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Susi Díaz y otros 230 chefs españoles se unen para acortar las colas del hambre

Restaurantes contra el Hambre, una iniciativa de Acción contra el Hambre y Hostelería de España, vuelve un año más con el reto de luchar contra el hambre, esta vez a la vuelta de la esquina

Susi Díaz y otros 230 chefs españoles se unen para acortar las colas del hambre

Cedida por Restaurantes contra el Hambre

Alrededor de las seis de la mañana de cualquier día –como antes, pero más–, las puertas de comedores sociales se llenan de ciudadanos a dos metros de distancia. Las colas del hambre son más largas a medida que transcurren los meses. La Fundación Madrina, por ejemplo, reparte a diario 1.800 menús a familias vulnerables en Madrid. Durante el pico de la pandemia, atendieron a unas 3.000 familias al día. A principios de septiembre, según contaban a la COPE, habían bajado a 300, pero las solicitudes volvieron a aumentar con la subida de contagios y las nuevas restricciones. ERTEs sin cobrar, bajadas de salario, un Ingreso Mínimo Vital que no asegura esos mínimos –no siempre–. Las colas son ahora más largas y más de la mitad de las personas que ha pedido ayuda durante la crisis del coronavirus lo ha hecho por primera vez en su vida, según Cáritas. 

Las ONG y las asociaciones vecinales han tomado las riendas. La hostelería española –que no pasa por su mejor momento– se volcó para apoyarles desde que se decretó el confinamiento y pudimos entrever lo que se nos venía encima. En marzo, bares y restaurantes bajaron la persiana, pero muchos mantuvieron los fogones en funcionamiento para abastecer a los comedores sociales. Uno de los casos de los que más se ha hablado es el del chef Jose Andrés, director de la ONG World Central Kitchen, que cada día se comprometía, desde su casa a las afueras de la ciudad de Washington, a que llegasen 40.000 comidas al día a Madrid, Cataluña, País Vasco, Andalucía, Galicia y Valencia. No era el único. Susi Díaz, chef de La Finca, en Elche, colaboraba junto a su equipo cada día con el centro de hostelería de la localidad para dar entre 200 y 300 comidas. «La hostelería atraviesa un momento difícil, pero somos un sector solidario que nunca da la espalda a los más desfavorecidos», apunta José Luis Yzuel, presidente de Hostelería España [la asociación que aúna a más representantes del sector].

Acción contra el Hambre y Hostelería España vuelven a unirse, por onceavo año consecutivo, para luchar contra la desnutrición en Restaurantes contra el Hambre. Desde 2008, más de 9.000 restaurantes han conseguido un total de 1.448.200 euros. Este año, algo ha cambiado: ya no hace falta mirar muy lejos, el hambre está a la vuelta de la esquina. Por eso, esta vez, centran sus esfuerzos en España. «El hambre existe por una mala gestión de los alimentos», afirmaba el chef Quique Dacosta en la presentación de esta edición. Un año más, otro granito de arena para que esto cambie. 

Durante un mes y medio (entre el 1 de octubre y el 15 de noviembre), 230 restaurantes en 43 provincias destinan a Acción contra el Hambre una pequeña parte del precio de determinados platos de su carta. Cada uno elige en su carta los platos o menús solidarios. Por cada uno de ellos que pida el cliente, dona entre 50 céntimos y dos euros. Este año, además, incorporan una nueva propuesta ‘Fuera de Carta’: un código QR con el que los clientes podrán aportar una donación.

Susi Díaz –madrina de esta edición de Restaurantes contra el Hambre– sabe que es probable que este año la iniciativa no alcance las cifras de los anteriores. «Muchos establecimientos no van a poder hacerlo porque se están planteando cerrar o, peor, no han podido ni abrir», me cuenta. Aun así, dice mucho de quienes hagan el esfuerzo. Aprovecha la ocasión para hacer un llamamiento al que considera uno de los mayores problemas en España: el desperdicio de alimentos. «No se puede tirar comida a la basura. Hay que llevar un control de lo que se compra en los hogares, para que todo se aproveche». En La Finca trabajan 35 personas que comen allí todos los días. «Todo lo que no es de calidad diez como para dárselo a los clientes pasa a la familia, al equipo. Vamos congelando y buscando maneras para no tirar nunca absolutamente nada».

La llegada de Susi Díaz a los fogones no fue especialmente romántica. Ni siquiera planeada. Su marido se dedicaba a la hostelería y ella a la moda. Llegaron los 80 y decidieron que querían abrir un negocio. «Yo pensé: ‘Lo mismo da vender vestidos que vender platos’». Y así fue como, en 1984, abrieron el primer restaurante. Con el tiempo, la casualidad se volvió rutina y abrió paso a la curiosidad. Susi entraba constantemente en la cocina y compartía sus impresiones con el chef de entonces. Comenzó a leer sobre el tema, a viajar para conocer otros alimentos y maneras de prepararlos. Así, de manera totalmente autodidacta. «Cuando me di cuenta, llevaba una chaquetilla blanca… y ahora llevo 20 años al mando de mi cocina». 

Susi concibe la cocina de una manera humilde, desde el absoluto respeto al producto, su estacionalidad y aquellos que lo trabajan. Durante el confinamiento, con La Finca parada, aprovecharon el remanente de agricultores y productores para las comidas que destinaban a comedores sociales. Como Quique Dacosta –que defiende que el hecho de dedicar tu vida a dar de comer a los demás lleva implícita la empatía–, Susi se siente orgullosa de que la hostelería destaque por su solidaridad en momentos difíciles como este. «Ahora el confinamiento ha terminado, pero la necesidad sigue existiendo». 

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