Pedro Vera: “Yo soy cinturón negro de ranciedad”
Después de dos décadas dibujando para El Jueves y 8 años disfrutando del filón de los Ranciofacts, el corrosivo Pedro Vera analiza el éxito de sus cuñados.
Después de dos décadas dibujando para El Jueves y ocho años disfrutando del filón de los #ranciofacts, el corrosivo Vera analiza el éxito de sus cuñados, los comentados límites del humor y el advenimiento de los ofendiditos gracias al uso masivo de las redes sociales.
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Nadie podía imaginar, ni siquiera el mismo Pedro Vera, que los chistes de cuñados se convertirían en su particular e inacabable mina de humor, un fenómeno viral y social que traspasa las redes para colarse en todas las cenas navideñas, además de un fiel retrato de nuestra sociedad en general y de todos y cada uno de nosotros en particular. Porque lo maravilloso del término es que todos escondemos un cuñado. Y deberíamos estar dispuestos a carcajearnos de él.
“No hay ningún plan trazado, aquello fue una cosa inesperada”, cuenta Vera a The Objective. “Yo tenía en la cabeza las frases hechas de los periodistas, eso de ‘marco incomparable’, ‘la madrileña Puerta de Alcalá’, ‘imágenes cedidas por un videoaficionado’ y, de repente, vi un filón: creé el hashtag #ranciofacts en Twitter en 2010 y esa misma tarde fue trending topic”, asegura. “Después el tema entró muy bien en El Jueves” y de la mano de ¡Caramba!, sello de Astiberri, en cuatro recopilatorios de sus viñetas: Ranciofacts (2014), Mi puto cuñado (2015), Rancio no, lo siguiente (2016) y Saliendo de la zona de confort (2018).
De la casualidad al éxito editorial va algo tan sencillo como retratar algo tan identificable como el costumbrismo español como demuestran sus más de 30.000 ejemplares vendidos. Y subiendo. “Básicamente el cuñado y lo rancio consisten en repetir como loros frases que te dan hechas y cada uno repite las de su cuerda. Esto es como lo de Alien: todos y todas tenemos un cuñado luchando por salir al exterior y en todos los ámbitos de la vida: lo masculino y lo femenino, la izquierda y la derecha”. Pero también en los bares hipsters de cereales o azulejitos y la familia real; las anecdotillas de las retransmisiones de la lotería y los foros de internet; el fútbol en el sentido más amplio –ojo aquí a otra inagotable fuente, El chiringuito de Jugones– o las fotitos que casi todos suben en Instagram, por ejemplo, entre cañas y gambitas, para decir, ‘aquí sufriendo’. Sin olvidar maravillosas expresiones, amadas y odiadas a partes iguales, como ‘efectiviwonder’, ‘chichinabo’ o ‘qué nivel, Maribel’.
“Yo no lo inventé, pero tengo gran parte de la culpa de la expansión del término cuñado” afirma Vera entre risas. “Es súper práctico porque resume un montón de conductas y de actitudes que todos tenemos en la cabeza desde tiempos inmemoriales… así que normalmente la gente se lo toma con sentido del humor”. Normalmente. “La gente suele reaccionar peor, claro está, con temas de política, pero en ambos lados, los entre comillas progres y los entre comillas fachas. Hice una viñeta donde me reía de esos señores con pantalón de pana que dicen ‘Yo corrí delante de los grises, niñato’, de todo ese rollo Ismael Serrano”, quien, por cierto, se tomó con mucha guasa todo el cachondeo a costa de su Papá cuéntame otra vez en Twitter. “Un señor mayor de izquierdas me dijo, ‘a ver si tienes cojones a hacer bromas de fachas’”, recuerda entre risas. “Pero la gente no lee la revista, lee perdigones sueltos por las redes sociales”.
La política y el fútbol, los temas más polémicos para hacer humor
Después de dos décadas publicando sus historietas en El Jueves, Vera es un justo observador de cómo se ha transformado la concepción del humor y del surgimiento y proliferación de los ofendiditos. “Antes había cierto feedback, pero ahora el campo de batalla se ha abierto mucho porque lo que yo dibujo no solo llega a quien está dirigido, que es el lector de El jueves, sino a todo el mundo a través de Whatsapp”, afirma. “Entonces surgen los disgustos, los malentendidos, la gente que se enfada… pero a mí francamente me importa menos que nada”, añade.
“En la vida real no se aprecia, pero te metes en redes sociales, sobre todo en Twitter, y notas como un clima general de crispación, la gente está muy encabronada y a la que salta. Yo veo los toros un poco desde la barrera: entro ahí, pongo mi viñeta o cualquier gilipollez y ya, porque se supone que mi cuenta es de humor y es de lo que yo vivo”, explica Vera, que no obstante dice sufrir pocos ataques. “Cada uno intenta gestionar sus redes sociales de la forma que piensa que es mejor. Yo soy una persona muy educada, no entro jamás en ningún tipo de debate, entre otras cosas porque es una pérdida de tiempo. Si no tengo tiempo para contestar a los que van de buen rollo, como para contestar a los que van a insultar. Entonces en principio no tengo problemas”, comenta. “A la mayoría de la gente que me responde le gusta lo que subo. Pero cuando un tuit tiene cierta repercusión, más de 1000 retuits por ejemplo, siempre hay por porcentaje de gente que viene a insultar. Pero ni bloqueo, ni silencio: sigo dándole al scroll hasta que leo algo que me interese”, comenta estoico. Porque detrás de los comentarios obcecados no suele haber mucha reflexión.
En este sentido, el fútbol es otro campo de minas como demuestra el hecho de que Cristiano Ronaldo se dedicara a firmar autógrafos a sus fans en la puerta del juzgado tras firmar la sentencia que le condenaba a 23 meses de cárcel y a pagar 18,8 millones de euros por defraudar a Hacienda. “Un montón de parados aplaudiendo a una persona que ha defraudado mogollón de millones. ¿Hay algo dentro de esas cabezas? Cada uno tendrá su religión futbolera, pero ¿cómo puedes jalear eso? Pasa lo mismo con todo el tema de la unidad de España. Te dan una banderita y parece que se te olvida que esos mismos políticos nos han robado, se han llevado millones a paraísos fiscales y han hecho daño a los ciudadanos, a los españoles de verdad. Es una maquinaria perfectamente engrasada para machacar al pobre y encima de cabrón, apaleado”, asegura indignado.
Con las elecciones generales a la vuelta de la esquina –el 28 de abril– y la amenaza de la ultraderecha, Vera continúa comentando el gobierno de la opinión diciendo: “No leemos los programas políticos, realmente nos quedamos con cuatro titulares que impactan más y se vota por lo que sea, porque te cae bien o porque odias al contrario. Porque esto de la política es un poco como el fútbol. Eres de un equipo hasta la muerte y lo que te diga el líder de tu equipo o del partido te lo comes, pero no te lees la letra pequeña, que está llena de barbaridades, con recortes de libertades y un retroceso brutal en los derechos”. Y remata: “Habría que preguntar a los votantes de Vox si están de acuerdo con su programa. No estoy llamando analfabeta a la gente, pero no se preocupan por informarse”.
En esta era de la posverdad, muchos consensos están desapareciendo y la realidad y la ficción a veces parecen mezclarse. “Trump dijo que podría pararse en mitad de la Quinta Avenida a disparar a la gente y que no perdería votantes. Ya no se sabe dónde está el límite o qué se considera tolerable socialmente. Como eso de ‘prefiero que me roben los de derechas y no los de izquierdas’”, sentencia.
A vueltas con los límites del humor
La persecución de publicaciones satíricas como El Jueves o Mongolia y programas de televisión como El intermedio han llevado tanto a los cómicos como al público en general a preguntarse si el humor debería tener límites, a lo que Vera responde con un rotundo no. “Todo depende del contexto. Mi intención es hacer reír a la gente, no joder a nadie. Si luego sale de contexto y en otro sitio no funciona es otra cuestión. Yo tengo claro que el que compra mis libros ya sabe lo que compra y el que pilla una viñeta suelta no es la persona a la que está dirigido el chiste”. Por eso asegura que nunca los ha explicado ni se ha autocensurado. “El único límite que yo me pongo es que sea gracioso”, asegura. Y en este sentido, concluye: “Yo pienso que lo que se está persiguiendo es la disidencia, a todos los que piensen de manera contraria a quien ejerce el poder porque el humor y la cultura son herramientas poderosas”.
De hecho, Vera ha ampliado el objetivo de los chistes casposos y ya no solo son objeto de mofa los inmigrantes, las mujeres o los homosexuales como venía ocurriendo en el humor español más rancio. Ahora el hombre blanco cisgénero heterosexual y muchas de sus cavernícolas costumbres son el foco de las bromas. Y eso a algunos machirulos les escuece. “Todo son risas hasta que se ríen de lo tuyo”, afirma Vera mientras repasa los nombres de algunas de sus celebrities. “Bertín Osborne es un icono. Ortega Cano es too much, es que tiene una vida apasionante. Arturo Pérez Reverte da todo lo mejor. Carlos Herrera es un icono de la causa. Javier Cárdenas da mucho juego también. Y Rafa Nadal: no pasa un fin de semana que juegue sin que sea trending topic el #vamosrafa, es como la paella del domingo”.
En general, Vera asegura que los retratados no suelen ofenderse. Con una excepción. “En un ranciofacts sobre emprendedores dibujé a Josef Ajram. Yo hacía una especie de denuncia porque salía en un libro de texto de Anaya en el que ponía ‘mis héroes son Los Beatles y Josef Ajram’ y me quedé a cuadros. La caricatura me salió de puta madre, cambié los tatus con mantras motivacionales por pollas y culos tirándose pedos y me bloqueó en redes”, comenta a carcajadas.
Porque este antropólogo de lo rancio simplemente observa la realidad y la retrata con ironía en sus viñetas, de las que también es protagonista. “Yo soy cinturón negro de ranciedad. Por favor, que nunca dejen de poner películas de romanos en Semana Santa. O me encanta la costumbre de golpear con los nudillos en la barra del bar cuando te despides para escuchar el sonido del cinc”, comenta divertido. Pero en ocasiones también se moja. “Hay cosas que no se pueden aguantar como eso de ‘a ver cuándo hacemos el día del orgullo heterosexual’. Tampoco me gusta nada la polarización que hay, el recorte de derechos, la precariedad laboral, la falta de horizontes y perspectivas para la gente joven… No quisiera pecar de pesimismo, pero no estoy nada contento con el rollo que están tomando las cosas”, añade.
Si Vera no se cansa, tendremos Ranciofacts y humor cuñado para rato porque cada día surge un tema nuevo del que reírse. “Esto es como ir podando en la jungla, que te das la vuelta y aparece otra rama. Estoy en la minipunta del iceberg”, y sigue enumerando temas. “Ahora la gente está con Marie Kondo, eso del menos y más, y los rancios de nuevo cuño dicen, ‘como venga Marie Kondo y vea los millones de libros que tengo… jojojo‘”. De hecho, sus seguidores en las redes sociales también participan proponiendo ideas. Ahora mismo su cuenta de Twitter bulle con #RanciofactsWhatsapp.
“Yo tengo un Word con muchísimos temas: motos, fútbol o lo que sea. Tiro la caña a Twitter y me dan muchas ideas. Uno me puso una foto de un váter y fuimos rellenando chorradas de los váteres públicos: las firmas y los comentarios en las paredes y las puertas –’usted no la tiene tan larga como cree’– o los iconos modernos de hombres y mujeres: hemos pasado del hombre con chistera y bigote y la señora con paraguas a jeroglíficos que no sabes dónde te metes”, explica.
“También estoy con la caza: la estética, la terminología, la gente que lo práctica, da mucho de sí. Y he ido apartando todos los que he hecho de cine, así que podrían darme para otro libro. Las entregas de los premios Oscar o los Goya con las caras de expectación, las caras de falsos, sacar el papelito antes del discurso y luego guardarlo para decirlo de memoria, enfocar a los Bardem para ver si se han reído del chiste”, continúa y regala otro ranciofact: “es curioso que para muchos en España todo sea lo mejor menos el cine”. Para terminar, si este universo les parece poco, denle una oportunidad a sus famosos Ortega y Pacheco, que ¡Caramba! también ha comenzado a recopilar. Pero esa es otra historia.