Tener altas capacidades no es lo que parece
Hay varias razones por las que hablar de superdotado (o superdotación) es inadecuado, a pesar de que mucha legislación se empeña en ello de manera insistente
Existe una amplia comunidad investigadora en Europa, y particularmente en EE UU y los países de habla inglesa, sobre la educación de los más capaces. Hay sociedades científicas de enorme relevancia y se cuentan por millares los libros y artículos de investigación publicados hasta la fecha.
Sin embargo, todo este caudal de investigación y conocimiento no parece haber calado ni en la práctica ni en la legislación sobre el sistema educativo como sería de esperar. Me referiré brevemente a un aspecto crucial para poder desarrollar el talento (consecuente de la aplicación de la capacidad a un campo dado): el concepto.
El problema conceptual es muy grave, no solo en el imaginario popular de muchos docentes, orientadores o directores de centros educativos, también en el marco legislativo, lo que tiene consecuencias poco deseables tanto para la identificación como para la intervención –y recordemos la frase de que «el talento que no se cultiva, se pierde»–.
No se deben equiparar términos como gifted, que quiere decir «dotado», y hacerlo equivaler a superdotado (su correlato en inglés sería supergifted, que no existe), porque esto suele llevar consigo un proceso de etiquetado que se liga, con mucha frecuencia, a la obtención de un valor de cociente intelectual (CI), generalmente 130, como si ese valor fuese una suerte de punto de ebullición o sublimación por el cual se pasa de «no ser» al «ser», lo que implica considerar la giftedness como un rasgo o atributo.
El «cromosoma de oro»
El problema central aquí es que la etiqueta se hace equivaler a un «estado del ser», o a un rasgo o «cromosoma de oro», de manera que unas personas lo poseen y otras no. Se convierte de este modo el hecho de ser gifted en una variable dicotómica, cuyas categorías se establecen arbitrariamente a partir de un punto de corte.
Nada más lejos de la realidad y del sentido común. Cualquiera puede entender que la capacidad es una variable, en cierto modo, continua, como la altura o el peso (salvando las complicaciones de medir una o las otras). Cualquiera entiende también que es arbitrario dicotomizar a las personas en altos y no altos a partir de determinada medida establecida de manera arbitraria. Más aún hacer equivaler cierta altura al hecho de jugar bien al baloncesto.
El término no es adecuado
Hay varias razones por las que hablar de superdotado (o superdotación) es inadecuado, a pesar de que mucha legislación se empeña en ello de manera insistente. Ya queda dicho que no se trata de un atributo o condición natural que unos poseen y otros no. Por ello, no puede plasmarse exclusivamente en una puntuación de CI, y, si bien esta puede tener cierta utilidad, es de escaso o nulo valor para organizar la intervención educativa.
Todos los modelos actuales enfatizan la importancia del desarrollo a lo largo de la vida de la persona, estableciendo como esencial el impacto del entorno en dicho desarrollo. En este sentido, se puede afirmar que todos estamos en proceso de ser, no somos.
Así visto, la capacidad se convierte en la materia prima del talento. Señala el eventual potencial a desarrollar por la persona, cuando esas capacidades se apliquen a cualquier campo relevante de la actividad humana. Algo que no ocurre de manera espontánea.
Por ello, parece sensato entender que esta conceptualización nos ha de poner en primer plano la necesidad de identificar los potenciales diversos de las personas para ayudarlas a convertirlos en talentos o competencias desarrolladas, en rendimiento.
Más aún, como señala Pfeiffer, el término gifted (y su sustantivo, la giftedness) es un constructo social, una denominación que utilizamos para referirnos a un grupo heterogéneo de personas que se caracterizan por tener una alta capacidad, un alto rendimiento o potencial para rendir.
La definición más precisa
Pero ¿es posible definirlos? Sí, y varios autores han ofrecido definiciones. Quizá una de las más autorizadas es la de la National Association for Gifted Children, que dice:
«Los estudiantes con dotación y talento rinden, o tienen la capacidad de hacerlo, a niveles más altos en comparación con otros de la misma edad, experiencia y entorno, en uno o más dominios. Requieren modificaciones en sus experiencias educativas para aprender y hacer realidad su potencial. El estudiante con dotación y talento proviene de todas las poblaciones raciales, étnicas y culturales, así como de todos los estratos económicos. Requiere acceso suficiente a oportunidades de aprendizaje apropiadas para realizar su potencial. Puede tener trastornos de aprendizaje y de procesamiento que requieran una intervención especializada y adecuada. Necesita apoyo y orientación para desarrollarse social y emocionalmente, así como en sus áreas de talento. Requiere servicios variados en función de sus necesidades cambiantes».
Es importante tener en cuenta que no solo son relevantes las variables cognitivas. Además de la capacidad intelectual general, las capacidades específicas y un buen número de factores no intelectivos contribuyen de manera decisiva a configurar una trayectoria de éxito en los jóvenes más capaces.
Así pues, a partir de esta u otras definiciones similares, es posible definirlos e incluso operativizar procesos de detección y evaluación que permitan identificar tempranamente sus necesidades educativas y atenderlas de modo adecuado en las aulas, aspecto que está muy lejos de ocurrir en nuestro sistema educativo.
No deberíamos perder de vista que todo talento que no se cultiva se pierde y ello tiene consecuencias serias para el desarrollo personal y social.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.