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Cuando la precariedad vital atraviesa el deseo de maternidad

Conversamos con Noemí López Trujillo, autora de ‘El vientre vacío’, un relato colectivo sobre las expectativas truncadas de una generación.

Cuando la precariedad vital atraviesa el deseo de maternidad

La incertidumbre que ha provocado la crisis es un escenario donde tener hijos da tanto miedo como no tenerlos si los deseas. En El vientre vacío Noemí López Trujillo se sirve de su experiencia y la de otras mujeres, opiniones de expertos y estadísticas para convertir los testimonios individuales en un relato colectivo sobre las expectativas truncadas de una generación.

 

Noemí López Trujillo (Bilbao, 1988) comienza El vientre vacío compartiendo la incertidumbre de prácticamente cualquier persona menor de 35 años. “Pregunto a mis amigas cómo se ven dentro de 10 años. Sabemos lo que haremos la semana que viene, pero no dentro de tres meses. ¿Tendré trabajo? ¿Me echarán de mi casa? ¿Habré conocido a alguien? La capacidad de predecir cómo serán nuestras propias vidas no existe porque la precariedad ha dinamitado la posibilidad de visualizar nuestro futuro”, afirma la periodista, que en este libro de Capitán Swing se pregunta cómo es posible ser madre en un escenario vital de pura supervivencia. Y habla del miedo que provoca tener hijos en esta situación de inestabilidad, pero también del pánico a no poder tenerlos cuando se desean. De la obligación de retrasar la maternidad para intentar alcanzar cierta estabilidad laboral y económica. Y de la odisea que muchas mujeres sufren cuando deciden tenerlos al final de su edad fértil. En definitiva, de la imposibilidad de tener una vida digna e incluso de imaginarla, vaya ésta acompañada o no de un bebé.

Para contarlo se sirve de su experiencia personal, sus deseos y sus dudas, y los de otras mujeres en diferentes situaciones. Cruza estas historias con las opiniones de expertos y montones de datos. Y el discurso fluye, convirtiendo así los testimonios individuales en un relato colectivo sobre las expectativas truncadas de una generación. “El mensaje que nos están dirigiendo es que si no tienes trabajo es responsabilidad tuya. Si no tienes hijos es responsabilidad tuya. Si no cumples tus expectativas vitales es responsabilidad tuya. Si no ahorras lo suficiente, como dice el Banco de España, es responsabilidad tuya. Se responsabiliza a las personas a nivel individual porque es más fácil que buscar una causa estructural: hacerlo significaría estallar las costuras de todo el sistema y eso no interesa”, asegura López Trujillo.

Algunos síntomas: aunque los jóvenes europeos se emancipan a los 26 años, en España esta edad se sitúa en los 29,5 años. Casi el 30% de los españoles entre 15 y 29 años está desempleado frente a la media europea de 13,2%. Nuestro país tiene la mayor proporción de población joven de toda la Unión Europea que trabaja con contrato temporal, el 56,4%. Y un 64,2% de los jóvenes que trabajan a tiempo parcial lo hace de manera involuntaria.

Detrás de estas cifras se encuentra una precariedad que no es solo laboral, sino vital, que no es la excepción, sino la norma. Y la maternidad entra difícilmente en esta realidad. “Me molestan esos argumentos conformistas que parece que viene a cuestionar que tengas unas expectativas vitales. Claro que puedo tener un hijo en un piso de 35 metros cuadrados, pero no es la idea de maternidad que yo tenía. Yo quiero corregir los errores que hay en mi generación para que mi hijo o mi hija no los sufra”, cuenta López Trujillo, que en el libro recuerda que, en este limbo existencial, uno parece tener el deber de sentirse afortunado con cualquier cosa. Porque ella, por ejemplo, dedica un 40% de su sueldo a pagar el alquiler, pero tiene una nómina y vive sola.

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Imagen vía Capitán Swing.

Los españoles quieren tener hijos, pero la precariedad no les deja

A día de hoy, tener hijos (frente a no tenerlos) sigue siendo la preferencia mayoritaria tanto entre mujeres como entre hombres en España. Y el número medio de hijos deseados es, en ambos casos, de dos. Sin embargo, la tasa de fecundidad es de 1,3 hijos, un dato que decrece desde los años 80, pero disminuyó aún más con la llegada de la crisis. En la última década, los nacimientos han caído un 30%. En conclusión, los españoles tienen menos hijos de los que desean y las razones que aducen las mujeres encuestadas son principalmente económicas. La conversación, de hecho, parecen mantenerla siempre ellas. La urgencia por decidir es habitualmente materia femenina. Y porque ellos permanecen, en gran medida, ajenos a estas presiones, López Trujillo decidió centrar su libro en la experiencia de ellas.

Hubo momentos en los que dudé de si tenía que incluir a los hombres porque parece que al final cuando hablamos de maternidad o de tener hijos siempre hablamos desde la perspectiva de las mujeres. Parece que nosotras tengamos que justificar o dar explicaciones tanto de si queremos como si no. Pero la realidad es que históricamente ha sido una cosa nuestra. Yo quería formar un relato de esa maternidad imposibilitada o deseada pero no posible a través de la precariedad porque al final las más precarias somos las mujeres. La visión de los hombres no me interesaba porque ese es otro relato”, explica la autora. “Ellos quieran o no quieran tener hijos, no tienen prisa, sienten que tienen un tiempo ilimitado. A nosotras se nos junta que tenemos la opresión y el cuestionamiento constante junto con el mito del reloj biológico y de la capacidad. Cuando tú eliminas esas cosas entiendo que no te estés planteando constantemente con tus amigos si quieres tener hijos o no. Es una cosa de mujeres, pero no porque lo hayamos elegido nosotras sino porque se nos está obligando casi a que reflexionemos sobre estas cuestiones”, añade.

Volviendo a los datos, España encabeza las cifras de retraso de la maternidad en Europa y es uno de los países del mundo donde las mujeres tienen su primer hijo más tarde, a los 31 años. En nuestro país ya hay más madres de 40 que de 25 y las mujeres que tienen hijos entre los 35 y los 39 duplican el número de mujeres que tienen hijos entre los 25 y los 29. Según Save the Children, el gasto mensual por hijo entre los 0 y los 17 años oscila entre 479 y 626 euros. Y de nuevo, las mujeres reconocen que tienen hijos unos cinco o seis años más tarde de lo que desean. ¿Cómo han respondido los últimos gobiernos a esta cuestión?

“En época de crisis la baja fecundidad parecía un tema secundario porque la gente no tenía empleo. Cómo hablar de conciliación o guarderías gratuitas cuando el paro es del 25%”, explica López Trujillo sobre este problema heredado. “A mí lo que me molesta del discurso de ahora es que se está enfocando en la mano de obra. No se explicita así, pero se habla del invierno demográfico como si tuviéramos un cometido o una obligación de salvar el estado de bienestar o el sistema de pensiones. Cuando igual lo que toca es repensar el sistema. Tenemos una población muy envejecida y una población joven que no puede acceder a un empleo estable o a una vivienda. A lo mejor tienes que pensar en cómo redistribuir esos recursos en función de cómo se están reorganizando las sociedades”, continúa la autora. “El punto no es solo dar soluciones natalicias: yo no quiero un cheque bebé o no quiero solo eso, quiero que reestructures tus prioridades y tus recursos para que se corrijan los errores de modo que no solo se incentive la natalidad, sino una vida digna”, afirma. 

Las clínicas de reproducción privadas, las grandes beneficiarias

Entretanto, quien sí ha sabido aprovechar esa situación ha sido el mercado. “Por un lado, tienes a la política empezando a preocuparse por la baja natalidad. Pero por otro, si quiero tener un trabajo, mantenerlo, aspirar a ascender y romper el techo de cristal, necesito retrasar mi edad de maternidad. Como estas dos cuestiones se contradicen, queda un espacio brutal para que lo cubra la economía privada, en este caso las empresas de reproducción”, señala López Trujillo. “Se han microespecializado en unas cuestiones que hace 15 años no existían porque eran minoritarias. Pero ahora han crecido tanto porque están viendo que hay un retraso en la edad de maternidad y, además, un tiempo de descuento que pueden aprovechar y capitalizar”, desde la congelación de óvulos para las más jóvenes, por unos 5.000 euros, a la reproducción asistida para las más mayores, a partir de 20.000 euros. “La tendencia que se empieza a ver, y que yo creo que se va a imponer, es que solo las personas que se puedan permitir un tratamiento súper costoso de este estilo podrán tener hijos a una edad madura. Porque a la primera la tasa de éxito es baja, lo tienes que intentar varias veces y luego necesitas un colchón para sacar adelante a ese niño. Si no tienes esa estructura económica facilitada al final solo quien salga de una posición más arriba va a poder permitírselo”, remata.

En una cuestión tan íntima como la maternidad, es inevitable que todas las mujeres hagan una lectura personal y muchas veces se culpen por las decisiones que han tomado, algo que también utilizan estas empresas para hacer caja. “Cuando estás retrasando tu maternidad es imposible no buscar la causa en ti porque al final es una cuestión de capacidad, me puedo quedar embarazada o no, y esa cuestión biológica creo que está creando un relato de que depende de ti. Entonces, las clínicas te dirigen mensajes que juegan con ese deseo, ese miedo y esa capacidad. Si no puedes tener hijos nosotros te ayudamos. Tu bebé recién nacido o te devolvemos tu dinero como dice la clínica IVI. En la lógica del mercado es perfecto, pero notas que hay algo ahí como inmoral. Hay una cuestión muy física de personalizar en tu cuerpo una cuestión estructural”, explica López Trujillo.

El vientre vacío nació como una carta de desahogo, pero también como una conversación abierta que la autora, espera, pueda ayudar a otras mujeres a articular un principio de relato sobre cómo la precariedad está dinamitando nuestras vidas. ¿Pero qué podemos hacer? “Para mí la cuestión es empezar a enfocar los errores que se han heredado de la crisis y hacer política más social”, desde la inestabilidad laboral al acceso a la vivienda. “Pero este libro no tiene la intención de corregir, sino de contar lo que está pasando y dejarlo escrito. La Historia tiende a borrar los matices y yo quiero que queden explícitos los detalles porque me parece que la primera cuestión para que esto se solucione, es decir, esto ya lo habíamos advertido y esto ocurrió así”, afirma.

Demostrada la relación entre la precariedad y la baja fecundidad, el retraso de la maternidad o la reducción del número de hijos, solo queda empezar a contar. “Yo no sé si esto se va a corregir en mi generación, no sé si voy a ver la solución, igual tengo que asumir que esto va a ser así siempre, pero el día de mañana, si tengo un hijo o una hija, quiero que sepa que esto es lo que sentía su madre. Y que no le cuenten otra cosa. Al final es crear una verdad en el momento: esta es nuestra verdad contada por nosotras, la exponemos aquí y no podéis decir que esto no pasó o que pasó de otra manera o que es discutible. La palabra también es una forma de cambio”, concluye la autora.

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