¿Quién es Edward Blum, el hombre que quiere acabar con la discriminación positiva en EEUU?
Detrás de tres influyentes casos está el mismo hombre, un ingeniero conservador con una cruzada personal. Él es Edward Blum y quiere eliminar todo rastro de discriminación positiva de Estados Unidos.
Una enigmática organización, llamada Estudiantes a favor de las Admisiones Justas, ha denunciado a Harvard por discriminar a los estudiantes asiático-americanos en favor de los latinos y los negros en sus procesos de admisión. En 2013, el Tribunal Supremo de Estados Unidos votó a favor de tumbar partes de la ley de Derecho al Voto de 1965, considerada una de las piezas más importantes en legislación de derechos civiles del país. Tres años más tarde, una estudiante pelirroja llamada Abigail Fisher perdió en una polémica sentencia contra la Universidad de Texas, a la que había denunciado por discriminación tras negarle una plaza.
Detrás de estos tres influyentes casos está el mismo hombre, un ingeniero conservador con una cruzada personal. Él es Edward Blum y quiere eliminar todo rastro de discriminación positiva de Estados Unidos. Blum no es abogado, pese al largo historial de pleitos judiciales que tiene a sus espaldas. Todos sus casos han sido elegidos cuidadosamente para representar su causa y obsesión: eliminar las ventajas raciales de la vida americana.
Blum quiere que las universidades no tengan en cuenta el origen para admitir a los estudiantes, ni si pertenecen a colectivos minoritarios o discriminados. Blum busca desmantelar los programas de diversidad de las instituciones. Blum rechaza cualquier medida que trate de paliar la desigualdad estructural ya arraigada en el sistema americano.
«La mayoría de los americanos no quiere que la raza sea parte de su solicitud para la universidad. No quieren que la policía use la raza como una herramienta para hacer perfiles y prevenir crímenes. No quieren que los fiscales usen la raza como criterio para componer jurados. Tu raza y tu etnia no debería ser algo que te ayude o te perjudique en tus esfuerzos vitales», le dijo Blum a The Boston Globe.
Blum, de 66 años, está convencido de que las medidas influidas por un criterio de raza violan los principios de igualdad. Rachel Kleinman, consejera de la organización por los derechos civiles NAACP Legal Defense, asegura a The New York Times que la obsesión de Blum por la discriminación positiva (conocida en EEUU como affirmative action) responde a «un miedo de la gente blanca a perder sus privilegios en favor de otros colectivos que consideran menos merecedores».
De hecho, la primera demanda de este tipo de Blum fue fruto de una experiencia personal. El ingeniero se postulaba como congresista por la ciudad de Houston (Texas) por el partido republicano en el año 1992. Perdió. Lo que más le molestó de aquella derrota, según sus propias palabras, fue ver con claridad que su distrito «estaba diseñado para hacer más fácil conseguir un puesto a un candidato de un colectivo minoritario». Interpuso una denuncia por fraude electoral racial. El Tribunal Supremo falló en su favor en 1996.
Desde entonces, comenzó a interponer demandas similares en otros estados. En total, ha orquestado más de dos docenas de procesos judiciales que cuestionan las prácticas de discriminación positiva a lo largo y ancho de todo Estados Unidos. Los más sonadas son tres:
2013: Shelby v. Holder
En 1965 se aprobó en Estados Unidos la ley de Derecho al Voto, esta regulación establecía, entre otras cosas, que los estados que tuvieran un historial de discriminación racial en sus procesos de voto tenían que pedir permiso a las autoridades federales antes de modificar sus leyes. Por ejemplo, el condado de Shelby, en Alabama, estaba supervisado porque en 1965 tenía una prueba de lectura y escritura diseñada para evitar que los negros votaran. Así, el objetivo de esta supervisión federal era que este tipo de situaciones no se volvieran a producir.
Sin embargo, Blum en su intención de “corregir los tongos” de los distritos que favorecen a candidatos de minorías raciales, llevó al Supremo varias partes de la ley de Derecho al Voto. Fue en el caso Shelby contra Holder. El Tribunal, con cinco votos frente a cuatro, anuló la disposición clave de la supervisión federal. Blum ganaba.
2016: Fisher v. Universidad de Texas
Abigail Fisher es una mujer blanca que fue rechazada en su proceso de admisión en la Universidad de Texas. Blum llevaba meses buscando representar a un candidato blanco con el que desafiar los criterios del centro. La demanda decía que la política de admisión del centro, que consideraba la raza como un criterio a tener cuenta, era inconstitucional.
El caso fue a la Corte Suprema dos veces. Abigail Fisher fue representada como una estudiante poco estelar y vilipendiada por apoyar una agenda racista. Finalmente el Supremo reafirmó en 2016 que la raza como parte en el proceso holístico de admisión era consistente con la Cláusula sobre protección igualitaria, parte de la 14 enmienda de la Constitución de EEUU.
El Alto Tribunal apoyaba que las universidades tuvieran en cuenta la raza en la admisión de estudiantes. Blum perdía. Pero no se daba por vencido.
2018: Students for Fair Admissions vs. Harvard
Tras perder en el caso de Fisher, Blum trató de enfocar de otra manera su demanda contra la discriminación positiva. Así, formó la asociación Estudiantes a favor de las admisiones justas como un vehículo para cursar la demanda. En la cúpula de esta organización está él como presidente, acompañado de Abigail Fisher y del padre de esta, Richard Fisher.
Blum empezó a reclutar estudiantes asiáticos que se sintieran agraviados con los que desafiar el proceso de admisión de Harvard. La demanda alega que la universidad limita el número de asiáticos, pese a sus buenos expedientes, en un esfuerzo por potenciar las solicitudes de otros grupos raciales y étnicos como los negros y latinos. La organización también asegura que Harvard no ha puesto suficiente empeño en crear un cuerpo estudiantil diverso sin utilizar la discriminación positiva. La premisa de Blum es la misma que en el caso de Fisher: tener en cuenta la raza para admitir estudiantes viola la cláusula de protección igualitaria de todos los americanos.
Harvard rechaza todas estas acusaciones y asegura que sigue la guía del Tribunal Supremo, que la raza es uno de los muchos factores que cuentan en la revisión holística de las solicitudes como las notas, las puntuaciones en los tests, las actividades extracurriculares o el entorno familiar.
En su último proceso de admisión, Harvard recibió 42.749 solicitudes, solo 1.900 estudiantes entraron, menos del 5%. Entre estos admitidos, el 23% era asiático-americano. Un porcentaje muy superior al peso demográfico de este colectivo, que es el 6% del censo, según South China Morning Post.
El juicio, que tendrá lugar este otoño, durará alrededor de tres semanas, pero sea cual sea el resultado, lo más probable es que termine en manos del Tribunal Supremo. Será la última ronda para sentar —o no— precedentes que permitan a las universidades, con ciertos límites, mantener el criterio de raza en sus admisiones.
¿Qué pasa si Blum gana?
¿Cómo ha conseguido Blum llevar a cabo estos procesos legales sin ser abogado? The New York Times explica que se debe a que es un gran «casamentero» capaz de unir dos fuerzas: estudiantes y colectivos que creen que están siendo maltratado por culpa de esta justicia racial, y a donantes conservadores que financian su trabajo y el de los abogados republicanos de alto poder que se presentan ante los tribunales. Los proyectos de Blum han recibido alrededor de 2,9 millones de dólares de DonorsTrust, un fondo de donantes conservadores, y de afiliados sin ánimo de lucro, entre 2010 y 2015, según The Times.
La cruzada de Blum se enmarca dentro de las acciones que la Administración de Trump «está llevando a cabo para cambiar los históricos criterios para fomentar la diversidad profundizados por Obama, y apostar por nuevas directrices para la educación, neutras a la raza”, según apunta la politóloga Máriam Martínez-Bascuñán en El País.
El objetivo de Blum, coinciden muchos expertos, no es beneficiar a los asiático-americanos, que son un mero instrumento. «Blum solo está intentando usar a los asiático-americanos como una coartada de su verdadera agenda: cambiar las políticas para que, en última instancia, salgan beneficiados los estudiantes blancos que ya tienen la mayoría de las ventajas en los procesos de admisión y en la vida general», le contó a Politico Nicole Ochi, una abogada de Asian American Advancing Justice, que defiende a Harvard en el juicio.
Así, los principales beneficiarios si Blum consigue ganar su cruzada contra la discriminación positiva serían los solicitantes blancos. Porque eliminar una herramienta como la discriminación positiva supone ignorar que la estructura de poder en nuestras sociedades está marcada abrumadoramente por el género y la raza.