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El enigma de los drones que sobrevuelan centrales nucleares en Francia

Desde el pasado mes de octubre decenas de drones de origen desconocido desafían la seguridad nuclear francesa de madrugada, llegando incluso a registrarse seis vuelos simultáneos. Ocho meses después, y con la defensa ya en manos de militares, el misterio sigue sin resolver. El recién clausurado Salón Internacional de la Aeronáutica y el Espacio de París-Le Bourget se ha convertido, por momentos, en un monográfico de ingeniería antidrones, tras las presiones del Gobierno a la industria para aportar soluciones eficaces y sin daños colaterales para la interceptación de los miteriosos vuelos ilegales.

El enigma de los drones que sobrevuelan centrales nucleares en Francia

Se mantiene el misterio y también la amenaza. Desde octubre de 2014, drones de origen aún no identificado vienen sobrevolando cíclicamente centrales nucleares, instalaciones militares, y hasta el palacio de El Elíseo. Alerta de madrugada en diferentes lugares de la geografía francesa. Lo que en un primer momento se atribuyó a una “travesura” ha ido creciendo hasta convertirse, actualmente, en una preocupación de primer orden para la seguridad del país. Con el objetivo de frenar estos misteriosos vuelos y proteger el mapa nuclear de Francia, el Gobierno ha puesto en marcha diferentes programas de defensa de zonas sensibles, pero hasta el momento no han logrado impedir que cesen los vuelos sobre las centrales nucleares y otros objetivos peligrosos.

El pasado mes de octubre la policía recibió el aviso desde Electricité de France: varias centrales nucleares estaban siendo sobrevoladas en noches consecutivas por pequeños aviones no pilotados y no identificados. En un primer instante las autoridades intentaron atajar el caso con una norma de urgencia que permitía a los encargados de velar por la seguridad de los centrales abrir fuego contra los drones. Más tarde matizaba que solo podrían disparar los miembros de los grupos especializados de protección policial PSPG.

Sin embargo, era tal la cantidad de condicionantes puestos –entre otros, obviamente, que el objetivo no estuviera en la dirección de la central- que no pudo abatirse ningún drone. Un oficial de la policía francesa comentaba entonces entre risas: lo que pretende el gobierno es tan sencillo como «como intentar cazar patos con un rifle».

La amenaza terrorista en el horizonte

Tras algunas semanas de indecisión por parte del ejecutivo galo, los vuelos continuaron extendiéndose a centrales de todo el país, y llegando a alcanzar incluso la sorprendente intensidad de seis vuelos simultáneos sobre seis centrales. Cuando la amenaza saltó a la prensa el Gobierno cortó de inmediato especulaciones asegurando que ninguno de estos episodios estaban poniendo en riesgo la seguridad nacional. Pero algunos expertos negaron que fuera así y explicaron en los medios franceses, con todo lujo de detalles, los problemas que podría causar el impacto de un drone contra cierta zona de una central nuclear, o incluso la posibilidad de adherir a estos aviones pequeños explosivos, suficiente como para poner en jaque la seguridad nuclear francesa. 

La reacción del Gobierno ante el primer conato de pánico en la opinión pública fue inmediata: recurrir al 5º Regimiento de Helicópteros de Combate de Pau, formado por decenas de Gazelle y Puma. Se trata de la cuarta mayor base de helicópteros de Europa. Además de esta medida, se instalaron radares militares en centrales como La Hague y Flamanville. 

El 1 de diciembre se produjo en la central Golfech en Tarn-et-Garonne la primera persecución de un Gazelle a un drone con resultados nunca clarificados, si bien el propio ejército reconoció que no se había obtenido ninguna información sobre el origen de la amenaza. La prensa interpretó que, sencillamente, el drone había logrado abandonar su posición sin que el helicóptero lograra interceptarlo.

Greenpeace alerta de la carencias de seguridad de las centrales

La calma se rompió definitivamente en la última semana de noviembre, cuando Greenpeace, que tuvieron que desmentir que lo ocurrido formara parte de reivindicación alguna de la organización, enviaron un informe demoledor al Gobierno. La conclusión es una auténtica bomba para Francia: alertaban de la “fragilidad extrema” de la red nuclear francesa ante posibles ataques terroristas con drones. En esta documentación se exponían detalladamente las carencias de las centrales nucleares francesas y se especulaba con una posibilidad que las autoridades de Francia no querían ni mencionar: que los drones misteriosos fueran parte de un plan previo de reconocimiento antes de un ataque terrorista sobre las centrales. 

La «extrema fragilidad» a la que alude el informe de Greenpeace responde a que las centrales fueron diseñadas en «los 60 y 70, un momento en el que la amenaza terrorista no se tenía en cuenta». La documentación recuerda que en los 70, cuando se pensaron las centrales, no existían teléfonos móviles, ni inteligentes, ni drones, por lo que persuadir estas amenazas no fue, precisamente, una prioridad.

En la misma línea, el presidente de L’Autorité de Sûreté Nucléaire (ASN) alertaba horas después de conocerse la existencia del informe de que estos vuelos sin identificar podrían ocultar un plan para tumbar la red de energía nuclear en Francia y dejar al país parcialmente sin electricidad.

¿Quién se encarga de defender las centrales?

Uno de los problemas a los que se enfrentaba el Gobierno de Francia a la hora de resolver esta amenaza era sencillamente de organización, casi burocrático. Aunque la competencia de defender las centrales estaba en manos de la seguridad particular de la mismas, la de defender su espacio aéreo correspondía a la fuerza militar; así que durante semanas nadie pudo actuar por este choque de responsabilidades. Por eso otra de las medidas clave fue traspasar a los militares todas las competencias para repeler esta nueva amenaza. 

Tampoco el Gobierno ha actuado desde el comienzo con celeridad. Primero, en el citado informe de Greenpeace se les acusa de «minimizar la amenaza», ya que los primeros esfuerzos se centraron en comunicar que no existía «riesgo alguno» para las centrales nucleares. Posteriormente, pasaron a reconocer el problema y a admitir que, por el momento, no es exclusividad gala. “Debemos recordar que esto no es un problema nacional”, decía a Le Fígaro Jean-Yves Le Déaut, diputado socialista y presidente de l’Office Parlementaire d’Evaluation des Choix Scientifiques et Technologiques (OPECST), recordando que el pasado 23 de enero un drone sobrevoló los jardines de la Casa Blanca en Estados Unidos, o que en 2013 uno logró aproximarse peligrosamente a Angel Merkel en Alemania. Le Deaut descartaba la “prohibición de la venta de drones” pero exigía Europa una urgente “directiva europea sobre los drones”. 

Del 15 al 21 de junio de 2015: siete días clave para la seguridad nuclear francesa

En este ambiente se ha llegado al prestigioso Salón Internacional de la Aeronáutica y el Espacio de París-Le Bourget, celebrado entre el 15 y el 21 de junio. Además de las famosas exhibiciones aéreas que se han ofrecido estos días en Le Bourget y cuyas impactantes imágenes están dando la vuelta al mundo, en materia de seguridad se ha tratado a fondo un asunto en el que el ejecutivo francés tenía especial empeño: la presentación y discusión de proyecto tecnológicos destinados a repeler la amenaza de los drones sobre objetivos sensibles.

Entre las principales propuestas salidas de las diferentes entidades participantes este año en Le Bourget se encuentran el láser antidrones, desarrollado por Estados Unidos, China y Alemania, y cuyo principal inconveniente para el caso que nos ocupa es que no puede emplearse en zonas urbanas.

Un «drone antidrones» ha sido recibido con entusiasmo: desarrollado por la empresa francesa Malou Tech, este aparato detecta el drone “enemigo” y se lanza a perseguirlo hasta cruzarse con él extendiendo una gran red con la que lo captura. Las imágenes de los experimentos, expuestas en vídeo por el Groupe Assmann, resultan muy impactantes, aunque resulta una solución demsiado artesanal para un problema tan seria.

Con la urgencia de solucionar la amenaza, el pasado mes de abril, la Agencia Nacional de Investigación de Francia seleccionó a la empresa Onera para el desarrollo de una solución urgente en el marco del programa de “protección de zonas sensibles contra los drones”. Su solución, algo similar a un inhibidor, implica la caída en absoluto descontrol del dron, por lo que su empleo en zonas urbanas se hace prácticamente imposible. 

El sistema UWAS, la solución más esperada

En reemplazo de otros dos proyectos –ANGELAS y BORÉADES– de la Agencia Nacional de Investigación, ha llegado el que podría ser el proyecto definitivo, fruto de un acuerdo cerrado durante esta cita de expertos en Le Bourget: El sistema UWAS, que incluye todo lo que las autoridades desearían poder hacer para responder a los drones misteriosos: detecta, identifica, sigue, y finalmente intercepta drones. Este importante acuerdo se firmó el pasado 15 de junio y se hizo público miércoles 17, a través de la firma Aveillant, líder mundial en tecnología radar. “Podemos ver todo el cielo, todo el tiempo”, es uno de los eslóganes de la compañía, presumiendo de su capacidad para obtener información y escanear sobre vuelos no identificados.

“Hay muchos desafíos pendientes en la protección de sitios sensibles contra los drones”, explican desde la compañía, “ciertos sitios más expuestos, como aeropuertos, centrales nucleares, estadios, y zonas militares serán los primeros que contactaremos y que estarán interesados en nuestra solución, que ya está en funcionamiento”. 

¿Pero cómo funciona el sistema que ofrece Aveillant? En primer lugar, cuenta con un radar único Aveillant “capaz de detectar amenazas de tipo 4 con motor de 0,01 m2 a una distancia de más de 5 kilómetros y hasta una altura de mil metros”. Además, incluye «un sistema de seguimiento óptico en tierra», que facilita la identificación del objetivo. También “uno o más vectores de rastreo, seguimiento e interceptación”. Y todo ello bajo un control de supervisión que puede ser portátil o estar “integrado en un puesto de mando a distancia”. En este ambicioso proyecto, junto a Aveillant, participan JCPX Development y DSNA Services.

No está de más recordar que Francia fue el primer país europeo que permitió a los drones, en el año 2012, operar en su espacio aéreo, aunque con ciertas restricciones. El primer país del mundo en hacerlo fue Sudáfrica en 1994, empleándolos para monitorear los altercados en las primeras elecciones democráticas de su historia. En Japón los drones civiles se emplean sobre todo para monitorear zonas de riesgo, como volcanes. En el sudeste asiático, también desde 2012, un montón de drones no militares patrullan para proteger y vigilar las especies en peligro de extinción. Mientras que en Estados Unidos el uso de drones civiles está muy restringido. Sin embargo, la mayoría de estos países planean la puesta en marcha de nuevas leyes sobre drones en el presente año, algo que incrementará sin duda las oportunidades que ofrecen estos aparatos, pero también su potencial amenaza para la seguridad.

Otras medidas de defensa

La batalla de Francia contra este misterioso fenómeno de los drones que sobrevuelan zonas sensibles no se limita a lo tecnológico. El pasado 3 de junio se aprobó un endurecimiento de la ley de protección de las instalaciones con materiales nucleares. La ley también obliga al Gobierno a presentar un informe completo antes del 15 de septiembre en el que se evalúen en profundidad los riesgos que plantean los vuelos de drones sobre centrales nucleares. 

La hora de la vedad: ¿quién está detrás de los vuelos?

“Nadie sabe quién es realmente detrás de estos sobrevuelos.”. Es la conclusión del Gobierno, emitida en voz del Jean-François Hogard el pasado 25 de marzo. No obstante, sí hay algunos casos que han logrado clarificarse. Desde el pasado mes de octubre se han registrado 204 informes, 63 de ellos provocaron acciones judiciales, y 55 están ya cerradas. Sin embargo, tan solo 13 casos han sido resueltos, aunque se han saldado con medidas diferentes y, por momentos, hasta cómicas: confiscación de los drones, multas extremadamente bajas, y recordatorio verbal de la ley al infractor… 

En París, estimaciones de la policía muestran que, de las 89 denuncias, solo 27 han podido verificarse como actos realmente protagonizados por drones. De las 14 detenciones producidas, la mayoría son turistas que desconocían la legislación francesa –incluyendo a un grupo de chinos que muy entusiastamente filmaron una escuela militar-. En lo que se refiere estrictamente a la amenaza nuclear, Justicia reconoce 37 avisos de sobrevuelos de drones en centarles, de los cuales sólo 19 han podido identificarse al 100% como drones, pero sin que haya podido averiguarse su origen.

Además de los problemas de detección de un objeto tan pequeño –los sistemas han de evitar confundirlos, por ejemplo, con pájaros-, la mayor preocupación de las autoridades es resolver cómo liquidar los drones después de detectarlos. Casi todos los sistemas incluyen acciones que pueden causar daños colaterales, por tanto incompatibles con ámbitos urbanos o centrales nucleares, o bien la entrada en juego de señales GPS que podrían interferir en aeropuertos, comprometiendo –nada menos- el aterrizaje de los aviones.

A propósito, desde la Gendarmería del Ministerio de Defensa insisten en que el mayor de los peligros no son los actuales vuelos de drones sobre centrales nucleares, sino una hipotética extensión de estas prácticas a los aeropuertos franceses. En Estados Unidos, en el aeropuerto JFK, varios drones de aficionados comprometieron la seguridad de la aviación civil a finales del pasado año. La moda, convertida en competición de aficionados a los aviones –y parcialmente extinguida por las autoridades-, era aproximarse lo máximo posible al avión en el momento del aterrizaje y, por supuesto, filmar la gesta y subirla a las redes sociales. 

El dato, por concluyente, no resulta alentador: más de un millón de drones se han vendido en todo el mundo en los últimos años y muchos de ellos están causando problemas en los cielos -especialmente norteamericanos, pero no solo-, en las proximidades de aeropuertos o aviones. Lo de Francia podría quedarse en una anécdota menor en comparación con la laguna legal y de seguridad que se introduce en los países con la distribución de estos aparatos de aviación civil sin piloto.

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