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Sociedad

La ley trans y la infancia más allá del debate: «Me costó la propia vida ser quien soy»

Se ha debatido mucho sobre la nueva ley trans; más allá de polémicas, conocemos las historias de Desireé Rodríguez, mujer trans que tuvo que escapar de su casa por el rechazo de su familia, y de Cloe, una niña trans que cuenta con el apoyo de sus padres

La ley trans y la infancia más allá del debate: «Me costó la propia vida ser quien soy»

Mariscal | EFE

En el Congreso se ha registrado una proposición de ley trans por varios partidos, una acción llevada a cabo como consecuencia del bloqueo del PSOE a la tramitación de esta norma por parte del Gobierno. Se abre el camino así a una reivindicación histórica, todavía hoy objeto de debate.

La nueva ley trans establece que los menores de 16 y 17 años podrán cambiar el nombre y el sexo de su documentación sin la autorización de sus tutores legales y sin tener que presentar ningún informe psicológico o médico. Los menores de entre 12 y 16 años también podrán realizar estos cambios en su documentación, siempre y cuando cuenten con la autorización de sus progenitores.

Puede tratarse de una decisión muy importante para afrontarla con solo 16 años, pero hay que tener en cuenta que las personas trans rechazadas por sus familias tienen una probabilidad ocho veces mayor de intento de suicidio que otros adolescentes, según el estudio Aceptación familiar en la adolescencia y salud de los adultos jóvenes LGBT. Pese a que no todas las familias aceptan la identidad de sus hijos, como le sucedió a Desireé, cada vez son más los padres que acompañan a los niños en este proceso, como hace Carolina, madre de Cloe, una niña trans que crece con el cariño de su familia. Ambas se han sentado con The Objective y nos han contado su experiencia para conocer las dos caras de la moneda.

Desireé Rodríguez, conocida por su participación en Gran Hermano 14 y por su interpretación en la serie Veneno, fue maltratada por su familia. Cuenta a este medio que «desde los cuatro años decía que quería ser una niña». Algo que tanto para su familia como para los médicos de la época «no era normal ni posible».

Cuando Desireé defendía en casa que era una niña su madre le decía que estaba loca y le propinaba paliza tras paliza. Con solo 11 años, su madre le apuñaló en el costado. «Viendo lo que le venía encima dijo que me había caído en el cuarto de herramientas de mi padre», relata. En casa no contaba con ningún apoyo y pasó varios años en un centro de menores por «trastornos de conducta». Algo que no era así.

La ley trans más allá del debate: «A los hijos hay que dejarlos ser» 1
Imagen: cedida por Desireé Rodríguez

Creció en un pueblo de Sevilla donde «era la mariquita del pueblo desde mucho antes de saber lo que significaba ser homosexual», asegura. «Apenas pude me fui de mi casa». Durante su infancia y juventud Desireé siempre fue juzgada, tanto dentro como fuera de su hogar. «Intentaron intervenir en mi proceso, pero se tuvieron que resignar», afirma.

A los cuatro años su madre la llevó a una –entonces mal llamada– Unidad de Trastornos de Identidad de Género. Esa visita consta en sus informes, pero no ha servido de nada en sus trámites. En este sentido, Desireé lamenta que «siempre tengamos que estar en evaluación por todo el mundo, hasta por unas personas que se suponen que están para cuidarnos». Recuerda con dolor las pruebas psiquiátricas y los análisis médicos que le «traumatizaban más de lo que ya estaba». Tuvo que pasar un proceso de cuatro años para que empezaran a suministrarle el tratamiento hormonal: «Me costó la propia vida ser quien soy», asegura.

La ley trans más allá del debate: «A los hijos hay que dejarlos ser»
Imagen: cedida por Desireé Rodríguez

Tras su paso por Gran Hermano 14 (en 2013) comenzó su cambio físico con operaciones, hormonas y cuidados estéticos. Sin embargo, a día de hoy, con 35 años, lamenta que todavía no tiene su nombre en el DNI ni la vaginoplastia realizada. Sostiene que las leyes y la sanidad para las personas transexuales son «una vergüenza para ser España».

No tiene ninguna relación con su familia. Si hubiera contado con su apoyo, imagina que su vida habría sido «totalmente diferente». Presiente que «no habría pasado hambre ni abandono infantil, habría estudiado una carrera y habría crecido con seguridad». A pesar de todo, Desireé le ha dado «mil oportunidades» a su madre, pero afirma que ha sido engañada, robada y maltratada física y mentalmente. Llegó a un punto en el que «era ella o yo», asegura.

Defiende que «si con 16 años me hubieran dejado tomar mi decisión, llegados los 18 el cambio físico habría sido más favorable que a los 28 como me pasó». Además, considera que se habrían evitado los traumas y el estado de ansiedad que sintió.

La ley trans más allá del debate: «A los hijos hay que dejarlos ser» 2
Imagen: cedida por Desireé Rodríguez

El día de mañana no se portará con sus hijos como lo hicieron con ella, porque quiere que crezcan sin miedos y con seguridad. Además, defiende que todas las barreras que le pongan a los niños transexuales son problemas en su desarrollo como seres humanos y «no debemos olvidar que son el futuro de nuestra sociedad, como cualquier otro niño».

Frente al rechazo que sufrió Desireé, la familia de Cloe es un ejemplo de acompañamiento. A punto de cumplir 10 años, Cloe es un referente para muchos niños y niñas trans. A los cuatro comenzó a manifestar su deseo de llevar faldas, mientras que a los cinco ya defendía con insistencia que era una niña.

Imagen: cedida por Carolina Marza

Su madre, Carolina Marza, relata cómo los veranos han sido un alivio para su hija, que se sentía más libre lejos de los juicios de sus compañeros de curso. Tras varios cambios de colegio, Cloe está en una escuela en la que es una más y se siente cómoda. Sin embargo, el calvario que ha supuesto para esta familia encontrar un lugar en el que su hija pueda convivir con otros alumnos sin ser increpada, insultada o golpeada podría volver a repetirse cuando empiece el instituto, dado que en su centro no se imparte la ESO.

Cuando estaba en primero de primaria, Cloe recibía insultos de los alumnos de sexto curso. Pero, le decía a su madre: «Mamá, por lo menos en este colegio no me pegan».

No debería ser complicado encontrar una escuela en la que se respeten los protocolos, pero, en la práctica, lo es. De ahí la necesidad de esta familia de que la nueva ley trans salga adelante cuanto antes y permita, como promete, cambiar la partida de nacimiento de Cloe y anticiparse a los problemas que podrían tener en el instituto, como impedir a la niña usar el baño que le corresponde.

Ante quienes dudan de la estabilidad de una niña trans, Carolina afirma que «no hay más que verla» para darse cuenta de que Cloe es una menor trans estable, «ya no se quiere morir, ya no se quiere mutilar» añade. «Oír con cuatro años de tu hija, y con cinco y con seis, que se quiere morir y que es un error es muy duro, es que hasta que no lo vives no lo sabes», explica Carolina.

En su Instagram (@mama_de_cloe) conversan con educadores, personas no binarias o trans y tratan de mostrar a la sociedad la pluralidad de la misma. Además, es un espacio en el que Carolina recibe comentarios de personas que, desgraciadamente, no logran ver a Cloe como lo que es: una niña feliz. También recibe comentarios de otras madres que necesitan información sobre lo que están viviendo sus hijos o, simplemente, hablar con quien está en su misma piel.

Imagen: cedida por Carolina Marza

Carolina considera que escuchar a los hijos es fundamental a la hora de aceptar lo que están sintiendo, aunque sea duro. «Nosotros sentimos pánico absoluto los primeros meses», relata. «El primer día que Cloe salió con un vestido, la cogía como si me la fueran a arrancar de los brazos porque tienes pánico a que te peguen, te miren», narra esta madre. «Pero a los hijos hay que dejarlos ser», concluye.

Todavía hoy, los niños trans son muy juzgados y en especial sus padres, a quienes se tilda de «manipuladores» con frecuencia. Por muy pequeños que puedan parecer, a los dos años los niños son conscientes de las diferencias físicas entre hombres y mujeres y entre los tres y los cuatro años son capaces de identificar su identidad de género.

En general, la nueva ley es un halo de esperanza para esta familia (y otras tantas), pero temen que pueda dejarles «desamparados» en cuanto al sistema sanitario. «Necesitamos la despatologización total y absoluta, pero se necesita un texto muy claro que no nos deje con el culo al aire», en el sentido de que se necesita acudir a la sanidad para, por ejemplo, la atención de un endocrino o una regulación de la administración de hormonas. El papel del endocrino es fundamental para muchas personas trans porque es el especialista que controla la hormonación, algo especialmente importante en etapas como la adolescencia, ya que a menudo se suministran bloqueadores de pubertad. Si no se contara con la atención del especialista, muchas personas trans se verían obligadas a acudir a la hormonación de forma no regulada, con los peligros que ello conllevaría.

En definitiva, hay menores trans que cuentan con el apoyo de sus padres y con su consentimiento mientras que otros se ven obligados a marcharse de casa, huyendo del rechazo de sus familiares más cercanos. La nueva norma se espera tanto con preocupación, por el desgaste, como con ilusión, por el avance que supondrá. Son muchas las personas que están luchando para que sus derechos se respeten en las mismas condiciones que las del resto de la ciudadanía. El día en el que las personas trans no tengan que soportar humillaciones y en el que las niñas no sean insultadas o golpeadas en su colegio, va a llegar. Desgraciadamente no es hoy. Pero son muchas las personas que, como Desireé o Cloe, están peleando por un futuro en el que quepamos todos.

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