Las redes sociales y el WhatsApp, principales formas de abuso entre parejas adolescentes
Es importante no confundir que nuestra pareja nos geolocalice a través del móvil o nos pida todas las contraseñas de nuestras redes sociales con una muestra de amor
Si bien el fenómeno de la violencia en la pareja es ampliamente conocido, actualmente se observa un aumento preocupante a edades cada vez más tempranas, dándose ya incluso en parejas adolescentes.
Las agresiones pueden ser de distintos tipos (físicas, psicológicas, sexuales…), algunas más evidentes o explícitas, y otras de carácter más sutil, que pueden incluso pasar inadvertidas entre quienes las sufren.
Sin embargo, junto con el avance y la generalización de internet y las nuevas tecnologías, apareció con fuerza una nueva forma de violencia de la que aún se habla poco: el ciberabuso en la pareja.
Esta forma de abuso puede entenderse como un conjunto de comportamientos repetidos en el tiempo y que tienen como objetivo controlar, desacreditar o causar daño al otro miembro de la pareja a través de las redes sociales y el móvil.
Las conductas que se incluyen aquí pueden ser muy variadas, y oscilan desde controlar y vigilar a la pareja en las redes sociales, por ejemplo, visitando frecuentemente su perfil, revisando sus fotos o las actualizaciones de sus estados o leyendo comentarios de sus amigos, hasta amenazarla e insultarla de manera pública o privada o difundir información negativa sobre ella para dañarla.
Hoy por hoy, estos comportamientos se pueden llevar a cabo empleando distintas herramientas, tales como los teléfonos móviles, el email, e incluso las webcams o los equipos GPS, todos ellos al alcance de cualquiera.
Sin fronteras y difícil de reconocer
Ocurre, además, que es un tipo de violencia al que es muy difícil poner freno. Las nuevas tecnologías, por sus propias características, facilitan que un mensaje, una conexión a un dispositivo, o un clic aquí o allá puedan producirse en cualquier momento o lugar, incluso después de haber finalizado la relación.
A esto hay que añadir también el hecho de que los mensajes digitales o las fotos quedan ahí para siempre y pueden expandirse rápida y fácilmente. No es de extrañar, por tanto, que esta ausencia de límites espacio-temporales sea señalada por algunos autores como la razón principal para explicar que el ciberabuso en la pareja cause incluso más depresión y ansiedad en la víctima que otros tipos de violencia offline.
Una de las dificultades en la detección del ciberabuso en parejas jóvenes es que ni siquiera ellos son conscientes de que están siendo víctimas de este tipo de violencia.
A modo de ejemplo, cuando se explicó brevemente a un grupo de estudiantes de la Facultad de Educación de la Universidad del País Vasco cuáles son las principales características de este tipo de violencia, una alumna preguntó: «¿Pero que mi pareja me controle por el móvil se puede considerar violencia?»
Al igual que ocurre con la violencia offline, es posible que todos estos comportamientos sean justificados por quien los sufre como «muestras de amor».
Se podrían señalar como ejemplos recibir múltiples llamadas para saber dónde se encuentra la pareja, darle la contraseña propia para que el otro miembro de la pareja tenga acceso al correo personal y sus perfiles o permitir que geolocalice con el móvil a la otra parte.
Más habitual de lo que imaginamos
No es sencillo conocer el alcance de este tipo de violencia entre los jóvenes. La forma en la que se recogen y analizan los datos, la muestra utilizada, e incluso las diferentes formas de entender el ciberabuso hace que encontremos resultados muy dispares en la literatura científica.
Las investigaciones señalan que entre un 6% y 91% de los jóvenes recurren a algún tipo de ciberabuso. No obstante, es importante conocer qué tipos de ciberabuso se dan. En un estudio que realizamos con universitarios del País Vasco se halló que alrededor del 30% de los participantes reconocía ser controlado por su pareja y controlarla a través de las redes y el móvil.
Efectivamente, ser controlado y controlar. Esta es otra de las características que frecuentemente se encuentran en los estudios: la bidireccionalidad de la violencia. Ello dificulta aún más su detección, ya que es difícil que desapruebe una conducta en mi pareja que yo mismo ejerzo contra ella.
¿Afecta más a los chicos o a las chicas?
En este tipo de violencia no parece que haya diferencias de género entre los perpetradores y las víctimas. Es decir, tanto los chicos como las chicas ejercen y sufren el ciberabuso en la misma medida. No obstante, parece que ellas y ellos la padecen de distinta manera.
Según revelaba un estudio realizado con estudiantes de Educación Secundaria en EEUU, las chicas muestran mayor estrés emocional cuando sufren algún tipo de ciberabuso. Así, cuando su pareja publica alguna foto comprometida sin su permiso, cuando la amenaza a través de las redes sociales o cuando difunde rumores falsos sobre ella en las redes, ellas sufren más estrés.
Ellos, en cambio, reaccionan ante este tipo de conductas con una actitud más indiferente o despectiva hacia su pareja.
Independientemente de las diferencias de género, lo cierto es que el ciberabuso va asociado a un sufrimiento considerable en los jóvenes (ansiedad, depresión, estrés, baja autoestima, consumo de sustancias…). Además, se ha constatado que puede ser un precursor de futuras conductas violentas offline.
Por lo tanto, poner en marcha intervenciones preventivas que aborden estas cuestiones desde edades tempranas resulta esencial para evitar futuros malestares. Y en ello estamos algunos porque, como bien dice el refrán, en esta, como en otras cuestiones, «más vale prevenir que lamentar».
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.