Desde julio de 2019 se han producido 113 confrontaciones entre Al Qaeda y el EI con un resultado de 608 muertes
Conocida como la «anomalía» o la «excepción» del Sahel, la coexistencia pacífica que Al Qaeda y el Estado Islámico (EI) mantenían desde 2015 en esa región de África saltó por los aires en 2019, una disputa reconocida este año.
La «excepción» o «la anomalía del Sahel» se basaba en que el Sahel era el único lugar del mundo donde ambos grupos yihadistas aún no se habían declarado la guerra. Pero mientras el mundo estaba preocupado por el COVID-19, el panorama en esta región cambió.
En el verano de 2019, ya hubo enfrentamientos entre ambas organizaciones en Malí y el norte de Burkina Faso, pero no fue hasta mayo de 2020, en el boletín semanal Al Naba del EI, que se admitió abiertamente la confrontación.
Los últimos datos registrados por el Proyecto de Datos de Ubicación y Eventos de Conflictos Armados (ACLED) indican que desde julio de 2019 se produjeron 113 confrontaciones entre Al Qaeda y el EI con un resultado de 608 muertes.
Según Héni Nsaibia, investigador del ACLED y fundador de la consultora de riesgo Menastream, «la coexistencia pacífica anterior ciertamente ha terminado y es poco probable que la relación vuelva al estado relativamente amistoso en que se encontraba».
Para Wassim Nasr, periodista de France 24 y experto en yihadismo, la confrontación es «total» y «no hay punto de retorno».
El fin de la coexistencia
Entre 2015 y 2019 hubo un cierto grado de coordinación entre los dos grupos, un momento en el que, según explica Nsar, «el combate aún no era ideológico».
Por ejemplo, los responsables del secuestro de dos franceses en Benin en mayo de 2019 eran miembros del Estado Islámico, pero se los cedieron a Al Qaeda «porque ellos no tienen la logística para mantener vivos a los rehenes», apunta Nasr.
Para este analista, no se trataba de una colaboración en sí entre ambos grupos, sino de una coexistencia en la que, si uno iba a cometer un atentado, el otro no se lo impedía. O si se atacaba un cuartel, se reunían hombres de ambos lados porque «saben que después van a poder beneficiarse de lo que será robado allí».
Los expertos coinciden en que los cinco años de relativa paz entre ambos grupos se deben a los orígenes comunes de ambos, pues el Estado Islámico en el Gran Sahara (EIGS) fue creado por un miembro de un grupo aliado a Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI).
«Hay muchos ejemplos de relaciones personales, por ejemplo, figuras clave que se conocían desde hacía años», declara a Efe Nsaibia.
«Los cruces de personal entre las dos organizaciones a menudo han dado lugar a que se mantengan relaciones con personas del otro campo o debido a los lazos de parentesco (tribales o familiares). Se ha identificado a varios individuos que actúan como enlaces entre los dos grupos», añade.
No obstante, la muerte de algunos líderes notables «que calmaban las cosas» entre ambos grupos, ocasionó, entre otros motivos, un cambio en las dinámicas.
Reconocimiento del EI en el Sahel
En marzo de 2015, Boko Haram emitió un comunicado en el que juró lealtad al Estado Islámico, que en 2016 apartó al líder de ese grupo yihadista nigeriano desde 2009 y nombró a otro, creando la facción de la Provincia del Estado Islámico en África Occidental (ISWAP, por sus siglas en inglés).
Mientras tanto, en el Sahel, el EIGS declaró su afiliación al Estado Islámico en mayo de 2015, pero fueron ignorados hasta marzo de 2019, cuando sus fotos y vídeos comenzaron a publicarse a través de los medios oficiales del EI central.
Desde este reconocimiento, la potencia del Estado Islámico en el Sahel ha aumentado, sus ataques son más potentes y ha habido traspasos de combatientes desde el grupo yihadista más grande en el Sahel y pro Al Qaeda, el Grupo de Apoyo al Islám y los Musulmanes, conocido como JNIM por sus siglas en árabe.
El pasado marzo, el líder del JNIM, Iyad Ag Ghaly, declaró que estaba dispuesto a negociar con el Gobierno central de Mali con la condición de que se retiraran las tropas francesas y la Misión de Paz de las Naciones Unidas en el país (MINUSMA).
Esto habría animado también a muchos combatientes a dejar las filas de este grupo.
Marcadas diferencias ideológicas
«La presión institucional del Estado Islámico central parece haber amplificado la animosidad y empujado al EIGS a adoptar un enfoque más polémico, como se refleja en la retórica de los mensajes públicos del ISIS en el boletín semanal Al Naba, que califica a los miembros del JNIM de milicias, apóstatas, perros guardianes argelinos y otras expresiones despectivas», cuenta Nsaibia.
En opinión de Nasr, mientras que el JNIM «hace política», como recientemente en el centro de Malí, donde son los mediadores en los conflictos intercomunitarios y «se posicionan como garantes de la paz social, reemplazan al Estado y la policía y hacen la justicia»; el Estado Islámico «quiere eliminar lo que existe y reemplazarlo».
El EIGS «llevó a cabo varios de los ataques más mortíferos contra las fuerzas del Estado jamás registrados en Burkina Faso, Malí y Níger durante el segundo semestre de 2019 y el primer trimestre de 2020, así como numerosas atrocidades masivas contra la población civil», advierte Nsaibia.
Por eso, aunque el JNIM continúa siendo el grupo más grande en número de combatientes, ritmo operativo y alcance geográfico, los militares franceses en la región consideran que el EIGS constituye la mayor amenaza a corto plazo.