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Sociedad

La vieja normalidad II: ¿desaprovecharemos la oportunidad de modernizar nuestras prácticas laborales?

La irrupción de la pandemia puso patas arriba nuestros esquemas laborales y nos obligó, en tiempo récord, a adaptarnos al teletrabajo (en aquellos casos en los que era posible). Ahora, con la vacunación avanzada, muchas empresas optan por la vuelta al trabajo presencial o a fórmulas mixtas: ¿el teletrabajo ha sido un espejismo o ha llegado para quedarse? 

La vieja normalidad II: ¿desaprovecharemos la oportunidad de modernizar nuestras prácticas laborales?

Keith Pitts via Convertkit | Unsplash

14 de marzo de 2020. El país cerró de golpe, porrazo y decreto: el que regulaba el estado de alarma y nos obligaba a confinarnos en nuestras viviendas. A partir de ese momento, las casas se convirtieron en improvisados colegios, gimnasios, centros de ocio… y oficinas. Tuvimos que tirar de ingenio para agenciarnos un despacho y remodelar nuestra rutina: lo mismo poníamos las lentejas a cocer que preparábamos un informe; o pasábamos la aspiradora para, a renglón seguido, asistir a una reunión por videollamada -sin saber muy bien con qué galas debíamos presentarnos-. Desde entonces y hasta ahora, el teletrabajo se ha incrementado en nuestro país un 74,2% con respecto a los registros anteriores a la pandemia, según datos del Adecco Group Institute. Dos millones ochocientos sesenta mil españoles teletrabajan actualmente (lo que supone el 14,7% de la población activa), un millón doscientos mil más que hace un año. No obstante, esta cifra récord aún queda muy lejos de los registros de países de nuestro entorno como Francia (28,3%), Portugal (20,7%) y Alemania (18,5%). Y parece, además, que estos números pueden volver a menguar: ahora que la vacunación está más avanzada, muchas empresas han anunciado a sus trabajadores la vuelta al trabajo presencial. 

«Pues sí… se nos acabó el chollo de currar desde casa… ¡Eso de que ‘el teletrabajo ha venido para quedarse’ es un cuento!», dice con fastidio David, que trabaja en una empresa pública hace más de veinte años. Él tiene turno de tarde y, precisamente por eso, ha acusado más el golpe: «La vuelta está yendo regular… Yo salgo a las nueve y media de la noche y no es lo mismo estar ya en casa cuando acabas de trabajar, que tener que coger a esa hora el coche, que te dan las diez y pico…», argumenta, y añade a la lista de engorros el de llevar puesta la mascarilla FFP2 durante nueve o diez horas diarias. En el lado positivo de la balanza, dice, en la oficina trabaja más cómodo, pues «el ordenador es más grande, la iluminación es mejor y se tarda menos en hacer las cosas», aunque él sigue decantando la balanza hacia el teletrabajo: «En casa estás a tu bola, con tu musiquita, sin mascarilla, en chándal si quieres, con chucherías en la cocina…». 

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Foto: LinkedIn Sales Solutions | Unsplash.

Hay quien, incluso, ante la comunicación por parte de su empresa de que tenía que volver a trabajar presencialmente, se ha echado al monte y ha decidido romper con todo. Es el caso de Irene, matemática de Cádiz, que trabajaba en una empresa de Big Data en Madrid: «Antes del confinamiento, empezaba a las 8 y media de la mañana y salía a las 6 y pico de la tarde, con su hora de ida y su hora de vuelta en metro. Al llegar el Covid, como me pilló que justo había bajado a Cádiz, teletrabajé todo este tiempo desde casa, pero cuando me dijeron que en verano o septiembre de este año ya había que volver a la oficina, he decidido dejarlo. Es un trabajo en el que se gana muy bien en una época en la que mucha gente ni siquiera tiene empleo, pero he elegido calidad de vida frente a dinero», dice, y sus palabras desprenden alivio. Ahora va a apostar por su sueño: ser profesora de matemáticas, «que al final es para lo que estudié la carrera», para lo que ha decidido estudiar un máster de Educación y presentarse después a las oposiciones. Mientras, y para poder cobrar el paro –al irse de forma voluntaria de su empresa no tenía derecho a la prestación– ha aceptado un empleo temporal en un hotel de su tierra.

«Aún genera mucha desconfianza dentro de los estilos de dirección españoles el hecho de que la persona no esté físicamente en la oficina»

Pero, ¿por qué en España somos más presencialistas que el resto de países europeos? Según la psicóloga y coach laboral Concha Hidalgo, que lleva más de 15 años asesorando a empresas de todos los sectores, la razón viene dada por varias circunstancias: «En primer lugar, España no está digitalizada. El presencialismo vuelve porque hemos tenido que adaptarnos a la situación con medios que teníamos en nuestras casas, pero que no son en ningún caso los medios que a lo mejor, por procedimientos internos de la compañía, se necesitan. Y también el tipo de liderazgo influye: aún genera mucha desconfianza dentro de los estilos de dirección españoles el hecho de que la persona no esté físicamente en la oficina. Tenemos la idea en el imaginario colectivo de que, si estás en casa, estás ocioso, no estás trabajando». Además, explica la experta, la posibilidad de trabajar desde el hogar aumenta con el nivel de desarrollo económico del país, y por eso, los países en los que buena parte de la población trabaja en las TIC (Tecnologías de la Información y la Comunicación), los seguros, las finanzas y la administración pública lo tienen más fácil que España, donde una importante masa laboral se dedica al sector agropecuario y al industrial.

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La desconfianza es la base del presencialismo. | Foto: Maxime | Unsplash.

El teletrabajo en la balanza: ventajas y engorros de trabajar desde casa

Aun así, tampoco el teletrabajo ha sido jauja, al menos, tal y como lo hemos concebido. «El nivel de productividad ha aumentado muchísimo, pero el coste para los trabajadores que han desarrollado sus tareas desde casa durante un periodo prolongado, y con estas difíciles circunstancias externas, ha sido muy alto: se han disparado los niveles de depresión, ansiedad, insomnio, síntomas de estrés postraumático y agotamiento emocional», advierte Hidalgo, quien remarca que el teletrabajo ha traído aparejada para muchos trabajadores una carga de trabajo inmanejable. «Las personas que estaban teletrabajando han tenido que atender también todas las tareas de la casa y atender a los dependientes, y eso ha originado también muchos problemas. El tecnoestrés es otra consecuencia, así como el aumento de la irritabilidad y fatiga, la incapacidad de desconectar del trabajo, de descansar adecuadamente y el aumento del consumo de alcohol y otras drogas». Y la lista sigue, pues el comportamiento sedentario también ha disparado la obesidad y la fatiga visual, y el aislamiento ha provocado, en algunos trabajadores, un desarraigo y falta de sentido de pertenencia.

¿Hay manera, entonces, de teletrabajar sin padecer estas jorobas? Para la experta laboral no hay duda de que es posible, pero hay que poner especial atención en aprender de lo ya vivido: «Hay que tener en cuenta todos los feedbacks de trabajadores y directivos. También es muy importante facilitarle los medios al trabajador, pues muchas veces no tenían ni un ordenador y un móvil adecuado. Y es fundamental que los superiores se formen en un estilo de dirección más empático, y aprendan a fomentar la empatía en remoto». Antes, reflexiona la experta psicóloga, «nos reuníamos en la cafetería de abajo, en la mesa de trabajo de uno o en torno a la máquina de café. Ahora nos podemos reunir para tomar ese café virtualmente y mantener así la parte relacional, que es muy importante». Y por último, dice, es preciso determinar si todas las funciones dentro de la organización se pueden realizar mediante el teletrabajo o algunas hay que realizarlas físicamente. 

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Menos gente, más verde | Foto: Copernico | Unsplash.

¿Hacia qué modelos de trabajo estamos yendo? 

Según este último punto, el modelo hacia el que muchas compañías en España están avanzando es un sistema mixto de trabajo presencial y remoto. Ese es el caso de Juan, que trabaja en el sector finanzas y, a partir de este mes, trabajará cuatro semanas desde casa y dos en la oficina: «Somos tres grupos burbuja, y así ninguno se cruza con los otros», explica a The Objective. Como su empresa, otras compañías han advertido que, al no tener que alojar en sus oficinas a todos sus empleados, pueden apostar por otro tipo de espacios físicos. Así lo explica Concha Hidalgo: «Las empresas ahora lo que están buscando es espacios más abiertos, en los que las ventanas se puedan abrir. Los edificios ya no van a necesitar ser tan grandes, porque como mucho van a estar la mitad de los trabajadores en oficina. Si antes necesitaban un edificio con mil puestos de trabajo, ahora vale con la mitad». 

¿Y el trabajo por objetivos? ¿Lograremos llegar a esta utopía en una sociedad laboral que parece no bajarse del carro de las 40 horas de jornada laboral? Hay un término que refiere a esto, el de asynchronous work (trabajo no sincronizado) y, aunque parezca ciencia ficción, cada vez más directivos tienden a contemplar que el empleado pueda trabajar cuando quiera y del modo que quiera, siempre que alcance los objetivos previstos. Eso sí, la experta advierte de algo: «Sí, la tendencia es ir más hacia objetivos, aunque queda mucho que aprender, sobre todo en las formas de los jefes y en la metodología que tienen. Estos objetivos pueden alcanzarse si se comunican de forma eficaz expectativas realistas y se establecen plazos alcanzables en los que se tenga en cuenta el contexto sumamente inusual en el que se desarrolla actualmente el teletrabajo». En esta nueva era, explica, vamos a necesitar «un uso mucho más amplio de este tipo de gestión basado en la confianza y en la obtención de resultados». Si sabemos hacerlo y ponemos a nuestra disposición los canales de comunicación de los que disponemos, habremos aprendido algo de todo este maremoto y encontraremos una forma de trabajar «mucho más autónoma, más flexible y mucho más adaptada a las necesidades y preferencias de los trabajadores». Trabajar para vivir, ya saben, sin perder la salud en el intento. 

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