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Sociedad

«Mi ginecólogo me preguntó si era virgen por estrecha o por lesbiana»

Este artículo no pretende cuestionar la labor vital de los ginecólogos, sino dar voz a cientos de chicas que se han sentido «violentadas», «humilladas» o «prejuzgadas» tras pasar por una consulta ginecológica

«Mi ginecólogo me preguntó si era virgen por estrecha o por lesbiana»

Unplash

¿Os acordáis de la primera vez que fuisteis al ginecólogo? ¿Y la última? Suele ser algo que no solemos olvidar. A casi a ninguna mujer nos gusta ir al ginecólogo, a pesar de que es una parte esencial del cuidado de la salud y los expertos aconsejan ir una vez al año como mínimo. Solo el hecho de abrir las piernas delante de un desconocido ya nos sitúa en un estado de vulnerabilidad e incluso avergonzadas. Me recuerdo a mí misma en mi última revisión –hace un par de meses–, tumbada sobre una camilla sin bata de papel ni nada, mirando a la lámpara del techo, con el ginecólogo explorando en mis partes y dos chicos –imagino de prácticas– muy atentos a lo que su ‘maestro’ les mostraba y explicaba sin yo entender absolutamente nada mientras deseaba que todo pasase cuanto más rápido mejor.

Antes de seguir con el artículo, quiero dejar claro que no pretendo cuestionar la labor vital de los ginecólogos, sino dar voz a cientos de chicas que se han sentido «violentadas», «humilladas», «prejuzgadas» o «avergonzadas» tras pasar por una consulta ginecológica y haberse topado con un profesional que poco bien hace a la profesión. Y es que el 49% de 2.000 mujeres encuestadas por la Asociación de Mujeres para la Salud en España respondieron que sí se habían sentido violentadas en la consulta, y muchas del 51% restante vivieron situaciones desagradables.

Un reflejo de estos datos lo podemos encontrar echando un ojo al hilo que la tuitera @ella_intensa creó hace un par de días sobre su paso por el ginecólogo. Leyendo los comentarios comprendí que salir llorando de este tipo de consultas, y no porque te hayan diagnosticado nada grave, no es algo puntual. El hilo, que se hizo viral en pocas horas, cuenta ya con casi 10.000 «me gusta», 2.000 retuits y más de 500 comentarios, como el de Susana Bielsa, que recuerda «vívidamente» cuando con 18 años, fue al ginecólogo y la médica le preguntó si era virgen por «estrecha» o por «lesbiana». «Me sentí tan mal, tan cohibida y vulnerable, que dejé de poder hablar en alto», cuenta a The Objective: «Tartamudeé que mi pareja era un hombre y me aclaró que lo de estrecha era por si lo había intentado sin éxito». Susana, que vivió esto hace 12 años, cambió de ginecólogo y asegura que no ha vuelto a experimentar nada parecido: «Menos mal, es algo que me hace tener fe en los profesionales sanitarios», confiesa.

La deshumanización es algo que denuncian gran parte de las chicas que cuentan sus historias. La misma @ella_intensa relata como en una consulta, después de decir que su abuela había tenido cáncer y que su madre se encontraba en tratamiento en ese momento por el mismo motivo, la ginecóloga remató sin tacto alguno con un: «Y tú te habrás mentalizado ya para ello, ¿no?». «Tenía 23 años cuando me ocurrió esto, no volví en cinco años. Me impactó mucho, fue una experiencia muy desagradable», cuenta a este periódico. En esa misma consulta la médica intentó convencerla para que se pusiese el DIU, algo que @ella_intensa rechazó en todo momento, según relata. Sin embargo, a las semanas, cuando fue a recoger los resultados, le dijeron que su cita era para ponerse el DIU y no para recoger los resultados de las pruebas, como así ella lo había solicitado. Obviamente, no se lo puso.

La medicina debe separar paciente-persona, no vamos al ginecólogo en busca de afecto, por supuesto, pero algo en lo que coinciden todas es en la falta de empatía por parte de algunos de estos médicos. De un profesional ante la que te muestras espatarrada con el único cometido que te diga que todo está bien, lo que menos esperas es sentirte maltratada y violentada con comentarios inoportunos y fuera de lugar que te hacen desorientarte e incluso sentirte culpable. «Mira, esto es muy sencillo, di solo sí o no, no tengo tiempo para tonterías», le respondió esta misma semana una ginecóloga a Avril Martín, de 18 años, cuando fue al ginecólogo por un bulto en el pecho. «Pero vamos a ver, que me respondas cuándo te lo notaste que no tengo tiempo para estupideces», fue la segunda respuesta de la doctora cuando Avril intentó explicarle cuándo se topó con dicho bultito. La exploración del pecho, como ya era de esperar, fue «sin ningún tipo de tacto». «Me hizo bastante daño, y cuando se fue, la chica de prácticas que estaba en ese momento allí intentó disculparla diciendo que tenía muy poca paciencia».

Dejar a la paciente tumbada sobre el potro, muchas veces sin nada que la cubra, y con otros facultativos entrando y saliendo también son situaciones de desconsideración que se suelen vivir en estas consultas aunque parezcan menos evidentes, al igual que los juicios de valor, que nunca deberíamos de permitir.

Este tipo de situaciones, sin embargo, no es algo exclusivo de la sanidad pública. María Hernández, de 28 años, fue al ginecólogo privado tras meses esperando sin éxito una cita por lo público. «Llevaba un implante anticonceptivo que me estaba dando muchos problemas, sangrados y dolores, y quería que me dijeran qué hacer, si quitármelo o no. Su primera respuesta fue que eso él solo se lo ponía «a sudacas» porque tenían muchos hijos y así no se olvidaban de tomarse la píldora y «a alguna que otra roja progre»». A continuación, según cuenta María a The Objective, le dijo que se lo quitara «inmediatamente», sin ningún tipo de explicación para pasar a realizarle una ecografía donde «minimizó» todo el rato sus dolores abriéndole la pierna desde la rodilla cuando le decía que le hacía daño.

En España se diagnostican unos 2.000 casos de cáncer de cuello uterino por año, que mata a entre 700 y 800 mujeres, lo que viene a significar que cada día mueren dos mujeres en España con cáncer de cuello uterino, según la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM). Esa cifra podría disminuir considerablemente si las mujeres nunca aplazáramos nuestros controles, y es que se estima que solo el 46% de las mujeres españolas visita de forma regular a este especialista, según un estudio de DKV y la Universidad Rey Juan Carlos. Un 24%, según esta misma investigación, no lo hace nunca a menos que tenga algún problema.

Ir al ginecólogo debe ser una cita primordial, de esas que marcamos con rotulador rojo en el calendario o de las que guardamos en el móvil con una alarma. Porque, sin duda, encontrar profesionales de la ginecología preparados, sensatos y delicados es una tarea complicada pero no imposible; y es fundamental que las mujeres tengamos experiencias agradables en las consultas, ya que eso tendrá incidencia directa en la relación que establezcamos con el cuidado de nuestra salud y la frecuencia de las futuras visitas.


*Desde este periódico hemos contactado con varios ginecólogos para hacerlos partícipes del artículo, muchos no han querido participar y del resto, hasta el momento de la publicación del mismo, no hemos recibido respuesta. 

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