Ñoquis al Gorgonzola y la torpeza de mi amigo Gonzalo
«Todos conocemos algún imán del desastre. Alguien incapaz de cruzar el Sáhara sin tropezar con algo»

Imagen de un plato de ñoquis al Gorgonzola. | Zuma Press
Yo creo que todos conocemos algún imán del desastre. Alguien de una inaudita torpeza, incapaz de cruzar el gran desierto del Sáhara sin tropezar con algo, alguien que parece seducir a la mala suerte. Si quedas con ellos, llegan tarde porque han pinchado una rueda. Si pasas la fuente del aperitivo, dejarán caer un canapé sobre el sofá, recién tapizado de blanco. Si has aceptado su amable ofrecimiento de traerte un encargo, le perderán la maleta en que llegaba… Yo voy servido con mi gran amigo Gonzalo, que tiene, como aquel personaje de Wodehouse, dos pies izquierdos. Pero no sólo: también tiene dos manos izquierdas.
Si no hay quien sirva la mesa, el ir y venir de las fuentes funciona, más o menos. Pero si está Gonzalo… Algún imprudente se dirige a él y uno se echa a temblar: “¿Me pasas la ensalada, por favor?”. Y, diligentemente, lo hace encantado, no sin volcar dos copas, la de vino –que además se rompe– y la de agua, poniendo el mantel perdido y empapando el Wellington de su vecina de mesa. Mi miedo estaba justificado. Pero la auténtica zapatiesta está por llegar, cuando se levanta deshecho en disculpas (y vuelca la silla hacia atrás) y trata de apañar el desaguisado con su servilleta y su propio pañuelo y se corta con un cristal… Gonzalo no es desastroso, es cataclísmico.
Y un buen día me acordé de mi amigo Jaime, que ideó un centro giratorio para la mesa a prueba de gonzalos. En él se ponen las fuentes, guarniciones y salsas y, sin más que hacerlo girar, lo deseado queda frente a tu plato. De modo que, como nuestra mesa de comedor es redonda, compré un dispositivo para orientar las televisiones, pedí al carpintero que me cortara una tabla redonda y, manitas que es uno, apañé un centro giratorio a imagen del de Jaime, que funciona perfectamente. Tan es así que la última vez que Gonzalo estuvo en casa el reporte de daños fue razonable: sólo manchó la alfombra con un azafranado ñoqui al Gorgonzola, que no se sabe cómo huyó de su plato, junto con un trozo de la cubierta de chocolate de una galleta que se sirvió con el helado…
Os paso, de paso, mi facilísima receta de ñoquis:
Para 500 gramos de ñoquis
- Un puerro grandecito
- 50 gramos de mantequilla
- 250 mililitros de nata
- 100 gramos de queso Gorgonzola
- Nuez moscada recién rallada
- Unas hebras de azafrán
- Sal y pimienta
- Queso parmesano rallado (opcional).
Pica el puerro (sólo lo blanco) lo más fino posible y rehógalo en la mantequilla (en una sartén grande, donde vaya a caber la pasta) sin que llegue a dorarse. Mientras se rehoga, tuesta el azafrán, que así gana sabor: envuelve las hebras en aluminio y mételo en el horno tres minutos, a 160 grados. Luego deshazlo con los dedos. Cuando el puerro esté bien transparente y blandito añade la nata y el Gorgonzola, cortado en trozos. Deja que hierva a fuego lento hasta que el queso se disuelva. Añade un ralladito de nuez moscada, el azafrán, la sal y dos vueltas del rallador de pimienta. Que siga hirviendo, removiendo de vez en cuando, y que reduzca un 25 o 30%. Debe quedar una crema más ligera que espesa. Si está demasiado densa, añade un poco de leche.
Cuece los ñoquis en abundante agua removiendo al principio para que no se peguen. Tiempo: sigue las instrucciones del paquete, pero básicamente están listos cuando emergen en la olla. Escurre, vuélcalos en la sartén de la crema, remueve bien y listo. Servir con queso rallado (aparte, opcional).
100 gramos de Gorgonzola es dejar la crema más suave que fuerte. A mí me gusta así, pero cada cual, ya se sabe: lo mejor es probarla. Siempre se puede añadir algo más de queso.
El Gorgonzola, como el Stilton inglés, no pica, con lo que son idóneos para esta receta. Los amantes de sensaciones más fuertes, devotos o no del omeprazol –dichosos estos últimos–, pueden probar con Cabrales o Roquefort, más potentes, aunque es recomendable ser algo durañón con el queso.