Amaia, hija pequeña de Arguiñano: de vivir entre motos a una vida tranquila en los viñedos de Aya
La joven dio un giro de 180 grados tras estudiar Ingeniería y Mecánica y se dedicó a la bodega familiar en Guipúzcoa

Amaia y Karlos Arguiñano, en una imagen de las redes sociales.
La familia Arguiñano siempre se ha mostrado como una piña. Y es que tanto Karlos como Luisi han intentado que sus hijos se sostengan los unos a los otros, lo que han reforzado con comidas familiares, tiempo de calidad y una pasión compartida; la cocina. Aunque eso sí, de los seis hijos que tuvo el matrimonio, no todos ellos decidieron dedicarse a los fogones, al menos de forma profesional. Como contamos en THE OBJECTIVE, Txarli, el mediano, se decantó por el mundo del cine, mientras que Amaia —la pequeña— prefirió, en un primer momento, enfocarse en el motociclismo. Es más, estudió Ingeniería Técnica Mecánica en Mondragón. Y, luego, Ingeniería Industrial en su especialidad de Materiales.
Su vida dio un giro de 180 grados hace unos años cuando decidió enfocarse en la viticultura y formarse para ello. Actualmente, es la persona que dirige la Bodega K5, que lleva el sello personal del propio Arguiñano. Además, a sus 38 años, ha sido madre y mantiene una vida muy relajada, rodeada de campo, naturaleza y enfocada en una de sus grandes pasiones. Como decíamos, Amaia es la más joven de los siete hijos de Karlos Arguiñano y Luisa Ameztoy. Nació en Zarauz, donde pasó los mejores momentos de su vida. Allí, tanto su padre como su hermano Joseba, tienen sus propios negocios, que atraen a infinidad de turistas cada año.
Amaia, la hija pequeña de Arguiñano que dejó atrás las motos
Desde muy pequeña estuvo en contacto con la labor familiar y se volcó en ayudar tanto a sus padres como al resto de sus hermanos. Como decíamos, Amaia estudió Ingeniería Técnica Mecánica en Mondragón, y luego Ingeniería Industrial con especialidad en Materiales. Trabajó durante varios años en el mundo del motociclismo. Fue telemétrica —lo que implica que trabajaba con sensores de moto, midiendo, calibrando etc—. Durante ese tiempo también trabajó al menos un año para un equipo que no era el de su padre, lo que le permitió cierta independencia. Con el paso del tiempo se dio cuenta que quería una vida «más tranquila», más ligada a lo local y menos a viajes, velocidad, etc.
Así, empezó a formarse en viticultura y empresa vitivinícola; estudió Dirección de Empresas Vitivinícolas y Viticultura en la Universidad de La Rioja para adquirir conocimientos. Finalmente, se puso a los mandos de la gestión de la bodega familiar, Bodega K5. Esta se encuentra en la localidad de Aya, en Guipúzcoa, frente al Cantábrico, unas 30 km de San Sebastián. Están en un paraje con viñedos y bosque. Cuentan, además, con unas 15 hectáreas de viñedo, más otras 15 de bosque. Al año se producen unas 80.000 botellas de vino y cuentan con varias marcas y productos principales como K5, K-Pilota y Kaiaren. Kaiaren16 es un vino edición limitada; monovarietal de Hondarrabi Zuri, elaborado con mosto flor, con maceración prefermentativa en frío, y envejecido sobre lías durante largo tiempo, además de tiempo en botella.
Ahora es la encargada de gestionar la bodega familiar, K5
Se preocupa mucho por la calidad, por trabajar con uva propia (no compran uva externa) para mantener control total del proceso. Aunque siempre ha intentando mantenerse en un segundo plano, lo cierto es que Amaia sí que ha hablado, en alguna que otra ocasión, sobre su familia. Es más, sobre su padre admitió que «no le pesa» el apellido. «Yo no tengo que demostrar que cocine bien o cuente los chistes como él, cada uno es diferente y siempre nos han enseñado en casa que tenemos que ser como somos y no tenemos que imitar a nadie», contó a la revista ¡Hola! Es más, admitió que su padre es un «gran apoyo». «Yo soy bastante nerviosa y exigente y me frustra cuando algo no sale como había imaginado. Él siempre me transmite su confianza y su positivismo y me recuerda que estamos haciendo lo mejor que podemos», admitió.
Además, al igual que sus hermanos, guarda con mucho cariño sus recuerdos de su infancia en Zarauz. «Mi infancia fue en Zarauz, por lo que me he relacionado con la gente del pueblo y en ningún momento me he sentido diferente o especial por tener un padre famoso», contó al mencionado portal. Fue su familia quien, también, le dio alas para dar ese cambio en su vida. «Cuando me ofrecieron la opción de trabajar en la bodega, me atrajo la idea. Me encanta la gastronomía y la Naturaleza. De hecho, en los últimos años de mi carrera en las motos, empecé a formarme en el mundo del vino estudiando Dirección de Empresas Vitivinícolas y Viticultura en la Universidad de La Rioja para tener unas nociones básicas. Ahora, desde que empecé a trabajar aquí, cada día aprendo algo nuevo», explicó sobre esa nueva profesión que, sin duda, le abrió los ojos y nuevas puertas.
Y es que su papel en la bodega es algo que, ahora, le ilusiona mucho, sobre todo que «la gente disfrute bebiendo nuestros vinos, que sienta que está bebiendo un vino que se ha elaborado con mucha pasión y así nos permita ir experimentando más y seguir sacando vinos únicos e irrepetibles». Aunque eso sí, lanzarse a esta nueva aventura no fue nada fácil y sintió cierto miedo, sobre todo por el hecho de exponerse a los medios de comunicación. Es por eso que el apoyo fundamental de sus padres ha sido algo esencial. Especialmente de su progenitora, quien siempre ha estado trabajando «más que todos» y siempre «a la sombra». Es más, uno de sus mayores miedos es fallar a alguno de sus seres queridos.