El acogedor salón de Jordi Cruz con vistas a la zona alta de Barcelona, diáfano y ventanales
El chef posee un bonito chalé de dos plantas que cuenta con dos cocinas y una decoración en colores neutros y cuidada

Jordi Cruz, en una imagen de archivo. | Gtres
Jordi Cruz es uno de los rostros más conocidos de nuestro país. No solamente por su labor como cocinero sino, también, por su participación en MasterChef como jurado. Sin ninguna duda, su familia es uno de los pilares más importantes de su vida y con quienes intenta pasar tiempo juntos desde su casa de Barcelona, a donde vuelve siempre que su trabajo se lo permite. La vivienda, que se trata de un impresionante chalé, de dos plantas, en la zona alta de Barcelona, cuenta con grandes ventanales, espacios diáfanos y, sobre todo, unas impresionantes vistas a la ciudad condal.
Como decíamos, su vivienda familiar se encuentra en un chalé de dos plantas, en la zona alta de Barcelona, lo que le proporciona vistas privilegiadas de la ciudad y una sensación de tranquilidad. Según él mismo ha dicho, este hogar es su refugio: un lugar para desconectar, compartir con su pareja —la arquitecta Rebecca Lima— y sus hijos, y también para sentirse creativo. El salón es amplio y diáfano, con grandes ventanales que dejan entrar abundante luz natural. Gracias a esos ventanales, la estancia tiene una conexión muy clara con el exterior, lo que da una sensación de amplitud y ligereza al espacio.
El espectacular salón de Jordi Cruz que tiene vistas a Barcelona
En cuanto al mobiliario y la decoración, predominan los tonos neutros: los sofás son claros —como blanco o beige—, que contrastan elegantemente con la madera oscura del suelo y las escaleras. Esta combinación de colores aporta serenidad y sobriedad, a la vez que aporta calidez. La escalera interior es un elemento muy visible en el salón; está construida en madera, con barandilla de cristal, lo que da un aire moderno y ligero. Esa escalera no solo conecta físicamente las plantas, sino que también aporta dinamismo visual al espacio.
Además, el salón está integrado con una de las cocinas de la casa. En su casa hay dos cocinas, y una de ellas está conectada directamente con este salón; es una cocina más abierta y estética, ideal para compartir momentos en familia o con invitados mientras se cocina. En cuanto a los detalles decorativos, hay un equilibrio muy cuidado entre materiales naturales y diseño minimalista: la madera del suelo aporta un carácter acogedor, mientras que las plantas verdes y los elementos oscuros —como algunos muebles o marcos— añaden contraste y elegancia. El comedor forma parte de ese espacio del salón y está situado junto a la cocina abierta y cuenta con una gran mesa de madera oscura, rodeada de sillas que complementan la paleta de colores neutros del resto del salón.
Diáfano, en colores claros y con grandes ventanales
Es ahí donde conviven el diseño moderno y la funcionalidad, pensado no solo para el descanso, sino también para la convivencia familiar y la cocina. Es un reflejo físico muy claro de su vida: elegante, profesional, creativo y muy vinculado a su mundo culinario. Uno de los rasgos más llamativos es que cuentan con dos cocinas. Una de ellas está integrada en la planta baja y se abre al salón-comedor; tiene muebles blancos, encimeras claras y una distribución abierta, pensada para el día a día familiar y para recibir invitados. La segunda cocina, más profesional, está situada en otra zona de la casa. Tiene muebles negros, una isla central y mucho espacio de almacenamiento; este espacio parece estar diseñado tanto para cocinar con pasión como para trabajar, reflejando la dualidad entre su vida familiar y su faceta de chef.
La escalera interior de la casa es otro elemento característico: está construida en madera y tiene barandilla de cristal, lo que le da una sensación de ligereza y continuidad visual entre plantas. Los suelos de madera proporcionan calidez, mientras que las paredes blancas mantienen una estética limpia y ordenada. La zona de descanso y los espacios privados también están muy bien diseñados. El dormitorio de su hijo Noah tiene un estilo muy sereno en tonos beiges, madera clara, muebles de líneas sencillas y detalles orgánicos que transmiten calma. La habitación principal de la pareja sigue esa misma línea sobria y natural, con un cabecero de madera, piezas de mobiliario discretas y una decoración elegante pero relajada.
Otro punto clave de la casa es la terraza panorámica, que ofrece unas vistas espectaculares de Barcelona. Está diseñada como un mirador urbano, con una mesa para cenas al aire libre, varias sillas, plantas y una iluminación decorativa —como algunas guirnaldas de luces—, lo que convierte el espacio en un rincón íntimo pero sofisticado para disfrutar tanto de día como de noche. En cuanto al recibidor y las zonas de paso, según las explicaciones de la pareja, todo está pensado con una estética minimalista: pocas distracciones visuales, líneas rectas y colores neutros que crean una sensación de serenidad desde la entrada. Además, el almacenamiento está bien organizado y discretamente integrado, con armarios lacados en blanco que no rompen la limpieza visual.
Por último, la vivienda es un reflejo claro de la combinación entre su mundo profesional y su vida privada: el hecho de tener dos cocinas, un gran salón luminoso, una terraza con vistas y espacios familiares bien pensados demuestra que han diseñado su hogar para vivir, trabajar y convivir con comodidad y estilo.
