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La historia de Arguiñano y 'Luisi' en su caserío de Zarauz: de amor no correspondido a su boda

La pareja se casó en 1974 y juntos han tenido seis hijos y sufrieron dos difíciles abortos que les han marcado

La historia de Arguiñano y ‘Luisi’ en su caserío de Zarauz: de amor no correspondido a su boda

Arguiñano y Luisi, en una imagen de archivo. | Gtres

Karlos Arguiñano siempre ha intentado mantener todo lo que tiene que ver con su lado más personal en armonía con el profesional. Es por eso que ha sabido compaginar su familia con su exitoso negocio, donde cada uno de sus hijos y hasta su mujer tienen un papel fundamental. Y es que Luisi siempre ha sido uno de los pilares fundamentales de su vida y juntos han conseguido construir los pilares de una familia que goza de mucha felicidad y, sobre todo, unión. Pero, ¿cómo comenzaron su historia de amor?

Sin duda alguna, la ciudad que ha visto crecer su relación ha sido Zarauz, la localidad vasca que vio crecer a Luisi y donde trabajó, durante muchos años, como pescadera. Por su parte, Karlos Arguiñano nació en 1948 en Beasáin (Guipúzcoa), creció en una familia modesta y desde niño comenzó a ayudar en la cocina de su casa. Cuando se conocieron ambos eran muy jóvenes; Karlos tenía 17 años y se encontraba estudiando hostelería en Zarauz. Luisi, en ese momento, no tenía pensado enamorarse, ya que, en un primer momento, le gustaba otro chico.

La historia de amor de Arguiñano y ‘Luisi’ en Zarauz

La persistencia de Karlos, sin duda alguna, dio sus frutos. Tras varias semanas, la propia Luisi aceptó una cita, donde pudieron conocerse un poco mejor y, de esta manera, comenzó a fraguarse un gran vínculo que, con los años, se convertiría en una estable relación. La pareja se casó en 1974. Tras casarse, comenzaron a construir juntos tanto su vida personal como su presente laboral: la hostelería sería uno de sus caminos compartidos. Luisi abandonó o redujo su actividad en la pescadería familiar para pasar a colaborar de lleno con Karlos en su proyecto profesional. Ese paso supuso no solo un cambio profesional, sino también la consolidación de una vida en común: casa, negocio, familia. Era el inicio de un largo trayecto juntos.

El matrimonio, además de formar una familia, también tuvo que enfrentarse a dos abortos. Ha sido el propio Arguiñano quien se ha confesado sobre su situación, afirmando que los bebés murieron a los siete meses de gestación. Tras este duro golpe, poco a poco llegaron los hijos. En total tuvieron siete hijos —seis biológicos y uno adoptado— entre los años 70 y 80. Durante todos esos años, la pareja siguió construyendo su empresa, su familia y su vida cotidiana, con los retos y alegrías que ello conlleva. Mientras Karlos se encontraba cada vez más en el foco público como chef y presentador, el papel de Luisi permanecía más en la sombra: apoyando el negocio, atendiendo la gestión familiar, y siendo un pilar del hogar.

Trabajaba como pescadera, dos abortos y su gran familia

Su restaurante-hotel, ubicado en Zarauz, se convirtió con el tiempo en un referente de la gastronomía vasca, y la familia entera ha estado vinculada a este proyecto. Luisi ha sido reconocida por su marido como «una pedazo de señora» que lo ha acompañado en todos los pasos, tanto en lo personal como en lo profesional. En varias entrevistas, Karlos ha puesto en valor la gran complicidad que tienen, el respeto mutilo, así como la paciencia. Todo esto forma la receta clave de su matrimonio. «No se puede por cualquier tontería mandar al carajo todo», contó, en una ocasión. También, juntos tienen pequeños gestos que muestran que su relación va más allá de la fama, el negocio o el éxito y se basan en lo cotidiano, en el respeto, el humor y el compañerismo.

A lo largo del tiempo, la pareja ha seguido unida, y el valor de la familia se mantiene para ellos como lo más importante. Los hijos, nietos y el negocio familiar reflejan ese legado que partió de su historia conjunta. En la pandemia, por ejemplo, Karlos habló de cómo estaba preocupado por Luisi, que sufrió un bajón emocional durante el confinamiento. Él la cuidó, y eso muestra claramente que la unión y la atención mutua siguen vigentes. Actualmente, su caserío en la pequeña localidad vasca, forma parte central de su vida. Desde hace años, la familia completa mantiene una costumbre muy arraigada: los domingos almuerzan juntos en el caserío familiar en Zarauz. En estas comidas, acuden varios hijos, nietos, y se reúnen en torno a la mesa grande del hogar. La casa —un caserío tradicional vasco con huerto, animales y ambiente rural— se convierte en el punto de encuentro habitual de la familia.

En la dinámica familiar, se mezcla lo personal con lo profesional: varios de los hijos participan en los negocios de Karlos y Luisi —como el restaurante-hotel familiar, la bodega o el obrador—, lo que refuerza la relación cotidiana entre generaciones. Conforme los hijos han ido creciendo y formando sus propias familias, la relación padre-madre-hijos ha evolucionado a un formato más amplio de «clan» generacional. En entrevistas, los hijos reconocen que no reciben lecciones directas del padre, sino que más bien comparten el día a día, tropezando, aprendiendo y participando juntos. Así, la casa y el entorno rural actúan como una especie de refugio y un centro gravedad para la familia. Es más, con el caserío como escenario, Karlos y Luisi cada vez más delegan labores y permiten que los hijos tomen las riendas, al mismo tiempo que mantienen el vínculo afectivo fuerte.

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