Jonas Bendiksen, el fotógrafo de Magnum que quiso retratar a Dios
Cuando el fotógrafo de la agencia Magnum Jonas Bendiksen (nacido en Tønsberg, Noruega, en 1977) iniciaba su carrera profesional, en los años 90, estaba en Rusia y leyó en un periódico la historia de Vissarion, un antiguo policía de tráfico que decía haber recibido una revelación. Desde aquel momento, Vissarion ha mantenido que es el mesías y ha logrado congregar a un grupo de entre 5.000 y 10.000 seguidores. «La historia se me quedó rondando en la mente», recuerda Bendiksen, «así que cuando empecé a pensar en la religión me pregunté si seguía ahí y si seguía diciendo que era el mesías; y luego empecé a encontrar otros que decían lo mismo», cuenta a The Objective. Fue ahí cuando Jonas Bendiksen tuvo su propia revelación, aunque mucho más prosaica: se propuso recoger la historia de estos hombres en The Last Testament (Aperture/GOST, 45 euros), un libro en el que explora la cotidianidad de siete hombres que dicen ser la segunda venida de Cristo, con los que el fotógrafo pasó un total de tres años. «Pensé: ‘Vale, esta es mi oportunidad. Básicamente, puedo ir a visitar al propio Jesús'».
Cuando el fotógrafo de la agencia Magnum Jonas Bendiksen (nacido en Tønsberg, Noruega, en 1977) iniciaba su carrera profesional, en los años 90, estaba viviendo en Rusia y leyó en un periódico la historia de Vissarion, un antiguo policía de tráfico que decía haber recibido una revelación. Desde aquel momento, Vissarion, antes conocido como Sergey Anatolyevitch Torop, ha mantenido que es el mesías y ha logrado congregar a un grupo de entre 5.000 y 10.000 seguidores.
«La historia se me quedó rondando en la mente», recuerda Bendiksen, «así que cuando empecé a pensar en la religión me pregunté si seguía ahí y si seguía diciendo que era el mesías; y luego empecé a encontrar otros que decían lo mismo», cuenta a The Objective. Fue ahí cuando Jonas Bendiksen tuvo su propia revelación, aunque mucho más prosaica: se propuso recoger la historia de estos hombres en The Last Testament (Aperture/GOST, 45 euros), un libro en el que explora la cotidianidad de siete hombres que dicen ser la segunda venida de Cristo. «Pensé: ‘Vale, esta es mi oportunidad. Básicamente, puedo ir a visitar al propio Jesús'». Pasó con ellos un total de tres años.
Vissarion, el policía reencarnado en mesías, ha reunido en Siberia a toda una comunidad, que vive bajo preceptos de vegetarianismo, ecologismo, ascetismo y colectivismo (no en vano su revelación ocurrió alrededor de la caída de la URSS). El brasileño INRI Cristo, por su parte, ha congregado a 16 discípulas (la mayoría son mujeres) en Nueva Jerusalén, o sea, las afueras de Brasilia, desde que recibiera su primera revelación, en 1979 después de Cristo. «Todos se basan en la teología y el cumplimiento de las profecías de las Escrituras».
Bendiksen cuenta la historia de todos ellos en su nuevo libro, un ejercicio de antropología religiosa en el que vuelve a tratar una de sus preocupaciones recurrentes: lo aislado, lo apartado. Ya lo había hecho en The Places We Live, en el que explora los lugares en los que viven distintas personas en situación de exclusión social, y en Satellites, en el que retrata la vida en repúblicas no reconocidas internacionalmente situadas en la periferia de la antigua Unión Soviética. «Me interesan las cosas, la gente, las ideas… que están un poco fuera de lo mainstream y que desafían la forma en que nos vemos a nosotros mismos».
Y esta preocupación, en The Last Testament, se concreta en «esa necesidad o ese deseo de creer en algo». Pero en el caso de estas creencias, Bendiksen señala una diferencia que resulta fundamental a la hora de entenderlas: los fieles viven en contacto con lo divino. «Aquí hay una presencia física. A veces la gente habla de Dios como una fuerza que determina la naturaleza y todo se vuelve muy abstracto. Aquí es físico y cualquier pregunta que tengas puede recibir respuesta».
Pero para dar respuestas satisfactorias, solo hay dos posibilidades: la auténtica creencia en lo que se predica o un guion magistralmente estudiado. Jonas Bendiksen tiene fe en que la primera alternativa es aquí la verdadera. «Para ser sincero, creo que las personas a las que conocí sencillamente pensaban que de verdad tenían una relación con Dios, sea como sea y venga de donde venga», relata. «Algunos quizá crean que viene de Dios, otros quizá crean que viene de dentro de ellos. Han oído una voz, han recibido una revelación que dice que ellos son el mesías, la segunda venida. Y están actuando en consecuencia, haciendo lo que ellos creen que es lo mejor para la humanidad, para todos nosotros. En cuanto a la religión, yo soy escéptico y no me dio la impresión, a pesar de mi propio prejuicio, de que fueran grandes manipuladores del alma humana. Creo que si estás buscando a personas a las que se les dé bien manipular a la gente para obtener riqueza y poder, hay un montón de líderes eclesiásticos que hacen eso mucho mejor que estos tipos».
El fotógrafo también señala una característica común a todos ellos: «Tienen una fe extraordinaria en sí mismos. Todos creen que son líderes importantes para la raza humana; es algo que requiere mucha fe en tu propia talla e importancia». E ilustra su hipótesis con un ejemplo: «Ninguno de ellos pareció nunca muy interesado en quién era yo y ni una sola vez en tres años me preguntaron lo que yo creía. Ni siquiera me preguntaron dónde se iba a publicar esto, en qué revista o qué aspecto tendría el libro. Creo que me veían como alguien del exterior que estaba verdaderamente interesado y que podía funcionar como mensajero para difundir la palabra al mundo».
A lo largo de la entrevista, es Bendiksen el que plantea la pregunta más inteligente de la conversación: «¿Qué hace a cualquiera de las afirmaciones de estos mesías menos plausibles que todas las demás cosas en las que cree la gente de fe en todo el mundo; qué hace a estas afirmaciones menos plausibles que las del Papa o que la creencia en la resurrección o en milagros? Es algo que me he preguntado muchas veces y, cuanto más profundizo en ello, más creo que no se puede decir que sea menos plausible».