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El terror yihadista sacude Bruselas, el corazón de Europa

Alrededor de las ocho de la mañana se produjeron dos explosiones en la terminal de salidas del Aeropuerto de Zaventem. Murieron 14 personas. El pánico se apoderó de la muchedumbre, que huyó aterrorizada provocando escenas dramáticas. La investigación policial determinó que fueron tres atacantes, identificados como Ibrahim El Bakraoui, Najim Laachraoui -ambos se suicidaron en el atentado- y Mohamed Abrini, el llamado ‘hombre del sombrero’, que habría dejado en el aeropuerto una tercera maleta con explosivos que no llegó a detonar. Poco después, pasadas las nueve de la mañana, una tercera explosión acabó con la vida de una veintena de personas en la estación de metro de Maelbeek, a pocos metros de todas las instituciones europeas. El terrorista que se inmoló fue Khalid El Bakraoui, hermano de Ibrahim. La policía encontró, horas más tarde, otra bomba sin detonar en una vivienda en Schaerbeek, uno de los municipios con mayor concentración de musulmanes de Bruselas. Fue allí donde se detectó en enero una guarida de Salah Abdeslam. Tras los atentados, numerosos países -como España- elevaron el nivel de alerta en todo su territorio nacional. El miedo y la incertidumbre se instalaron en Bélgica, que desde entonces ha multiplicado sus esfuerzos para evitar nuevos ataques. En noviembre, investigadores franceses identificaron a Oussama Atar, un yihadista belga-marroquí, como sospechoso de haber coordinado los atentados en París y Bruselas desde Siria. La lucha contra el terrorismo no descansa.

El terror yihadista sacude Bruselas, el corazón de Europa

En la mañana del martes 22 de marzo, un doble atentado reivindicado por el Estado Islámico dejó 35 muertos -incluyendo tres terroristas suicidas- y más de 300 heridos en Bruselas. El Aeropuerto de Zaventem y la red de metro fueron los objetivos de los terroristas, que hicieron detonar sus explosivos en distintos puntos de la ciudad en apenas una hora y media de diferencia. Los atentados se produjeron sólo cuatro días después de la detención de Salah Abdeslam, cabecilla de la masacre de París, por parte de la policía belga.

Alrededor de las ocho de la mañana se produjeron dos explosiones en la terminal de salidas del Aeropuerto de Zaventem. Murieron 14 personas. El pánico se apoderó de la muchedumbre, que huyó aterrorizada provocando escenas dramáticas. La investigación policial determinó que fueron tres atacantes, identificados como Ibrahim El Bakraoui, Najim Laachraoui -ambos se suicidaron en el atentado- y Mohamed Abrini, el llamado ‘hombre del sombrero’, que habría dejado en el aeropuerto una tercera maleta con explosivos que no llegó a detonar.

Poco después, pasadas las nueve de la mañana, una tercera explosión acabó con la vida de una veintena de personas en la estación de metro de Maelbeek, a pocos metros de todas las instituciones europeas. El terrorista que se inmoló fue Khalid El Bakraoui, hermano de Ibrahim. La policía encontró, horas más tarde, otra bomba sin detonar en una vivienda en Schaerbeek, uno de los municipios con mayor concentración de musulmanes de Bruselas. Fue allí donde se detectó en enero una guarida de Salah Abdeslam.

Tras los atentados, numerosos países –como España– elevaron el nivel de alerta en todo su territorio nacional. El miedo y la incertidumbre se instalaron en Bélgica, que desde entonces ha multiplicado sus esfuerzos para evitar nuevos ataques. En noviembre, investigadores franceses identificaron a Oussama Atar, un yihadista belga-marroquí, como sospechoso de haber coordinado los atentados en París y Bruselas desde Siria. La lucha contra el terrorismo no descansa.

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