Orbán apela a la soberanía para justificar su veto al presupuesto de la UE
Hungría es el país que más fondos per cápita recibe de la UE y en los pasados siete años se benefició de unos 30.000 millones de euros de Bruselas
El primer ministro húngaro, el ultranacionalista Viktor Orbán, redobló su pulso con la Unión Europea (UE), no solo al reafirmar sus demandas tras vetar el presupuesto comunitario, sino también desmarcándose de sus socios respecto a la adquisición de vacunas contra la Covid.
Mientras los líderes de la UE buscan una salida al atolladero causado por el veto de Hungría y Polonia al presupuesto comunitario y el fondo de recuperación poscovid, Orbán repitió que condicionar los desembolsos al respeto al Estado de Derecho es un chantaje a los países que rechazan la inmigración.
«Injerencia» de Bruselas
En una entrevista en la radio pública húngara, Orbán ha insistido en que pese a la urgencia económica para aprobar las cuentas de la UE, esa condicionalidad serviría para que «un grupo de países comunitarios obligue a otros a que hagan una u otra cosa».
La posición del primer ministro húngaro es consecuente con su discurso sobre la UE, a la que ha comparado en el pasado con la Unión Soviética, que entre 1945 a 1989 estableció dictaduras comunistas en Europa Central y Oriental, entre otros sitios en Hungría.
«Las soluciones políticas deben tomarse en Budapest y no en Bruselas», había manifestado anteriormente Orbán al rechazar que su país pueda someterse a controles externos.
Este sentido de la soberanía, que además comparten sus bases electorales, es el motivo del veto de Orbán a las cuentas europeas, al asegurar, sin pruebas, que en realidad la UE trata de «obligar a que estos países abran sus puertas a los inmigrantes».
Hungría es el país que más fondos per cápita recibe de la UE y en los pasados siete años se benefició de unos 30.000 millones de euros de Bruselas, lo que equivale a alrededor del 4% del PIB anual del país.
En el centro de la disputa se encuentra un mecanismo que permitiría a la UE suspender la financiación a los países donde el Estado de Derecho, incluida la independencia judicial, haya quedado debilitada o esté amenazada.
Para Hungría y Polonia, a los que la Comisión Europea ha abierto procedimientos por vulnerar valores de la UE, las nuevas reglas suponen un intento de castigarlos políticamente. «Hay que seguir con las negociaciones y se llegará a un acuerdo, como suele suceder», indicó Orbán en la entrevista.
No pocos analistas piensan que, pese a las amenazas, Budapest y Varsovia darán marcha atrás, dado que el paquete de recuperación les beneficia con miles de millones de euros, aunque esperan conseguir alguna victoria simbólica.
Los húngaros decidirán su vacuna
Hungría ha abierto otro frente con la UE al convertirse en el primer país del bloque que recibe diez muestras de la vacuna rusa «Sputnik V», y que está analizando.
La Comisión Europea ha tenido que recordar a Budapest que es la Agencia Europea de Medicamentos la responsable de autorizar el uso de los preparados médicos en todo el bloque.
El tema de la vacunación «no es un asunto político, sino sanitario», afirmó Orbán tras las advertencias de Bruselas, aunque subrayó que «será una decisión de los laboratorios húngaros» y de «los húngaros» si finalmente compran esa vacuna.
Según una reciente encuesta tan sólo el 10% de la población de Hungría se trataría con la vacuna china o rusa, respecto a las que hay dudas sobre sus pruebas clínicas.
La soberanía de Hungría
Desde que Orbán llegó al poder ha tenido diversos conflictos con la UE por una serie de reformas que, según sus críticos, limitan la democracia y los derechos fundamentales.
Los medios de comunicación, el sistema judicial, las ONG y las universidades, entre otros, se han visto afectados por esas reformas, criticadas por la UE y por organismos internacionales.
Como respuesta, Orbán, que según la oposición siempre necesita un enemigo al que enfrentarse, ha calificado estas críticas como una injerencia y un ataque a la soberanía nacional.
También ha cargado contra los «burócratas» de la UE por trabajar para los intereses de George Soros, un magnate estadounidense de origen húngaro que ha invertido en diversos proyectos humanitarios a través de su fundación «Open Society».
Soros, con sus ideas sobre «sociedades abiertas» -un homenaje al filósofo liberal Karl Popper, que las contraponía a los sistemas totalitarios- se ha convertido en el enemigo preferido de Orbán.
El primer ministro húngaro ya acusó en el pasado, sin pruebas creíbles, a la UE y al anterior presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker, de favorecer la inmigración en masa a Europa en connivencia con Soros.
En su política exterior la Hungría de Orbán también ha tratado de ir por su cuenta y se ha acercado a países con relaciones tensa con la UE, como Turquía y Rusia, o con competidores como China, que trata de ganar influencia en el Este del viejo continente.
En un largo artículo publicado a mediados de septiembre, Orbán sostuvo que Occidente está dejando de ser un modelo para Europa Central, una región que, a su juicio, quiere mantener sus tradiciones cristianas y nacionales.
Las políticas de inmigración occidentales harán «probable» que «para 2050 haya que contar con una mayoría musulmana en las grandes ciudades occidentales», afirmaba Orbán en ese artículo.