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La espectacular cocina rústica de Eva Amaral en medio del campo hecha con piedra y madera

Fue hace unos años cuando la cantante se mudó hasta el campo de Zaragoza donde encontró mucha paz y tranquilidad

La espectacular cocina rústica de Eva Amaral en medio del campo hecha con piedra y madera

Eva Amaral, en una imagen de sus redes sociales.

Amaral dejó, hace años, el estrés de la cuidad. Por eso volvió a Zaragoza donde, además, se buscó una pequeña casa de campo en la que poder mantenerse muy cerca de la naturaleza. Sin duda alguna, esta cabaña se ha convertido en su refugio más especial, donde, además, cuida de sus mascotas y cultiva su propia comida. Es más, lleva ya varios años viviendo en una aldea, habiendo dado un giro radical a su vida, sobre todo respecto al ritmo urbano que ha podido vivir en otras ocasiones. Según ella, este cambio surge de lo que llama una «llamada de la naturaleza» que sentía fuertemente, algo que no pudo ignorar. En varias entrevistas ha contado su deseo de no revelar la ubicación exacta de su casa con la intención, ante todo, de mantener su privacidad.

En su nueva etapa, Eva ha apostado por un estilo de vida sencillo, natural y sin artificios. Vive alejada de la exposición pública, y según ella misma ha dicho, en su pueblo es tratada como una vecina más. Nadie la mira diferente ni la asocia constantemente con la fama. Esto, para una artista acostumbrada a los focos y al ruido mediático, representa una liberación. «Aquí nadie se fija en tonterías», ha comentado, refiriéndose a lo que más valora: el anonimato y la normalidad. Este cambio le ha permitido reconectar consigo misma y con la parte más humana y tranquila de la vida.

La vida en el campo de Eva Amaral

La casa de Eva Amaral refleja su nueva filosofía a la perfección. Es una vivienda rústica de piedra y madera, cálida y acogedora, rodeada de árboles, un huerto y flores silvestres. Desde su cocina se ve un gran nogal y un pequeño jardín donde ha colocado comederos para pájaros. Ella misma ha contado que disfruta cocinando mientras observa a las aves comer y cantar. En invierno, prepara la leña para la chimenea, una tarea que, según dice entre risas, se ha convertido en su «nuevo gimnasio». Su hogar no es una casa de lujo, sino un refugio donde la naturaleza está integrada en cada rincón.

La rutina de Eva Amaral en el campo es muy distinta a la vida que llevaba en Zaragoza o Madrid. Se levanta temprano, cuida de su huerto, pasea entre los árboles y organiza su día sin prisas. Disfruta de cosas pequeñas: preparar pan o torrijas, leer junto a la chimenea, observar la lluvia o escuchar el canto de los pájaros. Durante la vendimia y otras temporadas, participa en labores agrícolas junto a sus vecinos, lo que refuerza su sentido de comunidad. Es una vida de gestos lentos y naturales, donde el tiempo tiene otro ritmo.

Una casa de piedra y madera

Eva ha contado en varias entrevistas que la naturaleza le ha devuelto una sensación de paz interior que había perdido. Sentirse rodeada de árboles, viento y silencio le aporta serenidad y una energía que luego transforma en música. Ha dicho que cuando cocina o da de comer a los pájaros, siente que «todo se ordena dentro». Esa calma, asegura, se traduce en su manera de cantar y en el modo en que se enfrenta al escenario. Para ella, la naturaleza no es solo un entorno físico, sino un estado emocional: un equilibrio que le permite seguir creando desde un lugar más honesto y profundo. Aunque ha elegido la vida rural, Eva no ha abandonado su carrera. Alterna las temporadas de campo con los conciertos y las giras. Ella misma afirma que el campo la recarga: cada vez que vuelve a su pueblo después de tocar en una gran ciudad, siente que el cuerpo y la mente se reajustan.

Esa mezcla de vida pausada y energía creativa es lo que la mantiene inspirada. En sus últimas canciones se perciben referencias a la tierra, al paso del tiempo y a la belleza de lo cotidiano, reflejando la influencia directa de su entorno natural. En su casa, sin duda, ha encontrado un lugar donde, también, desarrollarse personalmente. Es allí donde se refugia, entre un precioso decorado de madera y piedra. Es la cocina una de las zonas que Amaral más se siente cómoda. Es un lugar de conexión con lo natural y emocional. En entrevistas ha dicho que cocinar mientras observa los pájaros le aporta una energía especial, algo que llama «una llamada de la naturaleza».

Cocina con vistas al campo y desde donde oye a los pájaros

Cuando está en la cocina, tiene frente a la ventana un nogal y otros árboles. Además, ha colocado pequeños platos/comederos con semillas para atraer pájaros: jilgueros, mirlos u otras aves silvestres, que vienen mientras cocina. Esa presencia le «alegra la vida». Para Eva, cocinar no es solo alimentar el cuerpo, sino también nutrir el espíritu: disfrutar de lo cotidiano –el olor de la madera, el canto de las aves, la luz natural– le permite generar una calma que luego traslada al escenario. El lugar, además, tiene muebles de madera rústica con puertas en los armarios, mesas, algunos estantes y texturas naturales. No hay mucho mobiliario moderno ni minimalista. La encimera oscura, sin duda, contrasta con los muebles y azulejos blancos, que ayuda a iluminar el espacio sin llegar a una apariencia fría. 

La pared está llena de azulejos blancos, especialmente en la zona de salpicaduras, lo que ayuda a reflejar la luz natural que entra por la ventana. Las vigas de madera vistas en el techo son de lo más bonitas y los detalles naturales, como la piedra o los materiales, se integran, a la perfección, en el entorno. También, cuenta con estanterías abiertas, lo que hace que la vajilla y los utensilios estén a simple vista, dando sensación de hogar y de amplitud. Tiene un ambiente cálido, en parte por los materiales (madera, piedra), en parte por el uso de leña, la chimenea cercana y el hecho de almacenar su leña para el invierno. Además, no hay demasiado lujo sino confort relajado y funcional sin ningún tipo de artificio. Y Eva no solamente está en la cocina sino que, también, prefiere recoger leña, prepararla para el invierno u ordenar la madera.

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