El Emboscado
El escritor Británico Rudyard Kipling en su obra Kim de la India narra las aventuras, cual Lazarillo de Tormes, de un chico huérfano en la India colonial que siguiendo la compañía de un monje, entremezcla vida y aventuras en su crecimiento de púber, como observador privilegiado de la etapa histórica que es origen de muchas de las “enconadas visiones” que ahora sufrimos; y este “Kim” de origen extraño y mestizo, une su viaje con la colaboración “inocente” con los servicios de inteligencia del momento en lo que era “El Gran Juego” de la época. A saber, la lucha entre las dos potencias del momento enfrentadas en aquellos lugares que ahora cobran nuevo sentido, pero que durante décadas fueron ignoradas como zonas “sin interés”. Allí eran entonces las luchas entre Gran Bretaña y la Rusia Imperial, por las rutas y riquezas de un inmenso territorio que es Asia Central.
Ahora serian otros los actores, pero el entorno sigue siendo el que, a pesar de nuestros prejuicios, son el futuro del poder económico en el mundo ya que un tercio del PIB mundial se moverá en esa zona durante las próximas décadas, los países implicados están todos en crecimiento sostenido y sostenible; y sobre todo gestaron su alianza hace casi una década, haciendo verdadera Inteligencia prospectiva. Nuestro neocolonialismo y etnocentrismo no nos dejan ver que “El Gran Juego” nunca paró. Cambian los actores o las zonas de interés, pero no las reglas del juego.
Hay muchas reglas en el ámbito de la Inteligencia Económica pero la primera de todas es que debemos ser conscientes de que las cosas cambian, las personas cambian y los intereses, como los enemigos o amigos, son circunstanciales. Alguien dijo “cuando teníamos todas las respuestas, nos cambiaron las preguntas”. Bueno en realidad sólo el gran público piensa así; en los ámbitos de Inteligencia se sabe que lo que no se prevé o no se atiende tarde o temprano aparece y nos lo hace pagar caro: exclusión del poder de decisión, subordinación a los intereses de otros, manipulación de las políticas internas que quedan “prisioneras de los que compran nuestra deuda”; y lo que es peor, la conciencia absoluta de que nadie nos va a ayudar si no lo hacemos nosotros mismos.
El tamaño de las capacidades de Inteligencia de un país no se mide en sus kilómetros cuadrados, ni sólo o en exclusiva de los recursos económicos asignados a esas tareas (que dicho sea de paso si vemos los presupuestos asignados a esas labores, podríamos preocuparnos de verdad, (lean el BOE correspondiente y luego reflexionen, no se fijen en la cifra sobre el incremento, miren el número final).
La verdad de la buena es que la Inteligencia de un país se mide en lo que siempre se ha tenido claro en economía tradicional: Infraestructura, financiación, tecnología y capital humano. Hoy en la sociedad en red, en lo que se llama “Gestión del Conocimiento” lo llamaríamos: tecnología informática, recursos aportados, entorno fértil y sobre todo formación del capital humano.
En un país en que cualquier equipo de futbol de primera división tiene el triple de capacidad financiera que la importancia que le da la sociedad y su gobierno a los temas de Inteligencia, dice mucho de nosotros.
Cómo ya prometí que me pondría las gafas del optimismo este año, vamos a intentar desgranar algunas cosas que aclaren cómo está el estado del arte en esta cuestión. Al fin y al cabo, recordemos que nuestro Mus aporta más reglas de Inteligencia que otros modelos de simulación en los que hemos gastado dinero “engatusados por marketing y voces engoladas”; y Kipling gano su premio nobel “copiando” un poco nuestro “Lazarillo de Tormes”.
Las relaciones internacionales son otro Gran Juego, al que parece que seguimos sin saber jugar realmente. En el dilema entre innovación y tradición, riesgo o que inventen otros, fortalecer la sociedad civil o desconfianza en el estado … siempre optamos por lo segundo. Creo que ese es nuestro gran problema también en Inteligencia, en Economía y en Política (diversas formas de llamar a lo mismo, a saber: asegurar la supervivencia en el Futuro).
Queremos la seguridad de la sangre, antes de abrir las ventanas a nuevo talento. No digo hacerlo sin cabeza, digo abrir ventanas, en otra ocasión iremos diciendo el cómo.
Confiamos más en la supuesta fuerza divina de la saga de un ilustre nombre de larga tradición en una materia, da igual que sea frutero, periodista, militar, economista, abogado, militar o que se dedique a la inteligencia. Seguimos creyendo más en el “Emanantismo” para asegurar la fidelidad y nuestras cosas, que, en el talento bien dirigido, la vocación o la profesionalidad.
Esta endogamia, puede salir bien, y sale bien cuando son temas técnicos puros: abogacía, ingeniería, medicina… y siempre contando con que el “descendiente” tenga cualidades, conozca sus capacidades, esté dispuesto a aprender, y por supuesto el/la “cabeza de familia” transmita los valores y conocimientos necesarios con generosidad. En la Banca lo saben bien y actúan cómo deben. Dícese: que los discípulos lleguen más lejos que los maestros. No hay otra forma de mejorar un país. Todo lo demás será suerte o sacrificio estéril las más de las veces.
Si el no pertenecer a estirpe de militares o abogados hace que se piense “que no conoces el paño”, o no seguir las costumbres profesionales por apellidos significa que no “lo llevas en la sangre”.. mal vamos. La endogamia cuando hay una masa crítica muy baja o no tienes factor humano suficiente es la mejor garantía de ir de derrota, en derrota, hasta el desastre final.
La endogamia es pútrida si no tiene factores correctivos incorporados, entre los que está una buena dotación de una estructura formal en captación, capacitación y plan de carrera. Amén de la correcta asignación de puestos. El Nepotismo es normal en el ser humano, todos queremos garantizar el futuro del vástago, pero cuando hablamos de aquellos temas que aseguran el rendimiento de un país o su posicionamiento futuro… me temo que esa visión “hereditaria del puesto” favorece a los contrarios y perjudica a nuestros intereses. Algo a lo que evidentemente ya ayudan los “quinta columnistas”.
Me niego a creer que hay más vocación de servicio, en cualquier profesión, entre los “hidalgos que entre los campesinos”. A lo sumo que por acceso a mejor educación tengan más oportunidades en lo que sea. Pero esa es otra cosa, que ya trataremos en otra ocasión; algo que tengo claro cómo resolver, y mirando a mis compañeros de promoción en los estudios se puede comprobar que esas diferencias son fácilmente solventables con un correcto proyecto educativo, y mucha disciplina.
Ignoro si en temas de Estrategia, Geopolítica o Inteligencia ocurre esa misma endogamia. He de suponer o desear que No. Desconozco, como desconoce todo el mundo que no esté “dentro” si existe el traspaso generacional de carreras y antorchas, independientemente de las cualidades de los aspirantes. Además, la ley, como debe ser, ampara el desconocimiento de estas cuestiones. No por oscurantismo, si no por seguridad, y por que la masa critica que tenemos es muy baja como para arriesgarnos a delatar quién, cuales o cómo son esas personas. Sírvanse leer las normativas reguladoras, estatus de personal, estructura orgánica y régimen económico de aquellos que a estas cosas se dedican.
Están son cosas que en el “Gran juego” se tienen muy en cuenta para ser jugadores pasivos o activos, mandos o tropa; en definitiva, si pintamos algo siendo endogámicos, o debemos plantearnos seriamente escuchar un poco más a quien sabe de verdad y no es endogámico y sobre todo, ya que tanto nos importa esa vara de medir: tiene éxito.
Debemos actuar ya, porque de no hacerlo con urgencia y con cabeza, cuando queramos darnos cuenta de cómo salir de esta situación, no sólo habrán cambiado las preguntas, si no que como en la película basada en el poema de Kipling “Gunga Din” siempre tras el desastre reconocemos la valía de aquello que despreciábamos siempre. Luego en breve tiempo volvemos a ser igual de necios y olvidamos las lecciones aprendidas. La experiencia es eso que cuando la tienes es que ya no te vale para lo que la querías.
Cómo dijo el Escorpión a la Rana que se ahogaba con el: “que le voy a hacer, es mi carácter, no puedo renunciar a como me enseñaron, soy así”, frase muy propia de quien no reconoce sus limitaciones y sus capacidades, y que pudiendo mejorar humildemente no confía en los demás y se “enroca” en sus principios. Craso error cuando no se tiene por ahora, ni se espera a medio plazo una cultura de defensa, seguridad integral e inteligencia bien desarrollada y financiada con objetivos e hitos claros; cuando carecemos de masa crítica para permitirnos fallos Cainitas; cuando se desprecia o zancadillea a sus mejores cabezas y potencial intelectual; y claro está no se ve la necesidad de dotar recursos en ciertas áreas que darán de comer a nuestros hijos.
Al fin y al cabo quizás El Emboscado también sea prisionero de su historia, como decía Eduardo Marquina en 1910 (fecha importante porque ahí se truncó nuestra entrada a la contemporaneidad, relegándonos al eterno latifundio) en su obra En Flandes se ha puesto el Sol : “España y yo somos así…”