El pequeño pueblo de Guipúzcoa que enamora a Amaia Arguiñano: rural y un chacolí de calidad
La joven se encarga de regentar la bodega familiar después de atrás su vida profesional rodeada de motos

Karlos Arguiñano junto a Amaia, su hija. | Redes sociales
Amaia Arguiñano es una enamorada de su trabajo. Tanto es así que dejó su vida atrás, que se había establecido en el mundo del motor, para dedicarse a los viñedos. Ahora, es la encargada de llevar la bodega de su padre, K5, que fue fundada en 2005 por Karlos Arguiñano. La bodega se encuentra a unos kilómetros de la ciudad que le vio crecer a la familia Arguiñano, Zarauz, donde su hermano, Joseba, tiene su propia pastelería y sus padres gestionan su hotel-restaurante que, al año, suele captar la atención de muchos turistas. Han sido contadas las ocasiones en las que Amaia se ha dejado ver en público y es que siempre ha optado por tener una vida más discreta y alejada de los medios de comunicación.
Su familia describe a Amaia como una persona cercana, sencilla y trabajadora, muy en la línea del carácter familiar que han transmitido los Arguiñano. Además, cuenta con un punto de discreción frente a la gran exposición pública de su padre Karlos o de su hermano Joseba. En varias entrevistas ha confesado que tiene un perfil más sereno, reflexivo y responsable, especialmente sobre lo que tiene que ver con la bodega que gestiona y del relevo generacional que estamos viviendo. En todos estos años, además de trabajar con motos, Amaia se ha dedicado a la gastronomía y los proyectos relacionados con la tierra.
La relación de Amaia Arguiñano con Aya

Uno de los lugares favoritos de Amaia, además de Zarauz, es Aya, en Guipúzcoa. Tiene una superficie de más de 55 kilómetros cuadrados y el municipio pertenece a la comarca de Urola Kosta. Tiene una población de más de 2.000 habitantes que ha crecido mucho en los últimos meses. Suele describirse como un municipio disperso porque el núcleo principal del pueblo cuenta con varios barrios diseminados por el territorio. Su historia se remonta a hace muchos años. Hay evidencia de presencia humana en estas tierras desde el Paleolítico Superior. Las cuevas de Altxerri contienen pinturas y grabados antiguos, que recuerdan que ya hace 12.000-13.000 años la zona estaba habitada.
También hay tumbas —tumuli— y dólmenes de la Edad de Bronce / Eneolítico, monumentos funerarios que dan testimonio de las comunidades antiguas y sus prácticas. En documentos históricos, Aya aparece ya en el año 1025, en referencia a una donación del Monasterio de Altzo al Monasterio de San Juan de la Peña. Durante siglos, su economía tradicional se basaba en la agro-ganadería, los caseríos, los pastos, y también en industrias ligadas al hierro; ferrerías hidráulicas, molinos, etc. Además, la localidad alberga el Parque Natural de Pagoeta, un espacio natural de bosques, praderas y recorridos entre la montaña y el mar. En este destacan antiguos molinos y ferrerías hidráulicas. El complejo de Agorregi es uno de los mejor conservados ejemplos del aprovechamiento hidráulico antiguo para la industria del hierro en toda la provincia.
Un pueblo con el mejor chacolí y rodeado de viñedos
También hay jardines botánicos e itinerarios señalizados —senderos PR, GR…— que permiten disfrutar de la naturaleza, las vistas y el patrimonio rural. Entre el patrimonio cultural de la localidad, nos encontramos con iglesias y ermitas destacadas, con caseríos con arquitectura tradicional vasca. El conjunto de Agorregi no es solo un atractivo cultural sino, también, patrimonial, por la ferrería y los molinos antiguos que se mantienen. La ganadería juega un papel importante; Aya tiene un centro de testaje de bovino de carne que actúa como referencia en genética y sanidad animal. El turismo rural tiene peso creciente; visitantes que buscan naturaleza, tranquilidad, rutas de senderismo, paisaje rural, gastronomía local.

La agricultura tradicional también es muy importante con producciones locales de queso y sidra. Allí, como decíamos, hace años, se abrió la Bodega K5. La bodega está especializada en la elaboración de txakoli de alta gama y está situada en un enclave privilegiado, con viñedos en ladera y vistas al mar Cantábrico. Este lugar se ha convertido en uno de los símbolos del vínculo de la familia con Aya, ya que representa su apuesta por la tierra, la tradición y la modernización de un producto muy vasco. Aunque los Arguiñano son originarios de Zarauz, municipio vecino, su proximidad geográfica hace que tengan una conexión natural con Aya. Es más, la elección de construir ayer su propia bodega no fue casual; buscaban un entorno rural, con clima, suelo y orientación adecuados para producir txakoli de calidad.
Además, la familia siempre ha mantenido un discurso de orgullo y defensa de la identidad gastronómica vasca, y Aia es un entorno que encarna esa tradición rural. Gracias a la notoriedad mediática de Karlos Arguiñano, Aya y su bodega han ganado proyección nacional e internacional. Es más, con el paso del tiempo, la bodega no solo es un proyecto económico, sino también un escaparate cultural y gastronómico, donde se organizan visitas, catas y experiencias enoturísticas.