We The People: Michael Franzese, el mafioso que se reencontró con Jesucristo (y ha vivido para contarlo)
En la séptima entrega de la serie ‘We the People’ hablamos de un antiguo ‘capitán’ de la familia Colombo que hizo todo lo que no hay que hacer y, pese a ello, sigue entre nosotros
El vídeo tiene pinta de tráiler. Según comienza a sonar una melodía de thriller chungo aparece un fondo negro consumido por la humareda. De pronto, un mensaje: «Si mantiene su promesa, será la primera vez que un miembro destacado de la mafia se desvincula públicamente de su pasado». Lo firma la revista Time. Acto seguido, aparece otro: «No me gustaría estar en los zapatos de Michael Franzese; no creo que su esperanza de vida sea considerable». Este lo firma Edward MacDonald, ex fiscal del Estado especializado en crimen organizado. «Se lo van a cepillar», puede leerse a continuación. Son palabras que pronunció en algún momento Bernie Welsh, un viejo agente del FBI conocido por ser azote de mafiosos. Finalmente, su madre: «Rezo por él todos los días».
Tras la retahíla, llegan tres minutos durante los que se superponen imágenes de archivo, fragmentos de una entrevista concedida a no se sabe muy bien quién por el tal Franzese y una escena de Goodfellas donde aparece brevemente representado. Entre medias se escucha una voz en off diciendo que «no fue solo un soldado; era un capo de la célebre familia Colombo» y que «pasó casi una década en una prisión federal». Pero también se escucha que «las cosas han cambiado mucho en los últimos veinte años» y se deduce que el tal Franzese también habrá cambiado en todo este tiempo. Efectivamente. El vídeo termina con la aparición de una web en medio de la pantalla: www.michaelfranzese.com.
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Cuando Michael Franzese llegó al mundo, en 1951, su padre, que por aquel entonces contaba 33 veranos, llevaba un año ejerciendo de ‘soldado’ en la organización Profaci, precursora de la familia Colombo, una de las cinco que reinaron durante décadas en los bajos, y no tan bajos, fondos neoyorquinos. (Genovese, Lucchese, Gambino y Bonanno eran, o son, las otras cuatro.) Es decir: Michael nació en un hogar mafioso.
Además, John –apodado Sonny– Franzese no era un ‘soldado’ cualquiera. La mafia lo fichó porque en las calles de Brooklyn era un tipo temido; al tamaño –1,80 de estatura– había que sumar sus pinitos como boxeador, su fama de pendenciero y la expulsión del ejército en plena Segunda Guerra Mundial debido a su conducta «psiconeurótica con agudas tendencias homicidas». (Por lo visto, pasaba horas clamando que dónde estaba el enemigo, que él lo que quería era matar gente.) Un buen activo en según qué gremios.
Durante la infancia de Michael, Sonny Franzese fue trepando por el escalafón al tiempo que su nombre se extendía más allá de Brooklyn. Pasó a ser igualmente temido en Queens y Long Island. Y en esas estaba, mostrando músculo y ganando grandes cantidades de dinero, cuando llegó el año 1962 y con él la muerte de Joe Profaci, capo de la organización. Fue entonces cuando el clan pasó a llamarse Colombo y fue entonces, también, cuando Sonny ascendió a ‘capitán’. Pasó, en fin, a tener a un buen puñado de hombres a sus órdenes. En paralelo, empezó a codearse con personalidades en el Copacabana, un famosísimo club nocturno de Manhattan. Frank Sinatra, Dean Martin, Jack LaMotta, Rocky Graziano, etcétera. Lo más granado del momento.
Teniendo en cuenta que, teóricamente, Sonny regentaba una lavandería de barrio, las autoridades comenzaron a sospechar que allí había gato encerrado. Finalmente, tras varios años de juicios por esto y lo otro, que si extorsión, que si el asesinato de un informante, que si evasión de impuestos, etcétera, en 1970 ocurrió lo previsible: entró en prisión. Y salvando un puñado de permisos repartidos a lo largo de las décadas y algún que otro breve coqueteo con la libertad, en prisión quedó hasta prácticamente el día de su muerte. Sonny, definido por el New York Times como un «asesino temible» con docenas de muertes a su espalda, falleció a los 103 años en febrero del 2020.
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Michael entró en la mafia en 1975. No era el plan inicial, porque el plan inicial era estudiar Medicina y convertirse en un profesional respetable, pero, según ha explicado en varias entrevistas, la admiración que sentía por su padre era tal que llegó un momento en el que no contemplaba nada que no fuese ser como él. Sonny, que por aquel entonces estaba en la trena, dio su bendición. El juramento tuvo lugar en el almacén de un salón para banquetes sito en algún punto de Brooklyn.
Pese a su juventud, 24 años, no tardó en demostrar que estaba hecho de la misma madera que pater. Era una mina de oro. Se metió de lleno en el mundo de la gasolina, agenciándose los impuestos destinados a las arcas federales, en el de las apuestas deportivas, en el de la producción cinematográfica y en la compra y venta de vehículos. Su fama de buen recaudador, ingresando en el bolsillo de la Cosa Nostra más de 50 millones de dólares al mes, le llevó a figurar en la lista de los cincuenta mafiosos más ricos, influyentes y poderosos elaborada en 1986 por la revista Fortune. Con propiedades en Nueva York, Florida y California, propiedades que además visitaba en su jet privado (también contaba con un helicóptero), no es de extrañar que su nombre ocupara un lugar relativamente elevado: el 18. Ya era, por aquel entonces, uno de los ‘capitanes’ de la familia Colombo.
Tal y como le sucedió al padre, fue el glamur lo que terminó de mosquear a las autoridades. Así, la publicación de aquella lista en Fortune coincidió con una investigación policial que, a la larga, pondría su vida patas arriba.
Le terminaron pillando por sus trapicheos con la gasolina. Ante la montaña de pruebas en su contra, pruebas que garantizaban una buena temporada a la sombra, Michael decidió apostar fuerte y pactó con las autoridades. Se declaró culpable de lo que se le acusaba, denunció la existencia de la mafia y acordó testificar contra su gente. A cambio, la sentencia se redujo sustancialmente. Sobrevivió a la cárcel, toda una proeza en esas circunstancias, y a principios de los 90 salió en libertad con la intención de hacer borrón y cuenta nueva… al margen del gobierno. Tras rechazar el programa de protección de testigos pese a tener una sentencia de muerte (aprobada por su propio padre) sobrevolando su cabeza, se mudó con su familia a California, a una ubicación desconocida, y desapareció del mapa.
Cuando reapareció, tiempo después, parecía un hombre nuevo. Se había reencontrado con Jesucristo, o eso dijo, y se había puesto a dar charlas motivacionales. Primero en iglesias y luego, al ver que las iglesias se llenaban, en toda clase de sitios. Cárceles, universidades, escuelas de negocios, eventos corporativos. Lo que fuera. Cobrando, por supuesto. Además, entre charla y charla se puso a escribir sus memorias, que publicó en 2009 con el título Blood Covenant, y un libro de «business tips» que apareció un año más tarde. El título, previsible, ayuda a presumir el contenido: I’ll Make You an Offer You Can’t Refuse. Insider Business Tips from a Former Mob Boss.
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Como bien dice Frank Robson, un periodista australiano que conversó largo y tendido con Michael Franzese para el Sydney Morning Herald en 2015, cuando uno se asoma a la vida de semejante mafioso le asaltan inmediatamente dos preguntas. Primera: ¿ha matado alguna vez a alguien? Segunda: ¿por qué no está muerto?
A la primera pregunta nunca ha querido responder y su silencio puede explicarse de dos maneras: o bien lo ha hecho y no lo quiere decir por miedo a las consecuencias (legales y mediáticas), o bien nunca apioló a nadie con sus propias manos pero aclarar el enigma supondría restar morbo a su persona. Una decisión, en fin, poco rentable. Lo que suele hacer Michael al escuchar esta pregunta es sonreír y soltar algo así como «formé parte de un estilo de vida dominado por la violencia y, debido a mi rango, viví ciertas experiencias, pero vamos a dejarlo ahí». Sin embargo, en sus charlas motivacionales cuenta que el dinero recaudado como ‘capitán’ de la familia Colombo se lo debe a su capacidad de negociación con la parte contraria. La violencia, en su caso, siempre fue anecdótica.
Ante la segunda pregunta, sin embargo, suele prodigarse. Primero, desmiente un rumor muy extendido que dice que pagó diez millones de dólares a sus viejos camaradas a cambio de que le dejaran vivir. «Si hubiese soltado diez millones de dólares a cambio de mi vida, la mafia los habría cogido y luego me habría matado», explicó durante su conversación con Robson.
¿Entonces? Michael sostiene que cuando cantó la traviata en la trena se cuidó mucho de involucrar a quien no debía. Que habló sobre todo de sí mismo, de lo que él hacía, y poco más. Entre eso y que, al final, pese a su acuerdo con las autoridades, nunca tuvo que testificar en ningún juicio contra nadie pues, oye, habrán decidido dejarle relativamente en paz. Esa es su tesis. Aunque, ojo, siempre subraya el «relativamente» porque, al parecer, sigue sin poder hacer vida del todo normal. Nada de discotecas, de pasear al perro a la misma hora o por el mismo sitio y, por supuesto, nada de anunciar con antelación determinados saraos.
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El tráiler que termina con la aparición de su página web se subió a YouTube en junio del 2020 y, obviamente, es obra suya. Desde entonces ha subido 150 vídeos más. (Cabe suponer que tamaña productividad bebe, en parte, de las restricciones impuestas por la pandemia.)
En algunos cuenta –sin realmente contar demasiado– episodios vividos en primera persona como mafioso. La vez que me reuní con Vincent ‘The Chin’ Gigante; la vez que tuve una reunión súper tensa con un ‘capitán’ de la familia Genovese; la vez que tal; la vez que pascual. Esas cosas. Luego están los vídeos donde comenta películas o series mafiosas. Lo que le parece verdad, lo que no, la escena que más le ha gustado y demás. Hay una tercera categoría de vídeos, de mayor interés, que incluyen entrevistas con celebrities: Mike Tyson, Domenick Lombardozzi, Chazz Palminteri, etcétera. Y entre medias, vídeos un poco random en los que contesta a las preguntas de sus seguidores. Todo en plan simpático.
Hay quien advierte contra todo esto, por supuesto. Personas que sostienen que Michael sigue siendo un psicopatilla cuyo único mérito ha sido saber adaptarse a los tiempos. Antes se llenaba el bolsillo al margen de la ley y ahora se nutre de aquello para poner el cazo oculto tras una fachada en la que se mezcla el entretenimiento y la autoayuda.
Bien, responde la gran mayoría de sus seguidores. Es probable. ¿Y qué? Hemos crecido fascinados por lo que nos cuentan obras como El Padrino, Érase una vez en América, Los Soprano o Scarface… ¿y ahora que uno de ellos ha decidido hacerse youtuber vamos a ponernos moralistas? Que nos entretenga, hombre, mientras promociona camisetas, tacitas de desayuno y seminarios para perdedores hartos de serlo. Y allá el que se lo crea.