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Tecnología

Antonio García Vicente, el programador y emprendedor social de 13 años que quiere cambiar el mundo y la educación

Con seis años Antonio García Vicente descubrió la programación, un «superpoder» que le permite entender cómo funcionan las cosas que le rodean y aprender de manera más divertida. Desde entonces ha desarrollado más de 100 videojuegos, proyectos de robótica e inteligencia artificial y una plataforma de voluntariado activo para cuidar el planeta

Antonio García Vicente, el programador y emprendedor social de 13 años que quiere cambiar el mundo y la educación

Cedida por Antonio García Vicente

Antonio García Vicente (Villanubla, Valladolid) tiene solo 13 años, pero su currículum, siendo apenas un adolescente, es impresionante. Con seis años empezó a programar, con siete entró en el Club de Jóvenes Programadores de la Universidad de Valladolid y con ocho replicó este espacio fundando en su colegio el Club de programación el Páramo de Villanubla. Con esa misma edad fue el ponente más joven de TedXYouth Valladolid y desde entonces no solo da charlas para motivar a otros jóvenes como él a descubrir las infinitas posibilidades de la programación, sino que ha colaborado en proyectos educativos de España y Latinoamérica, ha creado un centenar de videojuegos y ha desarrollado proyectos de robótica e inteligencia artificial, escape rooms y aplicaciones móviles. Con su última propuesta, la plataforma Joinus4theplanet, conjuga la tecnología y el cuidado del medio ambiente en una red social de voluntariado activo. ¿Cómo lo hace?

«Lo primero dejar claro que yo no soy excepcional», dice con modestia García Vicente ante el interés que genera su hiperactividad. «Hay un millón de niños que programan igual o mejor que yo. La única diferencia es que yo intento ser la voz para que la gente lo conozca. Por eso diría a todos los niños que, si le echan ilusión y ganas, pueden conseguir cualquier cosa, y la programación es una de ellas», añade sobre su pasión.

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Antonio en momento de su participación en TEDxYouth a los 8 años. | Foto cedida por Antonio García Vicente.

Comenzando por el principio, Antonio entró en contacto con la programación a través de los Scratch Days, un evento coordinado por el MIT, el prestigioso Instituto de Tecnología de Massachusetts, que se celebra en decenas de ciudades de todo el mundo, en este caso, a iniciativa de la Escuela de Ingeniería Informática de la Universidad de Valladolid. La idea es que jóvenes de cualquier edad puedan aprender los fundamentos de la programación y la robótica a través de Scratch, una plataforma de programación gratuita, una comunidad en línea para niños y un lenguaje de programación visual que permite aprender programación sin tener conocimientos profundos sobre el código. «Fuimos toda la familia por curiosidad y enseguida la programación me encantó porque sentía que tenía el superpoder de entender cómo funcionan las cosas que me rodean, decidir cómo quiero que lo hagan y, además, es una forma divertida de aprender», explica. 

Solo un año después, a los siete, García se incorporó al Club de Jóvenes Programadores de la UVA y creó su primer videojuego. «Aquí fue cuando realmente me enganché a la programación porque me di cuenta de que se pueden hacer infinidad de cosas y que nunca iba a acabar de descubrirlas todas. Quise seguir aprendiendo y empecé a hacer proyectos para aprender de forma más divertida los huesos del cuerpo humano o los planetas», señala el inquieto García, que pronto despertó el interés de sus compañeros con sus propuestas. «Me decían que ellos también querían programar, entonces yo les iba explicando un poco lo que sabía. Como todos querían aprender, pero no todos podíamos ir al club de la Universidad de Valladolid porque no había espacios suficientes, dije, voy a hacer un club en el colegio y así les voy explicando lo que voy aprendiendo y todos lo podemos utilizar en nuestro beneficio», resume sobre el nacimiento del Club de Programación del Páramo de Villanubla hace cinco años. 

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Antonio en el evento de Hoy es Marketing en 2019. | Foto cedida por Antonio García Vicente.

«Al principio éramos unos 10 niños de ocho o nueve años de mi clase. Pero decidimos hacer un evento que se celebra en todo el mundo, La hora del código, que es un día en el que estamos una hora programando. Se lo presentamos al director del colegio y logramos que se apuntaran unas 120 personas. Los que formábamos parte del Club de Villanubla éramos como los ayudantes. Y hubo tanta gente a la que le gustó la programación que se nos unieron muchas personas», explica sobre el crecimiento de este espacio, que en 2020 superó los 130 alumnos de entre 7 y 16 años, extendiéndose a otros colegios de la zona. «En ese punto yo ya dejé de ser monitor y sigo asistiendo como un alumno más con profesores de verdad», añade quitándose mérito de nuevo, pues él también imparte charlas, conferencias y cursos donde demuestra lo divertida que puede ser la programación.

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Antonio explicando su proyecto en ‘El Hormiguero’. | Foto cedida por Antonio García Vicente.

«No es solo un código, un ordenador y que se ejecute la pantalla, sino que se puede llevar al mundo real, a lo físico. Por ejemplo, usando las placas de Makey Makey, que lo que hacen es simular un teclado, hemos llegado a hacer que personas de verdad sonaran como instrumentos o como animales, un piano de pies con papel de aluminio o un simulador de un avión con un joystick», cuenta García Vicente, que quiere cambiar la imagen negativa que todavía se asocia a la computación.

«Siempre se piensa que es estar con las persianas bajadas, todo el día encerrado en casa metido en la habitación, sin salir y sin hacer amigos y realmente no es así. Ya no es solo que la programación se puede compaginar perfectamente con la vida diaria porque yo, por ejemplo, juego al fútbol y salgo a la calle todos los fines de semana con mis amigos. Es que a través de la programación se puede conocer gente, hacer amigos y en los clubs de programación te lo pasas muy bien», asegura.

Uno de los proyectos de los que dice estar más orgulloso es Villanubla en tu mano, una aplicación móvil que utilizaba inteligencia artificial y machine learning para que los visitantes que acudieran a su pueblo pudieran conocer más sobre el lugar y sus monumentos. «Tú ibas con el móvil y, a través de la aplicación, sacabas una foto, a la iglesia por ejemplo, la escaneaba, la reconocía y te ponía toda la información», explica. 

En colaboración con su hermana Noelia, de 15 años, y su amigo Daniel García, de 16, Antonio ha puesto en marcha su último proyecto, Joinus4theplanet, una plataforma de voluntariado activo de ayuda al medioambiente que pretende movilizar y poner en contacto a jóvenes con ganas de cambiar el mundo, ya sea limpiando zonas contaminadas, recuperando espacios devastados o compartiendo contenidos de concienciación.

«A los tres nos gusta la programación y nos dimos cuenta de que no solo tenía aplicaciones en el mundo del aprendizaje, sino que podía ayudar a resolver problemas de tipo social, así que decidimos elegir el de la contaminación porque era el que más nos impactaba y el que notábamos que en el mundo en el que vamos a vivir en el futuro va a ser una realidad», cuenta García. «Nuestra idea es que sirva como punto de unión a empresas, asociaciones y cualquier tipo de grupo o persona que quiera ayudar al medio ambiente y que puedan hacerlo de maneras muy distintas. Como dice el nombre de la plataforma, que se pueda unir la gente para que cada uno aporte su granito y al final consigamos hacer un cambio real», remata.

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Daniel, Noelia y Antonio junto a los prototipos de imagen de JoinUsForthePlanet.org | Imagen cedida por Antonio García Vicente.

Como parte de la generación más formada y concienciada con el cambio climático y los retos que va a plantear, García Vicente reconoce que los adultos que toman las decisiones muchas veces no prestan la atención que deberían a los jóvenes, pero esta situación está cambiando gracias a su enorme capacidad de movilización y organización. «El mundo puede ser cambiado positivamente por cualquier persona, sin importar cuál sea su edad. Todos podemos ser changemakers y promover el cambio si apostamos ideas positivas», dice deslizando su último reconocimiento, el de Joven changemaker de la fundación de emprendedores sociales Ashoka.

Volviendo a la programación, García Vicente defiende su incorporación a la educación como una asignatura más, tanto por las habilidades que los niños pueden desarrollar durante su estudio como por lo necesaria que es en un mundo cada vez más digitalizado. «Alguien que ahora mismo está aprendiendo programación igual tiene más posibilidades de elegir a qué trabajo quiere dedicarse que alguien que no sepa. Y lo importante es que con la programación se aprende mucho de pensamiento computacional y de razonamiento lógico que es algo muy necesario en la vida en general», explica. 

«La programación te ayuda a tener una visión diferente a la hora de afrontar los problemas porque tienes que ver y pensar todas las posibilidades. Y es un todoterreno que se puede aplicar a cualquier campo, entonces es algo muy útil que en un futuro va a servir para muchas cosas. Igual que te dicen que las matemáticas las vamos a necesitar toda la vida, la programación también la vamos a necesitar para toda la vida», añade.

De mayor siempre Antonio García Vicente dice que le gustaría ser portero de fútbol o inventor. Y aunque la primera posibilidad la ve complicada, «claramente, quiero seguir creando cosas, pasándomelo bien con lo que hago y si encima estas cosas que creo pueden ayudar a la gente, pues mucho mejor», concluye este joven creador. 

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