A Australia la salvan los voluntarios: 'Estaremos ahí dando lo mejor de nosotros mismos'
Los incendios en Australia comenzaron en septiembre y las llamas parecen no cesar e incluso ser el principio de la peor catástrofe medioambiental de la historia del país
Al menos 26 víctimas mortales, más de ocho millones de hectáreas quemadas, 800 millones de animales muertos y 2.000 hogares destruidos o dañados. Los incendios en Australia comenzaron en septiembre y las llamas parecen no cesar e incluso ser el principio de la peor catástrofe medioambiental de la historia del país. Comienza el verano para el hemisferio sur y las temperaturas se elevan cada vez más, lo que imposibilita el cese de los incendios.
La labor de los voluntarios está siendo crucial para evitar que el desastre se prolongue. De acuerdo con los datos proporcionados por la Cruz Roja de Australia a The Objective, se han registrado alrededor de 49.000 personas voluntarias que han puesto en marcha una labor de auxilio a las víctimas y a los daños ocasionados durante los incendios.
Los cometidos de los voluntarios de la Cruz Roja han sido principalmente la ayuda a víctimas en centros de evacuación y auxilio, aprovisionamiento de comida, agua y objetos de auxilio, controles de bienestar en persona y por teléfono y subsidios de emergencia a personas que han perdido sus hogares durante los incendios.
La organización australiana revela que son más de 2.500 centros de auxilio en los que se ha proporcionado ayuda psicológica a las víctimas. Además, los equipos voluntarios de la Cruz Roja han actuado en gran parte de la isla, desde el estado de Victoria, Nueva Gales del Sur, el sureste de Australia y hasta en la parte oeste del país.
Fuera de las organizaciones más conocidas como puede ser la Cruz Roja, hay múltiples organizaciones pequeñas y medianas que están contribuyendo con la misma labor.
Para entender el compromiso y la ayuda que supone el trabajo de los voluntarios en Australia, nos hemos puesto en contacto con tres personas que están contribuyendo a mejorar la situación en Australia.
Bomberos voluntarios
A diferencia de España, en Australia y Nueva Zelanda además de bomberos a sueldo, hay muchos bomberos que apagan fuegos de forma voluntaria. Para ellos es un compromiso con la comunidad, reciben entrenamiento y si les llaman durante las horas de trabajo, la empresa para la que trabajan les paga el sueldo normal a pesar de las horas de ausencia al trabajo.
Hemos hablado con Robin Thorp, un neozelandés de 38 años que nos ha relatado su experiencia como bombero voluntario. A pesar de vivir en Nueva Zelanda, Robin se ha trasladado en distintas ocasiones a Australia para ayudar a frenar los devastadores incendios.
Robin ha sido siempre un gran atleta, desde una temprana edad ha practicado deportes como rugby o cricket. «Al entrar en la treintena dejé de practicar deportes y necesitaba un nuevo reto. Mi mujer Eve me sugirió que me uniese al Fire Service (el servicio de bomberos)», comenta.
Después de siete años siendo bombero voluntario, reconoce que requiere muchísimo entrenamiento y que supone un gran compromiso. Les proporcionan entrenamiento y cursos de aprendizaje cada vez que tienen que aprender alguna tarea nueva, como la de operador de bomba de hormigón, rescate de emergencia o tratamiento médico.
En cuanto a las obstáculos que afronta a la hora de ejercer como bombero voluntario: «Para mí hay dos dificultades principales. La primera es el compromiso de tiempo que supone esta labor teniendo una familia. Requiere muchísimo entrenamiento responder a los fuegos de manera eficiente constantemente y cada año recibimos más llamadas. La segunda dificultad es que ha crecido el número de accidentes de coche con los que lidiamos en situaciones adversas. Esto significa que empleamos más tiempo practicando la conducción que el tiempo que realmente empleamos apagando fuegos», nos cuenta el neozelandés.
«Ser bombero rural en Australia es uno de los trabajos más difíciles. Temperaturas muy altas, grandes cantidades de carburante, viento y ningún sitio a dónde correr. He estado en situaciones muy peligrosas entrando en edificios en llamas (con el equipamiento y el entrenamiento adecuado, claro) pero jamás tan peligrosas como las que se afrontan en Australia. En febrero de 2019 me trasladé unas semanas a Nelson (Nueva Zelanda) y fue muy peligroso», relata.
Insiste en que la situación sería muchísimo peor sin la ayuda de los bomberos voluntarios. «Lamentablemente en los últimos años ha habido cierto rechazo por parte de los organismos de protección ambiental a permitir que los agricultores quemen algunas tierras en pequeñas partes para evitar incendios más grandes. Esto ha hecho que el trabajo de los bomberos sea mucho más difícil, pero siempre estaremos ahí y daremos lo mejor de nosotros mismos«.
Intercambio de hogares
Además de los bomberos y los voluntarios sanitarios, parte de la población australiana está prestando su casa a voluntarios durante los incendios para que estos especialistas puedan acercarse al foco del problema y ayudar fácilmente.
Hemos contactado con Ana Sala-Oviedo, una mujer española que reside en Australia desde hace 19 años. La barcelonesa, licenciada en arquitectura, se casó con un alemán y han formado su familia allí. Vive en Adelaida y tiene una casa de veraneo en Kangaroo Island, muy cerca de los incendios. Para poder ayudar a los animales ha cedido su residencia vacacional en Island Beach a voluntarios – sobre todo a veterinarios – para que puedan socorrer a las víctimas. «En Australia, todos los centros veterinarios se hacen cargo de animales salvajes sin pedir dinero a cambio», cuenta Ana.
Además, para ayudar a la economía local, ella y su familia están «haciendo de turistas»; comprando en las tiendas de la isla o comiendo fuera. Además nos cuenta, se han sumado a la organización y distribución de donaciones de ropa, comida y agua.
«Tengo una amiga que desde siempre ha ayudado a la vida salvaje de la isla a través del Kangaroo Island Wildlife Network. Ella también trabaja en el centro veterinario de asistente. Sobre todo se ocupa de joeys de koalas huérfanos (por atropellos normalmente) – ella los cuida bajo la supervisión de un veterinario de la isla, hasta que son suficientemente mayores para volver a los árboles». En cuanto supieron del desastre que acechaba Australia, Ana se puso en contacto con ella para preguntar cómo ayudar y ella mencionó que había un grupo de veterinarios que necesitaban alojamiento. «Nuestra casa está fuera de la zona de riesgo (hemos tenido suerte esta vez), pero un poco lejos del hospital así que no se quedaron muchos días. A continuación alojamos a una familia cuya casa estuvo en peligro durante 10 días», explica.
«Cuando me encuentro a alguna zarigüeya o koala herido los puedo llevar a cualquier veterinario. Y después, ellos como especialistas, llevan al animal a asociaciones de voluntarios que llevan a cabo los cuidados del día a día», añade Ana.
Ahora mismo su segunda vivienda está deshabitada, «más que nada porque está lejos de la zona quemada y los voluntarios están muy cansados y si pueden quedarse más cerca, mejor», cuenta. Sin embargo, dos de sus amigas van a ir a ayudar la próxima semana y se quedarán en su casa. «Son enfermeras retiradas y planean ayudar a la vida salvaje», explica.
Ana considera que la labor de los voluntarios está ayudando positivamente al desastre australiano. Sin embargo, muestra cierto rechazo hacia la manera que tiene el Gobierno de gestionar esta crisis. «La sociedad australiana está organizada para contar con voluntarios y creo que se está llevando demasiado al extremo». Considera que en ciertas tareas deberían acudir primero profesionales y después voluntarios. Opina que las Fuerzas Armadas deberían entrenar para ser ellos los que se ponen en primera línea de peligro.
«El Gobierno ha prometido más ayuda pero la ayuda prometida tiene tantas normas que casi nadie podrá acceder a ella. En mi opinión el Gobierno no se está responsabilizando y no está cuidando a la gente. Los escuadrones rurales no tienen suficiente dinero y van a apagar fuegos sin las máscaras protectoras adecuadas. No sé qué consecuencias tendrá para la salud pero estoy segura de que si entrenan a soldados, les proporcionarán la mejor equipación para mantenerlos a salvo», comenta.
En cuanto a los animales, Ana piensa que deberían de invertir más dinero en las asociaciones de voluntarios para que puedan cuidar a animales. «Creo que deberían repartir los impuestos para que estas asociaciones tengan todo lo que necesitan», nos explica Ana.
«Es un trabajo físico muy duro. Hay mucha solidaridad»
Son las 19:00 en Adelaida (Australia) y Donald Thorp acaba de llegar a casa tras haber trabajado durante todo el día en el mismo viñedo en el que trabajó la semana pasada. Don, como prefiere que le llamen, es el padre de Robin Thorp. Nació en Nueva Zelanda pero vive en Adelaida desde hace más de 20 años. Casado con una española, nos relata cuál ha sido su labor como voluntario para frenar la catástrofe que atiza su país de residencia.
«He estado como voluntario vallando cercas en el mismo viñedo en el que estuve trabajando la semana pasada. Es un trabajo físico muy duro«, cuenta cansado después de un duro día que ha comenzado a las seis de la mañana.
«Los recientes incendios en Australia del Sur, particularmente en Adelaide Hills, muy cerca de donde vivo, han tenido un gran impacto nocivo para la propiedad (el viñedo) de un amigo mío. Esto me impulsó a ofrecer mi trabajo como voluntario para poder arreglar los problemas causados por los incendios», nos cuenta.
«Pensé que esta era la mejor manera de ayudar, ofreciendo mi trabajo y mis habilidades», añade Don.
El neozelandés nos explica que los medios australianos están trabajando mucho para motivar a la gente a trabajar y ayudar. «Una de las maneras de pedir ayuda a la gente local y a los turistas es motivándolos a visitar las áreas afectadas después del incendio y a gastar dinero en los pequeños comercios afectados. Como por ejemplo, comprando vino en los viñedos afectados o comiendo en restaurantes y cafeterías afectadas por los incendios. Esto ha sido realmente exitoso», cuenta.
Insiste en lo increíble que está siendo la cantidad de voluntarios que ofrecen su ayuda. Muchas de las personas que se ofrecen se unen a CFS (Country Fire Service), su brigada de bomberos local. Otros forman parte del SES (Servicio de Emergencia de Estado). También están los grupos organizados que acuden a ayudar después de un incendio o una inundación. BlazeAid una de las más activas, opera en todos los estados del país y está formado mayormente por personas jubiladas o por aquellas que pueden dejar sus trabajos una semana y ayudar. A menudo es coordinado por un grupo local como la RSL (Returned Serviceman’s League), un grupo de personas que han luchado en guerras o han servido en el ejército.
«Ha habido una increíble respuesta de los jóvenes, en mayor parte mochileros, de todo el mundo. En el viñedo hay un grupo de seis personas de Holanda, dos de Alemania y la semana pasada había una persona de Canadá», revela Don. Facebook ha sido la principal herramienta para llegar a los jóvenes voluntarios. «Son excelentes trabajadores, jóvenes y fuertes y hay tanto mujeres como hombres», añade.
Asegura que el trabajo que realizan los voluntarios es increíble. «Las últimas dos semanas, he trabajado junto a 20 personas en el mismo viñedo en el que he estado hoy trabajando. Hoy por ejemplo, había 10 personas de BlazeAid y seis mochileros. Es muchísimo trabajo puesto en marcha para ayudar a paliar el daño causado».
«Lo mismo pasa en el resto de zonas afectadas. El trabajo de los voluntarios es deslumbrante y sin ellos, la limpieza, la ayuda, el apoyo y las tareas como cocinar la comida, el transporte, la limpieza de las propiedades dañadas y las vallas no serían posible», concluye Don ilusionado.