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Las bacterias contraatacan

La resistencia a los antibióticos se ha convertido en un problema mayor, que amenaza la salud y el desarrollo global y para el que todavía no hay respuestas. Las armas con las que la humanidad había logrado contener durante décadas a gérmenes letales pierden efectividad mientras hay estimaciones que señalan que los fallecimientos por esta causa se contarán por millones

Las bacterias contraatacan

Las azules y tentadoras aguas de Praia do Flamengo, en Río de Janeiro, dejan de tener ese aire paradisíaco cuando se sabe que en uno de sus afluentes, el río Carioca, investigadores del Instituto Oswaldo Cruz detectaron la presencia de una superbacteria, un microorganismo que ha desarrollado la capacidad de resistir a los antibióticos y que puede causar infecciones potencialmente letales y de muy difícil tratamiento.

El que la Klebsiella pneumoniae carbapenemasa, que suele encontrarse en hospitales, se aislara en un lugar donde se realizarán competencias de vela en las Olimpíadas de 2016, hizo que el anuncio le diera la vuelta al mundo y obligó a las autoridades de Río de Janeiro a enviar mensajes tranquilizadores acerca del riesgo que representa. “La bacteria KPC es agresiva en instituciones hospitalarias, pero no resiste el agua salada ni la luz del sol”, aseguró Isaura Frega, presidenta del Instituto Estadual do Ambiente.

Pese a los llamados a la calma, la identificación del germen en aguas abiertas trasciende las preocupaciones por la seguridad del evento deportivo. El alerta por su aparición y diseminación, en principio en Norteamérica y luego en varios países, data de hace algunos años. Un documento de los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos, señala que es un problema en expansión que ha sido reportado en Brasil, Colombia, Francia, Grecia India, Italia, Grecia, Noruega, Reino Unido, Suecia, Italia y Finlandia.

Un brote de esta bacteria -que recibe su nombre porque contiene una enzima que inactiva a los antibióticos carbapenémicos- provocó la muerte de 50 pacientes en un hospital de Panamá en 2011 y causó un escándalo de grandes proporciones que puso en tela de juicio el sistema de salud de ese país. Se responsabilizó a otro episodio registrado en Maryland, Estados Unidos, del fallecimiento de siete pacientes hospitalizados en un centro de los Institutos Nacionales de Salud entre 2011 y 2012.

Una advertencia de la Organización Mundial de la Salud deja en claro la magnitud del riesgo: «La resistencia a los antibióticos carbapenémicos, último recurso terapéutico para las infecciones potencialmente mortales por Klebsiella pneumoniae se ha extendido a todas las regiones del mundo». Hay países donde este tipo de antimicrobianos ya no son eficaces en más de la mitad de las personas con estas infecciones.

La KPC no es la única que puede acabar con la aspiración de una humanidad a salvo de infecciones bacterianas, un sueño que comenzó a hacerse realidad en la década de 1940, cuando se inició la masificación de los antibióticos, tan sólo un puñado de años después del descubrimiento de la penicilina por Alexander Fleming, en 1928. Estos microorganismos, por un proceso natural de adaptación genética, van desarrollando la capacidad de evadir el ataque de los medicamentos creados para exterminarlos, un fenómeno que se ve favorecido cuando estos fármacos se usan de forma indiscriminada.

La Escherichia coli y el Staphylococcus aureus  se cuentan entre los que han desarrollado estrategias efectivas para derrotar a los antimicrobianos. Su letalidad potencial es tal que se calcula que podrían causar la muerte de 10 millones de personas cada año hacia 2050 y provocar una caída de entre 2% a 3,5% del Producto Interno Bruto global, de acuerdo con las conclusiones de un estudio sobre los efectos de la resistencia bacteriana que el primer ministro británico, David Cameron, encargó al economista Jim O’Neill.

“Las bacterias resistentes suelen estar, efectivamente, presentes en ambientes hospitalarios, en áreas como salas de terapia intensiva y salas de recién nacidos. Son más peligrosas para aquellos pacientes que están inmunosuprimidos, como en el caso de las personas que viven con VIH, el virus del sida”, explica en entrevista Ana Carvajal, médico especialista en enfermedades infecciosas y en gerencia de servicios de salud.

Añade que para prevenir la aparición de cepas de este tipo es necesario tomar medidas para evitar o retrasar el desarrollo de resistencia bacteriana. “Incluyen el consumo responsable de los antibióticos, que deben ser utilizados sólo en los casos en que sea necesario, en las dosis precisas y en ningún caso automedicados, la restricción de su uso en animales y en agricultura y la vigilancia y el control rigurosos de las infecciones hospitalarias”, señala.

Aunque parece que hay consenso acerca de las decisiones que deben adoptarse, eso no ha sido suficiente para contener el problema, lo que llevó a Keiji Fukuda, Subdirector General de la OMS para Seguridad Sanitaria, a afirmar que el planeta “está abocado a una era post antibióticos en la que infecciones comunes y lesiones menores que han sido tratables durante decenios volverán a ser potencialmente mortales”. Eso significaría reeditar un mundo en el que las bacterias protagonizaban las principales causas de muerte y en el que procedimientos que son de rutina -como un parto o una apendicectomía- podrían convertirse en episodios de vida o muerte. Los avances de los sistemas sanitarios conseguidos en los últimos cincuenta años se desvanecerían en las próximas cinco décadas, «y tenemos el riesgo de perder esta guerra», advirtió Sally Davies, jefe médico del Reino Unido.

Más episodios ilustran ese cuadro apocalíptico. En 2011, un brote de Escherichia coli enterohemorrágica causó más de 50 muertes en Alemania y cerca de 3.900 afectados en varios países europeos. La bacteria, que en algún momento se sospechó que estaba alojada en pepinos españoles, aunque luego esa posibilidad se descartó, fue descrita como agresiva, resistente a los antibióticos y capaz de desencadenar un cuadro de diarrea hemorrágica potencialmente mortal.

Estimaciones de los Centros para el Control de Enfermedades de Estados Unidos indican que cada año, en ese país, al menos 2 millones de personas adquieren alguna superbacteria y al menos fallecen 23.000 como consecuencia directa de la infección. «Muchas otras personas mueren cada año a causa de una enfermedad que se complicó con una infección resistente a los antibióticos», indican en un informe.

La resistencia bacteriana no conoce fronteras y ese es otro de los obstáculos para su prevención. «Se han hecho advertencias, por ejemplo, acerca de quienes viajan a la India para someterse a una cirugía plástica, atraídos por el bajo costo de las intervenciones, y al regresar a sus países de origen llevan consigo una infección de este tipo», señala Carvajal. El Centro Europeo para la Prevención y el Control de Enfermedades lleva la advertencia más allá y señala que eso puede ocurrir incluso en casos en los que no se ha recibido asistencia sanitaria.

La prevención es fundamental para atajar el problema, pero aunque se haga de forma eficiente, a la larga, el desarrollo de resistencia por parte de las bacterias es inevitable, por lo que la verdadera esperanza está en el hallazgo de nuevos antibióticos. «Sin embargo, hace 20 años que no se han desarrollado mecanismos de acción nuevos», apunta Carvajal. La capacidad de innovación humana podría estar en desventaja frente a la velocidad de la adaptación de las bacterias, alertó un informe del Foro Económico Mundial. «Ninguno de los fármacos actualmente en fase de desarrollo parece eficaz contra ciertas nuevas mutaciones que podrían convertirse en una pandemia».

Otros estudios han señalado que si bien hay esfuerzos para el desarrollo de nuevos antibióticos, en realidad son insuficientes. Una revisión de las investigaciones en curso en 2014 mostró que sólo se experimentaba con 38 productos y de esos apenas 7 estaban en fase 3, un estadio avanzado de pruebas. «Estos medicamentos podrían potencialmente hacer frente a muchas, pero no a todas, las bacterias resistentes. Dado que es inevitable que algunos de ellos no sean aprobados, está claro que hay muy pocos fármacos en desarrollo para satisfacer las necesidades actuales y futuras de los pacientes», señala un documento de The Pew Charitably Trusts.

Esa es la razón por la que la reciente publicación en la revista Nature del hallazgo de un nuevo antibiótico, bautizado con el nombre de Teixobactina, despertó tantas expectativas. Lo que parece más prometedor es que el método que los investigadores usaron permite probar antimicrobianos conocidos como no cultivables en laboratorio, lo que abre un sinnúmero de nuevas posibilidades. Los antibióticos que han sido desarrollados hasta los momentos se caracterizan precisamente porque han sido desarrollados a partir de microorganismos que pueden crecer en condiciones controladas. Otra de las ventajas del recién descubierto antimicrobiano es que se mostró efectivo incluso contra cepas resistentes de estafilococos, micobacterias o clostridium.

A pesar de las esperanzas que ha generado, aún habrá que recorrer un largo camino de pruebas en laboratorio y en seres vivos antes de que sea viable para usarse en humanos, lo que seguramente tomará varios años. Hay voces, como las del experto en el área farmacéutica, Tim Sandle, que se han apresurado a contener la celebración anticipada del triunfo contra las superbacterias. Una de las razones, explica, es que la Teixobactina se ha mostrado efectiva contra las bacterias que se conocen como Gram-positivas pero no contra las Gram-negativas. Ambos grupos se diferencian entre sí por las características de su pared celular y suelen preferir hábitats distintos. Entre estas últimas está la klebsiella.

Al parecer, la humanidad depósito una excesiva confianza en la vigencia de los antibióticos tradicionales. Sandle afirma que el prolongado silencio en la investigación en esta área tuvo que ver con que es lento y difícil el camino para lograr nuevos antimicrobianos efectivos. El poco retorno de la inversión disuadió a las grandes compañías de invertir en este campo durante décadas. Un acuerdo global para combatir la resistencia bacteriana, que será puesto a consideración de la asamblea general de la OMS en mayo próximo, contiene precisamente un llamado a incrementar el financiamiento para el desarrollo científico en esta área. La historia dirá si no fue demasiado tarde.

Marielba Núñez

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