Cuatro millones de niños huérfanos como consecuencia de la violencia en el Congo
Muchos de los niños huérfanos del Congo se ven obligados a buscar protección y alimentos por ellos mismos, a veces teniendo incluso la responsabilidad de cuidar a sus hermanos más pequeños. Según denuncian ONGs y organizaciones internacionales, muchos de estos niños sin padres son reclutados por organizaciones armadas, y en un espacio dominado por la violencia, donde las violaciones formen parte de la cotidianidad, una gran número de niñas son arrastradas a la explotación sexual. Entre las escalofriantes declaraciones de los niños congoleños recogidas por la agencia Associated Press, el pequeño Moise Munoka, de siete años, explica con sus propias palabras el horror del contexto que le rodea: «Es un sitio malo porque hay guerra, problemas, la gente no se lleva bien, les gusta matar. Siempre hay muertos y sangre».
Más de 4 millones de niños perdieron al menos uno de sus padres en las dos últimas décadas en el Congo, víctimas de las oleadas de violencia a causa de los minerales de sangre y conflictos étnicos que sacuden el país. Según datos de Naciones Unidos, en el centro y oeste de África hay más de 26 millones de niños huérfanos de padre y madre.
Muchos de los niños huérfanos del Congo se ven obligados a buscar protección y alimentos por ellos mismos, a veces teniendo incluso la responsabilidad de cuidar a sus hermanos más pequeños. Según denuncian ONGs y organizaciones internacionales, muchos de estos niños sin padres son reclutados por organizaciones armadas, y en un espacio dominado por la violencia, donde las violaciones formen parte de la cotidianidad, una gran número de niñas son arrastradas a la explotación sexual. Entre las escalofriantes declaraciones de los niños congoleños recogidas por la agencia Associated Press, el pequeño Moise Munoka, de siete años, explica con sus propias palabras el horror del contexto que le rodea: «Es un sitio malo porque hay guerra, problemas, la gente no se lleva bien, les gusta matar. Siempre hay muertos y sangre».