuando la Comisión Europea recibió la primera propuesta de modificación. Las diferencias eran casi insalvables y enfrentaba dos escenarios vestidos intencionadamente de tragedia: por una parte, aquellos que consideraban que estaba en juego la naturaleza de Internet, anunciaban la muerte de la libertad sin fronteras; por otra, aquellos que advirtieron de que los gigantes de Silicon Valley se están beneficiando de esa circunstancia para ganar millones con el trabajo de otros.
Los artículos que se han visto involucrados han sido el 11 y el 13. Sobre el 11, implica directamente los derechos de la prensa y la reproducción que realizan estas plataformas de sus contenidos. Lo que contempla es que un diario o una revista decidan no aparecer en agregadores como el famoso Google News, o aparecer y recibir una compensación económica a cambio. Cualquiera de las dos decisiones resulta comprometedora para un medio, pues una puede conducir a la ruina económica y otra, a la invisibilidad.
Asimismo, el 13, que ha levantado más ampollas, tendrá unas repercusiones más importantes. Estamos acostumbrados a escuchar música tanto en Spotify como en YouTube, por ejemplo. Sin embargo, las diferencias en los modelos de negocio de cada uno son abismales. En la compañía sueca, los autores –o sus discográficas– cobran por las reproducciones que reciben, mientras que la plataforma consigue sus ingresos de los usuarios que pagan el plan premium o de la publicidad que se añade entre canciones para los usuarios registrados en el plan gratuito.
El asunto de YouTube es diferente porque es cualquier usuario el que puede subir cualquier contenido a la plataforma, sea el autor o no del mismo. Los procedimientos para eliminarlo posteriormente –si el autor así lo reclama– son más largos y enrevesados, además de requerir un esfuerzo constante. YouTube, por su parte, garantiza a los canales unos ingresos por reproducciones –derivadas de la publicidad–, mientras se lleva la porción más grande de ese pastel. Todo cambiará tras la actualización de la normativa.
¿Quién se beneficia?
Los principales beneficiados de este cambio normativo son los autores, que hasta el momento se han visto ciertamente desprotegidos no solo por estos gigantes, sino también por otros servicios como SoundCloud o Vimeo. Se benefician porque la reforma garantiza una mayor protección sobre sus creaciones y un aumento de los ingresos. El sometimiento a nuevas formas de control aportará más garantías para que los derechos de los autores se respeten en la red. Y, del mismo modo que los autores, los productores, editores o mecenas de los proyectos comprometidos.
Igualmente, aquellos medios que quieran reclamar su parte a los indexadores de contenidos en internet, como algunos servicios de Google o Yahoo!, encontrarán una posición de fuerza en este texto. Más allá de si las consecuencias de enfrentarse a estos transatlánticas sean contraproducentes o no. De hecho, algunos europarlamentarios, tal y como ellos mismos han denunciado, han llegado a recibir hasta mil correos diarios de empresas tecnológicas y activistas para cambiar su postura sobre la reforma.
Y esto, ¿cómo me afecta como consumidor?
En nada, al menos sobre el papel. Los usuarios podrán disfrutar de internet tal y como lo habían hecho hasta el momento. Lo único que cambia es que aumentará la protección sobre las obras artísticas o periodísticas. La modificación no tendrá, pues, repercusiones en rincones esenciales de internet como Wikipedia, Twitter o YouTube, aunque algunos campañas de difamación se hayan empeñado en ello, difundiendo rumores falsos que sostenían –entre otras cuestiones– que supondría el fin de los memes o que se establecerían filtros que nos privarían de libertad en la red.