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Minas, profetas y delirio colectivo: El Apocalipsis según Robert Coover

El origen de los brunistas, escrita en 1966 por Robert Coover, es una historia hilarante y cruel sobre la construcción de un culto apocalíptico.

Minas, profetas y delirio colectivo: El Apocalipsis según Robert Coover

La editorial Pálido Fuego ha publicado El origen de los brunistas, la primera gran obra del escritor Robert Coover, con la que ganó el Premio de la Fundación William Faulkner en 1966. Una historia hilarante y cruel sobre la construcción de un culto apocalíptico en un pueblo minero.

 

Terraplanistas que organizan travesías para llegar al muro de 60 metros que separa el fin del mundo del abismo, predicadores evangélicos convertidos en estrellas del rock congregando a multitudes que esperan ser salvadas, creacionistas burlándose de Darwin, ligas anti vacunas y anti abortos, y anti “todo”, gobiernos que amenazan con la guerra nuclear como si jugasen a “Hundir la flota” y un Apocalipsis anunciado periódicamente, pero que no acaba de llegar jamás. O igual lo ha hecho ya…

El escritor Robert Coover, uno de los padres de la ficción posmoderna norteamericana que amenaza con destruir todos los mitos a través de sus novelas, aunque admita no haber encontrado todavía la fórmula -eso quiere decir que nos queda Coover para rato-, es, asimismo “un realista intransigente”. Como Kafka y como Beckett, dice. Y a tenor de la locura de mundo en que vivimos, su uso magistral de la parodia y su acidísimo humor son las mejores armas narrativas que se me ocurren para hablar del delirio colectivo. La editorial Pálido Fuego acaba de publicar El origen de los brunistas, novela que lo catapultó a la fama y con la que ganó el prestigioso Premio William Faulkner en 1966. Una historia hilarante y cruel de cómo se construye un culto religioso apocalíptico, que comienza con una catástrofe en una mina de un pequeño pueblo, de la cual solo se salva milagrosamente un minero, Giovanni Bruno.

Bruno, o “El Que Ha de Venir”, es un tipo extraño y silencioso -la víctima favorita de los abusones- que acaba convirtiéndose en una especie de profeta para un grupo cada vez mayor de excéntricos personajes, entre los que se cuentan viudas de mineros, abogados fanáticos de la numerología, médiums que se comunican con entidades espirituales o parroquianas que echan las cartas, y que cada día 8 de mes esperan entre impacientes y aterrorizados que llegue el Juicio Final. E interpretan las señales: un pájaro blanco en el interior de la mina, la primera. Y de ahí, podemos esperar cualquier cosa…

Un mosaico satírico y brutal de la sociedad norteamericana y el fanatismo religioso.

Pero, además, El origen de los brunistas es la historia de un pueblo, de cada uno de los habitantes, seguidores del apabullado Bruno o no, que se enfrentan a sus conflictos diarios: el desempleo, la infidelidad, la soledad, la voracidad sexual, la identidad y los conflictos culturales, el periodismo sensacionalista, la crueldad de los niños o violencia en el seno familiar; conformando un mosaico satírico y brutal de la sociedad norteamericana. De hecho, la forma en la que Coover narra, primero dibujando una panorámica de la situación y luego interrumpiendo el relato para hacer un “zoom” profundo y revelarnos parte de la vida de uno de esos personajes es precursora en cierta medida de la narrativa digital y la manera en que funciona nuestro cerebro: yendo de una idea a otra, recreando una escena aparentemente anodina de nuestro pasado para luego profundizar o saltar a la siguiente, asociando conceptos y recuerdos. A nadie le sorprenderá que el autor lleve años investigando la literatura electrónica y las formas futuras de contar historias, y augure que el libro tradicional terminará tarde o temprano, y que la literatura del futuro será una mezcla de imágenes, sonidos y texto. “¡Aún estamos esperando -profetiza Coover- al Cervantes del siglo XXI”.

Minas, profetas y delirio colectivo: El Apocalipsis según Robert Coover 1

 

Feliz fin del mundo «brunista»

Sin duda, su obra es experimental y exigente; es decir, recomendable a aquellos lectores activos que no esperen seguir una narración absolutamente lineal, donde todo quede claro desde el inicio; monólogos interiores se enlazan con salmos o extrañas cartas escritas por “La mano negra”, escenas de una mala baba increíble conviven con chispeantes diálogos, juegos de palabras y metáforas tan poéticas y bien traídas que pasas de la risa a la emoción y la sorpresa, acompañado de un “¡qué bestia!” y acabas cubierta de carbonilla. Pero también es una novela muy política a la que años después siguió una secuela, The Brunist Day of Wrath, que Coover decidió empezar a escribir en el año 2000, tras la victoria electoral de George Bush y el auge de la derecha religiosa en Estados Unidos.

 

Mejor que tratar de adivinar en los posos de café si os prendará o no esta sensacional novela, comparto un fragmento protagonizado por Eleanor Norton, desde ahora mi médium de cabecera. Por cierto, el 8 de marzo de acerca. ¿Qué planes tenéis para el fin del mundo?

“En ese momento la señora Norton alzó los delgados brazos poco a poco ante sí en una suerte de bendición, por así decirlo. Miller entendía bastante bien su tarea: ella era quien había convocado aquella cosa y sentía la presión de dar resultados; si no lo hacía, seguramente perdería el cetro.

¡Escuchad al Pájaro Blanco! -ordenó, rompiendo el silencio y dando lugar a que algunos se sobresaltaran. Himebaugh aspiró con fuerza-. ¡Giovanni Bruno! ¡El Que Ha de Venir! -Las viudas y la señora Hall susurraron unos amenes maullados-. ¡Miramos hacia el este! ¡Miramos hacia el oeste! -La mujer tenía una voz excelente, fuerte y clara-. (…) ¡Evitad lo ilusorio y buscad la sabiduría del amor! ¡Pues sabemos que se avecina un tiempo en que el alma nadará en el vasto y vacío mar de la iluminación! -Betty Wilson había empezado a gimotear en voz baja.

(…) Giovanni Bruno levantó una mano y el cuarto se sumió en el silencio. Esperaron.

La tumba…-dijo, y sonó raro, como si las palabras hubieran sido forjadas en alguna cavidad interior y reverberante y lanzadas enteras por la boca, abierta pero totalmente pasiva- …es su mensaje.”

 

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