La infancia del actor Javier Gutiérrez en Ferrol: «Echo en falta pertenecer a un lugar, una tribu»
El actor, aunque nació en Asturias, pronto se mudó hasta tierras gallegas donde vivió sus mejores momentos

Javier Gutiérrez, en una imagen de archivo. | Gtres
Javier Gutiérrez siempre ha estado muy conectado a sus raíces. El actor, conocido por series tan famosas como Águila roja, siempre recuerda de dónde proviene, cuáles fueron sus rutinas de pequeño y, sobre todo, mira con cierta nostalgia estos episodios del pasado. Algo que ha podido recordar, como él mismo cuenta en una entrevista en la revista Esquire, en su última película, Rondallas, que verá la luz el próximo 1 de enero y que se ha rodado, precisamente, en su tierra natal; Galicia.
«Yo creo que va a ser una gran sorpresa para muchos espectadores, porque no se conoce esa tradición de la rondalla más allá de Galicia», explica Gutiérrez, sobre la cultura de la rondalla. «Fíjate que en la zona en la que vivo, o en la que me crie, las Rías Altas, hay tradición de rondallismo, pero es otro tipo de rondallas: más desde la canción, desde la letra; esta es más instrumental», apostilla el actor. Apunta, además, que es algo «muy arraigado a la cultura gallega y creo que un auténtico plus para la peli».
La infancia de Javier Gutiérrez
Sobre su infancia, lo cierto es que Gutiérrez se ha confesado en varias ocasiones, admitiendo que hubo distintos momentos que, sin duda, le marcaron. Probablemente, el más importante sucedió cuando era muy joven y tiene que ver con el carrito de los helados, que pasaba por su pueblo. «Cuando echo la vista atrás echo mucho de menos mi infancia porque también tengo un halo melancólico. Tiendo a la melancolía, eso tiene que ver con mi naturaleza norteña. Y hay algo que ya no vivo a día de hoy y que echo mucho en falta, sobre todo cuando llegan los veranos, y es el carrito de los helados. Había una furgoneta que tocaba el claxon y entonces todos los niños del barrio bajábamos como locos a comprar un cucurucho de helado de vainilla, de chocolate, de fresa», contó en una entrevista en la mencionada revista hace unos meses.
«Aquello me parecía una aventura maravillosa»
«Creo recordar que costaba cinco o diez pesetas. Aquello me parecía una aventura maravillosa. Muchas veces incluso rebuscaba en la cartera de mi madre, mientras ella se echaba la siesta, para cogerle el dinero y bajar a por helados para mis hermanos y para mí. ¡Qué tiempos más bonitos!», apostilló. Un momento que ha querido recordar, también, en esta nueva conversación con Esquire, sobre todo contraponiéndolo con su vida actual en Madrid. «Vivir en Madrid en los últimos tiempos se está convirtiendo para mí en algo hostil. Yo, que soy un gran amante de Madrid, llegué con 18 años y siempre he presumido de lo acogedora que es y de que nadie se siente extraño en esta ciudad», cuenta.
Además, confiesa que «echa en falta» su infancia y «el modo de vida de entonces; pertenencia a un lugar, tribu, comunidad, que es de lo que habla la peli». «Poco a poco me apetece, y fantaseo, vivir en lugares más pequeños. Disfruto mucho de los veranos; tenemos una casa familiar en la sierra, así que estoy deseando que lleguen Navidades o verano para refugiarme allí con la familia: donde todo está conectado, conoces al vecino, todos te llaman por tu nombre; donde puedes ir desde tomar un vino a hacer cualquier compra. Eso está desapareciendo en las grandes ciudades», comenta a la revista. Además, «ese sentimiento» que le conecta «con el carrito de los helados», cuando intentaba cogerle «10 o 15 pesetas» a su madre para bajar a por un helado, «tiene que ver no con la huida, sino con volver a los orígenes. Me conecta con la infancia y con esta película».
El actor de ‘Águila roja’ nació en Luanco
Javier Gutiérrez nació en Luanco, Asturias, en 1971, aunque pasó parte de su infancia en Oviedo y en la región de Galicia, lo que marcó su personalidad con una mezcla de raíces asturianas y gallegas. Desde pequeño, creció en un entorno familiar humilde y trabajador. Sus padres le inculcaron valores de esfuerzo, constancia y respeto por los demás, algo que él mismo ha destacado en entrevistas como fundamental para su formación como persona y más tarde como actor. Como él mismo ha contado, siempre fue un niño curioso y observador, siempre interesado en historias, personajes y pequeñas aventuras. Aunque no mostró un interés inmediato por la actuación profesional, disfrutaba de las representaciones escolares y de la creatividad que implicaban. Esta curiosidad por interpretar personajes se fue consolidando con el tiempo.
En su adolescencia, vivió en contacto con el entorno urbano y natural, lo que le dio una visión equilibrada entre la vida rural y la ciudad. Esto también le permitió desarrollar un carácter introspectivo, sensible y atento a los detalles, rasgos que luego se reflejarían en su manera de actuar. A pesar de no provenir de un ambiente directamente vinculado a las artes escénicas, Gutiérrez encontró en la interpretación una forma de expresarse y conectar con el mundo. Su infancia, marcada por la sencillez y los valores familiares, sentó la base de su ética de trabajo, su humildad y su capacidad para encarnar personajes con profundidad emocional.
Javier Gutiérrez comenzó su trayectoria artística de manera discreta pero constante, consolidándose poco a poco como uno de los actores más respetados del panorama español. Tras estudiar arte dramático, inició su carrera en teatro, el terreno que considera su escuela fundamental. Durante esos primeros años, trabajó en montajes tanto clásicos como contemporáneos, aprendiendo disciplina, versatilidad y la importancia de conectar emocionalmente con el público. Su formación teatral le permitió desarrollar una capacidad única para transmitir sentimientos complejos con sutileza, rasgo que se convertiría en una de sus marcas distintivas.
Su éxito en cine y televisión
Su incursión en televisión le abrió nuevas puertas. Participó en series españolas de renombre, donde comenzó a ganar reconocimiento gracias a su capacidad para interpretar tanto personajes dramáticos como cómicos. Su talento le permitió moverse con naturalidad entre distintos registros, desde el drama intenso hasta la comedia ligera, ganándose la confianza de directores y productores. El cine fue el espacio donde Javier Gutiérrez consolidó su fama y donde alcanzó su máxima expresión artística. Protagonizó películas que hoy se consideran emblemáticas del cine español contemporáneo, destacando especialmente por su interpretación en filmes como La isla mínima y Campeones. En La isla mínima, su papel le permitió mostrar su dominio del suspense y la tensión dramática, mientras que en Campeones evidenció su capacidad para generar empatía y emoción a través de personajes cercanos y profundamente humanos.
Gutiérrez ha sido reconocido con múltiples premios, incluidos premios Goya, que reflejan su estatus como uno de los actores más completos y respetados de España. Su estilo se caracteriza por la naturalidad, la autenticidad y una notable capacidad para sumergirse en la psicología de sus personajes, logrando que el espectador los perciba como personas reales. Además de su trabajo en proyectos comerciales, ha sabido mantener un compromiso con el cine independiente y el teatro experimental, demostrando una pasión por la interpretación que va más allá del éxito mediático. Su carrera es un ejemplo de cómo la constancia, la humildad y la dedicación al oficio pueden convertir a un actor en un referente cultural.
