La villa vasca en la que nació Arguiñano: gran tradición ferroviaria y mucha calidad de vida
Aunque ha vivido la mayor parte de su vida en Zarauz, el cocinero nació en una pequeña villa con sus hermanas

Arguiñano, en una imagen de archivo. | Antena 3
Karlos Arguiñano siempre ha presumido de sus raíces vascas. Y, aunque ahora sea un hombre que guarda muchísima relación con la localidad vasca de Zarauz, lo cierto es que no siempre residió allí. El cocinero se crio en una pequeña villa —en Guipúzcoa— junto a sus hermanas y sus padres. Su progenitor trabajaba como carpintero y su madre era ama de casa. Karlos es el cuarto hermano de tres hijas y siempre ha estado muy unido a su familia. Es por eso que, ahora, todos ellos tienen fijada su residencia en Zarauz, donde Arguiñano ha desarrollado su carrera profesional. Fue ahí donde abrió su primer —y único— restaurante y, también, la localidad en la que viven sus hijos, quienes le ayudan con el negocio.
Sea como fuere, el chef nunca se ha olvidado del lugar en el que nació. Y es que pasó sus primeros años de vida en un municipio marcado por la industria ferroviaria y por una vida de villa pequeña pero muy activa en tradiciones vascas. Se mudó hasta Zarauz donde comenzó a formarse en hostelería y, sobre todo, en cocina, que se convirtió en una de sus grandes pasiones. Es por eso que eligió Zarauz para establecer su residencia; ya que seguía muy vinculado a su tierra pero, también, podía desarrollar lo que más tarde se convertiría en su forma de subsistir —y le proporcionara la fama de la que goza actualmente—.
La villa vasca en la que nació y creció Karlos Arguiñano

Arguiñano nació en la villa de Beasain en 1948, porque su familia vivía allí en ese momento. Aunque más tarde se mudó a Zarauz para formarse en hostelería y allí consolidó su carrera, Beasain quedó como su lugar natal y parte de su identidad. Esta localidad está en el centro de Gipuzkoa, dentro de la comarca del Goierri. Se asienta en el valle del río Oria, rodeado de montes verdes como el Murumendi o el Pagola. Está a unos 40 km de San Sebastián y muy bien comunicado por carretera (A-1, N-I) y tren (Renfe y Euskotren). Hoy ronda los 14.000 habitantes, lo que lo convierte en uno de los municipios más importantes del interior de Gipuzkoa. La mayoría de la población es euskaldun —hablante de euskera—, aunque también hay presencia de castellano hablantes, fruto de las migraciones industriales del siglo XX.
Beasain tiene un fuerte carácter industrial. La gran protagonista es CAF (Construcciones y Auxiliar de Ferrocarriles), fundada en 1917. Es una multinacional que fabrica trenes, tranvías y material ferroviario, con proyectos en todo el mundo. Además, hay pymes ligadas a la siderurgia, el metal y servicios. El sector agrícola y ganadero tiene menos peso que antes, pero sigue presente en la vida rural de los alrededores. La villa se menciona ya en documentos medievales. Durante siglos, formó parte de las tierras del Goierri, con economía rural y ferrerías tradicionales. En 1615 consiguió el título de villa. La llegada del ferrocarril en el siglo XIX y la fundación de CAF en 1917 transformaron la localidad. Entre su patrimonio, se destaca la iglesia de San Martín de Tours, el palacio de Igartza y su puente medieval, restos del complejo feudal de los siglos XIII–XIV. También hay infinidad de caseríos de estética vasca en los alrededores.
Con mucho verde y con una tradición ferroviaria muy fuerte

El euskera es muy hablado y forma parte de la vida diaria. Si hablamos de las fiestas, las más importantes son las de San Martín (noviembre) y las de Santa Águeda. También son populares las ferias de productos locales. Beasain está rodeado de montañas, prados y bosques. El Parque Natural de Aralar y la Sierra de Aizkorri están muy cerca, lo que lo convierte en un punto de partida ideal para senderismo y naturaleza. Como decíamos, Karlos Arguiñano se trasladó a Zarauz (Guipúzcoa) cuando todavía era joven, después de terminar su formación como cocinero en la Escuela de Hostelería del Hotel Euromar de Zarauz, en los años 60. En esa época ya trabajaba en distintos restaurantes, y finalmente fijó allí su residencia. En 1978 abrió su propio restaurante, el Restaurante Karlos Arguiñano, en un antiguo palacete frente a la playa de Zarauz, que con los años se convirtió en su base de operaciones y donde sigue funcionando.

Desde pequeño, Arguiñano siempre fue un niño alegre, sociable y con sentido del humor —rasgos que luego marcarían su estilo en televisión. Además, creció en una familia numerosa —son 4 hermanos—, lo que lo obligó a ser espabilado, colaborador y aprender a compartir desde pequeño. Su primer contacto con la cocina se produjo junto a su madre, ya que ese momento de preparación de alimentos se convirtió en uno de los más importantes. Siempre fue un apasionado del deporte, sobre todo del fútbol. De hecho, jugó de portero en equipos locales de categoría regional antes de dedicarse por completo a la cocina. En resumen, su infancia en Beasain fue la de un niño de familia humilde, en un entorno industrial y muy ligado a las costumbres vascas, donde forjó el carácter trabajador, campechano y vitalista que luego lo haría tan popular.
Con sus hermanas siempre ha tenido una relación muy cercana. Es más, al crecer juntos en Beasain, en una familia trabajadora, la unión entre hermanos era fundamental. La necesidad de ayudarse, compartir y colaborar forjó lazos muy sólidos. El propio cocinero ha contado, en más de una ocasión, que siempre se ha sentido muy apoyado por sus hermanas, quienes han sido un pilar clave no solamente en su vida personal sino, también, en la profesional. Suele hablar de lo importante que era la mesa familiar y la cocina en su casa. Sus hermanas tuvieron mucho que ver en esa educación doméstica y gastronómica que lo marcó desde niño.