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La brecha del teletrabajo: el otro distanciamiento social que nos trajo la Covid-19

Una de las herencias que nos ha dejado la crisis sanitaria -y que nos acompañará durante mucho tiempo- es el necesario distanciamiento social pero, además del físico, la Covid-19 nos trae otra separación a la que tenemos que hacer frente: la que surge entre aquellos que pueden hacer teletrabajo y quienes tienen que acudir presencialmente para cumplir con su labor.

La brecha del teletrabajo: el otro distanciamiento social que nos trajo la Covid-19

Calle Fuencarral, pleno centro de Madrid. Son las dos de la tarde y podemos decirlo: los trajes han desaparecido de la vía pública. Por contra, vemos monos de trabajo de cuadrillas de reparación, polos serigrafiados con el logo de empresas de reparto de bebidas, frutas, helados y comestibles varios, mandiles en la cintura de camareros que redoblan esfuerzos para atender con premura las mesas de las nuevas terrazas de la desescalada, mochilas de colores repletas de suculentas comidas que las espaldas de los riders cargan para servir a domicilio… Y ni una sola corbata. Nos movemos a otra parte de la ciudad en otra franja horaria: Castellana, ocho de la tarde. El centro neurálgico de las finanzas de la capital parece dormido; son muy pocas las luces de las oficinas que a estas horas están encendidas, cuando antes del estallido de la crisis de la Covid-19 lo difícil era ver una sola ventana sin luz hasta altas horas de la jornada.

Estas pistas, recabadas en nuestro recorrido, encuentran solidez y asiento en el reciente estudio que ha realizado la fundación FUNCAS, según el cual un 57% de los trabajadores con formación universitaria han podido teletrabajar durante la pandemia, frente a solo el 24% de los empleados que cuentan únicamente con estudios secundarios, o el 1% de aquellos en cuyo currículo solo constan estudios primarios o elementales. Por sectores, este otro informe, en este caso del Banco Nacional de España, revela que los directores, los gerentes y los científicos pudieron trabajar desde casa ocasionalmente durante el 2019, pero ese no fue el caso de los militares, los trabajadores de servicios de restauración, los vendedores o el personal de protección, los artesanos, los operadores de instalaciones y maquinaria, y los trabajadores, en general, menos cualificados o carentes de un título universitario. ¿Qué consecuencias puede tener eso en la psicología de unos y otros trabajadores? ¿Y para la sociedad en su conjunto?

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Un 57% de los trabajadores con formación universitaria han podido teletrabajar durante la pandemia. | Foto: Eea Ikeda | Unsplash.

Edu es uno de esos riders que han estado poblando nuestras calles cuando por estas no cruzaba ni siquiera la caricaturesca rodamundos o bola del desierto. Ahora lo encontramos arrellanado en un banco, revisando su teléfono móvil a la espera de que salte un nuevo pedido: “Hoy está la cosa muy tranquila, desde que nos han dejado salir un poco estamos aburridos, pero ha habido momentos en los que en la calle sólo estábamos los riders… Y hemos trabajado muchísimo, muchos familiares hacían compra a la familia para que se la llevase, a personas mayores sobre todo, y hemos llevado mucha comida a domicilio, pero también de todo: desde pañales a medicamentos.”

Le preguntamos cómo ha llevado el hecho de estar más expuesto al virus que aquellos que han podido confinarse y trabajar desde su hogar, a lo que Edu contesta que ha estado tranquilo porque guardaba todas las medidas de seguridad, aunque añade: “Sí que tengo algunos compañeros que al principio no querían salir, no querían trabajar… pero al final hay que hacerlo, es evidente que la gente necesita que se le ayude. Uno no trabaja solo por sí mismo, sino por los demás”.

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Foto: Brett Jordan | Unsplash.

En este sentido, Sergio Edú Valsania, psicólogo laboral y coordinador del máster oficial en Dirección y Gestión de Personas de la Escuela de Negocios y Dirección de Madrid, habla de aquellos que no se han tomado tan bien como Edu su cometido: “Si ante esa situación lo que interpreta el trabajador es que se le valora menos porque no tiene el privilegio de no salir a la calle, eso le puede generar un pequeño bajón en la autoestima o incluso un poco de ira”, algo ante lo cual, afirma, todos como sociedad podemos contribuir haciéndoles ver que su trabajo es fundamental y trascendente. Y pone un ejemplo sobre ello: “Cuando imparto cursos de trabajo para equipos de personal de limpieza, les explico que su trabajo no se limita a limpiar las instalaciones, sino que son parte de una cadena, y que si ellos no limpian el resto del personal sanitario no puede hacer nada. Cuando ellos entienden esto, ves que la cara les cambia por completo”.

Sobre el papel que cada uno de nosotros podemos representar para barrer el clasismo social, que puede verse ahora alimentado por la brecha del teletrabajo, la sociológa y experta en consumo responsable María Rodríguez recuerda que tenemos que estar vigilantes para que la tortilla no se dé la vuelta cuando superemos esta crisis: “En cuanto entremos en una situación de seminormalidad, se puede pasar de homenajear a estos trabajadores como héroes a desarrollar estigmas hacia ellos, como que un sanitario pueda contagiar un virus, el mensajero pueda traer un paquete contaminado…  Con lo cual su trabajo puede quedar menospreciado o incluso que se desarrolle miedo a acercarse a ellos”. Ante esto, la experta tiene clara la vacuna, que pasa por tener presente que la dignidad individual no tiene que ver con ningún trabajo, además “no podemos olvidar que las personas que nos sirven o nos llevan un paquete son personas que puede tener estudios superiores a los nuestros, pero han tenido la mala suerte de nacer en el lugar equivocado”, agrega. 

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Foto: Martijn Baudoin | Unsplash.

Nina Camó, dependienta y reponedora en una gran superficie de Leganés, es de esas personas a las que la falta de ese apoyo necesario le ha hecho aun más cuesta arriba la situación:  “Si nuestros jefes no han valorado en ningún momento todo el esfuerzo derrochado durante esos días tan aciagos, no creo que lo haga la sociedad. Y, sinceramente, espero que todo esto pase pronto y que no volvamos a pasar por ello”, cuenta con una tristeza honda, mientras recuerda los momentos más difíciles de estos meses que, dice, se le convirtieron en una eternidad: “En el trabajo nos acordábamos de los que habían tenido varias desgracias relacionadas con el virus, que fueron unos cuantos, y la tristeza se leía en el silencio de casi todos. Nadie tenía ganas de hablar. Parecíamos autómatas cumpliendo simplemente con nuestro deber”. 

Debemos cuidar las condiciones laborales de los trabajadores presenciales

Hay algo fundamental de lo que los expertos nos advierten ahora que el modelo laboral experimenta una nueva vuelta de tuerca, y es que, además de alentarles y brindarles todo nuestro respeto social, tenemos que cuidar las condiciones de aquellos profesionales que conforman la base de nuestro sistema: “Aquellos empleos en los que no se puede teletrabajar coinciden, normalmente, con los menos regulados legalmente, donde hay más economía sumergida, y no porque los trabajadores no quieran, sino porque no les dan esa posibilidad. Es el caso del trabajo a domicilio, de los repartidores o de los trabajadores esporádicos”, desarrolla la socióloga. Por eso, dice, urge mejorar las condiciones de estos empleados, sin olvidar a los de la agricultura, un sector en el que los precios en origen de productos tan básicos como el calabacín, la lechuga o la cebolla han estado durante la crisis nuevamente por debajo de coste, según revela el último Índice de Precios en Origen y Destino de los alimentos elaborado por COAG.

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Foto: Julián Pérez | EFE | Archivo.

¿Qué hubiera sucedido durante los meses de confinamiento si el campo hubiera parado? Bajar al supermercado y encontrar abastecidos los lineales, pese a esas condiciones desfavorables, ha sido posible gracias al trabajo incansable de agricultores como Victoria Molina, que cultiva fruta de hueso en el campo murciano, y que no pudo parar su labor un solo día desde que se decretó el estado de alarma: “Cuando empezó estábamos en pleno ‘aclareo’, un proceso que hay que llevar a cabo inmediatamente porque si no se estropea la fruta. Fue todo muy complicado: yo iba con una cuadrilla de seis personas y tres de ellas dejaron de ir por miedo… Vivimos la incertidumbre de no saber si después de todo el año no se iba a echar a perder la cosecha”, dice Victoria, que remarca que la situación se hizo especialmente complicada para las mujeres: “El 90% de este trabajo lo hacen ellas, y se encontraron con que no tenían dónde dejar a los niños, no había colegio ni podían dejarlos con los abuelos… Ha sido muy duro para todos”.

¿Es todo positivo en el teletrabajo?

Ante el radical aumento del teletrabajo, los expertos nos hablan también de la importancia de no idealizarlo pues, aunque tiene sus ventajas indudables, trae aparejado también una serie de inconvenientes. Por ejemplo, para aquellos trabajadores que no han salido a la calle durante los meses más duros de confinamiento, y a los que ahora afrontar la desescalada les cuesta mucho más que a aquellos que han tenido que salir de sus casas para desempeñar su trabajo: “En esos casos hay que hacer una exposición gradual al estímulo fóbico, empezar a hacer salidas de a poquito, pero no evitar salir. Cuanto más se evite, más se incrementará la ansiedad”, advierte el psicólogo laboral, que recuerda también que el trabajo desde el hogar fomenta dos actitudes opuestas, a las que hay que tratar de combatir buscando un equilibrio: “Hay personas a las que les cuesta mucho organizarse, y entonces procrastinan, miran un correo, una noticia, se toman un cafecito… Y en el otro extremo, encontramos personas a las que por un exceso de compromiso les cuesta mucho parar, y entonces hacen jornadas laborales mayores incluso a las que solían hacer”.

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Enric Fontcuberta | EFE | Archivo.

Por su parte, la socióloga reflexiona sobre otra contrapartida derivada del trabajo telemático: “El teletrabajo rompe todo el vínculo social con tus compañeros, si teletrabajas permanentemente estás más aislado, te da la sensación de que no tienes capacidad de influir en nada… Es complicado salvo para algunos profesionales liberales que lo deciden de un modo consciente. Para el resto puede suponer problemas”. Algo que comparte José Alfonso Crespo, director de comunicación del Colegio de Arquitectos de Madrid, que ha tenido que trabajar desde su casa desde una semana antes del decreto de alarma: “Yo tenía muchas ganas de salir, soy una persona que pasaba la mayor parte de su tiempo fuera de casa y, por mi carácter, necesito cambiar de escenarios para oxigenar la mente. Necesito compartir e interactuar cara a cara, aunque sea con algo tan incómodo como una mascarilla”. Lo peor de hacerlo, de retomar el pulso de esta normalidad extraña, dice, es ser más consciente de todo cuanto está sucediendo: “Lo más duro está siendo volver a la oficina y ver que los equipos se reincorporan con el mínimo del personal presencial. Es cuando te das cuenta de la situación tan excepcional que estamos viviendo, se respira tristeza en las calles y una anomalía vital, parece como si no hubiera vida”, concluye.

Las crisis permiten el cambio

Pero, como mensaje positivo, conviene recordar que esta crisis ha trastocado algunos de nuestros esquemas, nos ha dejado un modo nuevo de mirar y, si sabemos aprovecharlo, encontraremos en ello una oportunidad de avance social: “Los seres humanos solemos darnos cuenta de la importancia de las cosas cuando las perdemos, cuando nos faltan. Y eso es lo que ha ocurrido: ahora vemos que muchas profesiones que a lo mejor habíamos considerado de segunda o de tercera, en situaciones realmente importantes, es como si fueran los cimientos de un edificio. Solo vemos el tejado y lo de fuera, pero sin cimientos, el bloque se hunde”, concluye el experto en psicología laboral.

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