Godello: la uva de la discordia
Llega el ‘boom’ de esta variedad y, con él las primeras trifulcas administrativas
¿Qué tendrá la godello que todos la quieren y hasta se pelean por ella? En los últimos lustros, esta uva blanca gallega ha seducido a enólogos y wine-lovers e incluso se ha puesto de moda últimamente entre el pueblo llano. Después de los booms sucesivos del albariño y de la verdejo, llega el de la godello y, con él, las primeras trifulcas administrativas sobre el derecho a erigirse en baluarte o a plantarla aquí o acullá.
El lío comenzó hace unas semanas cuando la denominación de origen Rueda anunció la inclusión de dicha casta entre las 8 nuevas variedades secundarias con las que se puede elaborar vino amparado por esta marca de calidad. Inclusión avalada por la Junta de Castilla y León mediante resolución publicada en el Boletín Oficial del pasado 23 de agosto. Y así de fácil se inicia una tormenta de magnitudes casi bíblicas.
Aunque los vinos de godello más famosos se producen históricamente en la comarca orensana de Valdeorras y esta cepa se halla plantada igualmente en otras denominaciones galaicas como Ribeira Sacra, Monterrei o Ribeiro, en esta ocasión, los primeros en poner el grito en el cielo han sido los bercianos. ¿Por qué? Pues porque el vidueño blanco de moda ha pasado de ocupar allí 87,86 hectáreas en 2009 a 368,96 has en 2023. Y las nuevas plantaciones siguen surgiendo al oeste de León al amparo de esta tendencia imparable. En resumen, que los viticultores bercianos ven peligrar su trozo del pastel.
Con esta idea en la cabeza, el procurador de la Unión del Pueblo Leonés (UPL) José Ramón García lamentó hace unos días la decisión «inédita y aberrante» de la Junta, considerándola como «una canallada» a la DO Bierzo, a cuyos agricultores y viticultores la DO Rueda «les roba el trabajo y el tesón, apropiándose de su esfuerzo» al pretender plantar en tierras vallisoletanas una cepa que no es autóctona de allí. Y la polémica bien podría llegar a los tribunales, ya que los leoneses afirman estar dispuestos a todo para proteger lo que consideran su patrimonio vitícola y aseguran estar respaldados por las denominaciones de origen gallegas que tienen igualmente esta vid como santo y seña.
En un esfuerzo por templar gaitas, la consejera de Agricultura de la Junta, María González Corral, defendió inmediatamente en el pleno que la godello «no es de nadie, es de todos». Admirable intento que no ha hecho sino avivar las llamas. ¿Y quién ha venido a romper las mínimas normas de cortesía en el debate? Pues el parlamentario socialista Javier Campos, que ha tildado a la consejera de «lerda y sinvergüenza», sin más miramientos.
Ante la polémica desatada, el consejo regulador de la DO Rueda ha emitido hace unos días un comunicado arguyendo que «Rueda no pretende usurpar la identidad de las denominaciones de origen que tienen a la godello como variedad autóctona», pero incidiendo en que dicha cepa «lleva plantada en nuestros suelos desde el año 1996 y varios viticultores y bodegueros de la zona ya han sacado al mercado vinos elaborados con godello sin el marchamo de la DO». «La decisión de incluirla como secundaria responde a motivos cualitativos y a las necesidades de un mercado con consumidores que demandan nuevos perfiles de vino», concluye.
El problema, según indica el presidente de la DO Bierzo, radica en que el sistema de producción masiva que impera -con algunas loables excepciones- en casi toda la zona Rueda y que tiene poco que ver con el de las pequeñas bodegas bercianas o gallegas, que vienen defendiendo desde hace décadas un estilo de vinos de tirada limitada y producción artesanal. Los minifundios vitícolas del noroeste español estarían en franca desventaja para competir en el mercado con las plantaciones extensivas de Rueda y unas bodegas con capacidad para embotellar millones de litros. Pero no adelantemos acontecimientos…
La única verdad de todo este asunto es que no se le puede poner fronteras al campo y que los viticultores de Rueda han sido los primeros en ver cómo una casta que solo se daba en su zona, la muy castellana verdejo, era adoptada sin complejos por hasta una veintena de denominaciones de origen españolas. Algo que ya sucedió en su día con el albariño -¿han probado el de Costers del Segre?- sin que nadie se rasgara las vestiduras.
En el trasfondo, late una devoción creciente nacional e internacional por esta uva, tan vinculada al Camino de Santiago, que la legendaria Master of Wine británica Jancis Robinson describió en su momento como una variedad «poco apreciada, que combina la estructura de un borgoña blanco con la finura de un vino frutal y mineral».
«Hace 40 años apenas quedaban 400 plantas de godello localizadas en todo el marco de Valdeorras. Hoy, por fortuna, ya tenemos 1.200 hectáreas», proclamaba nuestro querido y admirado Víctor de la Serna en su discurso de ingreso en la Real Academia de Gastronomía. «En El Bierzo han pasado de un 4% a un 17% de plantaciones de godello», me explicaba recientemente Verónica Ortega. «Se ha convertido en la cepa de moda sin discusión, aunque no todos los clones ofrecen la misma calidad. El de grano menudo es menos productivo, pero más complejo. Se trata de una uva que no resulta muy aromática, pero se lleva muy bien con la madera», recalca esta viñadora gaditana afincada en tierras leonesas que es una de mis productoras favoritas de blanco bercianos, al lado de César Márquez, Raúl Pérez, José Antonio García o Gregory Pérez (Mengoba)».
«Cómo una uva moribunda se ha convertido en la más cool de España», titulaba el año pasado Analia Plaza un bien documentado reportaje en El Periódico de España. Apenas unos meses antes, certificando este fenómeno imparable, la revista estadounidense Wine Advocate concedía su nota máxima de 100/100 al vino de parcela O Soro 2020 de Rafael Palacios, acaso uno de los más grandes godellos que se han hecho jamás.
«Hoy, es caro y complicado encontrar terrenos para producir vino de godello en Valdeorras, porque hay poco suelo y mucha demanda», explica Plaza acerca de este vidueño en franca expansión. «Cada año desde la década de los 90 aumenta su producción y superficie cultivada, hasta el punto de que el precio de las parcelas en la pequeña comarca gallega de donde es originaria se ha disparado en los últimos tiempos. Si, a comienzos de los 2000, era posible hacerse con una hectárea con derechos de plantación por unos 30.000 euros, diez años después costaba el doble«.
La poco conocida historia del renacer de esta uva se remonta a mediados del siglo XX, cuando estuvo a punto de desaparecer tras la plaga de la filoxera y fue recuperada gracias a un proyecto público encabezado por Horacio Fernández Presa, un empleado del servicio de extensión agraria que llegó a la comarca gallega en 1966 y contribuyó decisivamente a sacar la godello del ostracismo y poner la región en el mapa mundial del vino de calidad.
El proyecto se llamaba Revival: recuperación de viñedos de Valdeorras y surgió como un modo de reorientar el viñedo de esta zona hacia la calidad, ya que no podía competir en cantidad ni en precios con otras zonas productoras más prolíficas. «Todas las familias conservaban cepas sueltas de godello en sus parcelas, pero hacían vino para su consumo en casa», rememora José Ramón Rodríguez, presidente del Consejo Regulador de Valdeorras. «Era un vino muy apreciado, pero también muy delicado: tienes que estar encima de él y mimarlo un montón».
¿Quién podía pensar en los años 70 en este rincón de Orense en dejar de producir 30.000 kilos de uva por hectárea con variedades como la garnacha tintorera o la palomino -plantadas tras la epidemia y escogidas por sus altos rendimientos-, que servían para abastecer el mercado de granel, para concentrarse en hacer solo 9.000 con la godello?
Tras encargar varios estudios técnicos sobre nuestra querida godello, Horacio comprendió que era necesario cambiar la mentalidad de la gente. Convenció primero a Bodegas Godeval y luego a otros precursores como Joaquín Rebolledo o los hermanos Guitían. Se seleccionaron las mejores cepas y se empezó a injertar. Hoy, en Valdeorras, se elaboran alrededor de 4,5 millones de kilos al año de esta casta milagrosa. Y la cantidad no para de aumentar a medida que se van replantado los pocos terrenos adecuados que quedan.
Al éxito exponencial de esta vid contribuyó, en primera medida, la concienzuda distribución del Guitián Fermentado en Barrica en los mejores restaurantes de las grandes ciudades de la piel de toro y el buen hacer de los dos asesores de dicha bodega, Pepe Hidalgo y Ana Martín. Después, llegaron a la región un par de treintañeros riojanos como eran entonces Rafael Palacios y Telmo Rodríguez que, cada uno por su lado, trajeron su formación enológica en Burdeos, su experiencia en bodegas familiares de prestigio como Palacios Remondo o Remelluri y su deseo de hacer algo grande en estas tierras regadas por el Sil. Para cuando la familia Rodero-Villa de Pago de Capellanes (Ribera del Duero) vino a abrir, en el pueblo de Seadur, una bodega exclusivamente dedicada a los blancos llamada O Luar do Sil, nadie dudaba de la nueva fiebre del oro que estaba aconteciendo en estas tierras que hacen frontera entre Galicia y León.
Yo soy fan de la godello desde los años 90, cuando solía regocijarme al descubrir en las cartas de vinos de ciertos establecimientos alguna añada madura de Guitián o de Valdesil, que por aquel tiempo no se agotaban tan rápidamente ni mucho menos. Recuerdo haber atesorado botellas de estos vinos en mi bodega de casa para consumirlos con algunos años de madurez y los resultados fueron espléndidos. Una noche de 2008, fui a cenar al DiverXo fundacional de la calle Francisco Medrano con el laureado chef brasileño Alex Atala, llevando conmigo para catar a ciegas un Guitián de 1998. Mi amigo lo comparó con un gran Condrieu y no le faltaba razón puesto que, con cierto tiempo adicional de crianza en botella, los godellos de aquella época recordaban poderosamente a una exuberante viognier, con sus notas amieladas y de fruta de hueso.
Aquel experimento avivó mi curiosidad y hoy guardo a buen recaudo algunas joyitas de mis productores predilectos, para disfrutar de ellas en su plenitud. Me alegro infinito del auge que está viviendo esta variedad y recomiendo a los consumidores nóveles que se atrevan a emparejarla no solo con pescados y mariscos, sino también con aves, tartares, curries u otras recetas exóticas. Por último, una reflexión que es, también un (secreto) deseo: ¿no sería bonito enterarse de que están plantando godello en Paso Robles (California) o en el Western Cape de Suráfrica? Pues, al paso que vamos, cualquier día de estos…