Los principales desafíos de Macron: pensiones, inflación y Ucrania
Tras ser reelegido con un 58,5% de los votos, el presidente de Francia tiene ante sí un segundo mandato lleno de retos en el que tendrá que unir a un país fracturado
Con tan solo 44 años, Emmanuel Macron se ha convertido en el tercer presidente de la Quinta República en ser reelegido tras François Mitterrand (1981-1995) y Jacques Chirac (1995-2007). Sin embargo, la victoria por más de 15 puntos de ventaja frente a la candidata de extrema derecha, Marine Le Pen, supone un empeoramiento de sus resultados de hace cinco años y demuestra tanto el desgaste al que ha estado sometido como los desafíos que todavía tiene que resolver Macron.
Un triunfo electoral relativo que, en palabras del propio Macron, «le obliga [a hacer los deberes] para los próximos años» dada la puntuación inédita de la ultraderecha y la alta abstención (28,01%).
Restaurar el poder adquisitivo de los franceses frente a la inflación, continuar la reforma de las pensiones, reindustrializar el país respetando los imperativos de la transición ecológica, relanzar el programa nuclear… El líder de la République en Marche tiene ante sí un gran número de desafíos por delante en los próximos años y la mayoría de ellos se derivan de promesas electorales del propio Macron.
Eso sí, en cualquier caso y a no ser que se produzca una reforma constitucional, este será el último mandato de Macron, ya que la ley francesa prohíbe encadenar mas de dos consecutivos. Por tanto, esta será la última oportunidad para que el político francés pueda terminar de aplicar su programa en materia tanto económica como social.
Para ello, será clave lo que pase en las elecciones legislativas del próximo mes de junio: Macron necesita reeditar el triunfo incontestable de hace cinco años y mantener una mayoría absoluta en la Asamblea Nacional para llevar a cabo gran parte de sus reformas. Tanto la extrema derecha de Marine Le Pen como los «insumisos» de Jean-Luc Mélenchon han apostado por dar la batalla en estos comicios y lograr la llamada cohabitation: un presidente de un signo político conviviendo con un primer ministro de ideología distinta.
Esta situación, que ya se produjo bajo Chirac y Mitterrand, es extremadamente improbable si atendemos a los registros históricos, ya que desde que se cambió la ley para hacer coincidir en el mismo año las elecciones presidenciales con las legislativas, el efecto de arrastre de las primeras ha asegurado siempre una victoria del partido del presidente. Además, la débil implantación territorial de los rivales de Macron y el sistema a doble vuelta puede jugar en su contra: Le Pen nunca ha logrado sacar más de un puñado de diputados en las legislativas.
Inflación y pensiones, prioridades económicas
El tema del poder adquisitivo será sin duda uno de las preocupaciones más inmediatas, ya que es una de las principales consecuencias en Francia de la guerra de Ucrania. Sin embargo, hablamos de un área, la inflación, en la que el presidente no tiene control como tal, ya que su único poder pasa por limitar el impacto en la vida diaria de los franceses a través de medidas como la congelación de precios de gas y electricidad o descuentos en el ombustible.
En este sentido, Macron ha prometido en campaña impulsar una ley excepcional del poder adquisitivo a partir de este verano, que apunta sobre todo a aumentar las pensiones de jubilación en el corto plazo, además de prometer un aumento de los mínimos sociales, un nuevo bono libre de impuestos para los empleados y un cheque de alimentos para los más modestos. Todo ello, con la intención de evitar una revuelta popular como la de los chalecos amarillos, que ya le amargó gran parte del primer mandato.
Eso si, el margen de maniobra del presidente reelegido es menor que hace cinco años. Macron ha prometido reducir el déficit público por debajo del 3% para 2027 (6,5% en 2021) y empezar a reducir el peso de la deuda, que se disparó con la crisis de covid-19 (112,9% en 2021), por lo que podría tener dificultades para equilibrar ambas estrategias.
Pero el gran desafío económico del Ejecutivo francés es sin duda la inacabada reforma de las pensiones. Macron ya ha anunciado que seguirá adelante con su intención de lograr la elevación progresiva de la edad legal de jubilación hasta los 65 años a partir de este verano. En la pasada legislatura, la estrategia le salió rana debido a las fuertes movilizaciones en la calle y el tema de las pensiones fue de hecho uno de los principales armas que ha usado la oposición en campaña.
Ucrania y cambio climático
En cuanto a política exterior, uno de los principales focos de Macron volverá a estar sin duda en el conflicto entre Ucrania y Ruso. El jefe de Estado, que ya ha multiplicado sus esfuerzos de mediación entre Kiev y Moscú para intentar detener la ofensiva rusa, ya ha avisado de su intención de profundizar en esta misma estrategia, incluso cuando acabe la presidencia francesa del Consejo de la Unión Europea.
Su principal reto aquí será en cualquier caso mantener la unidad de los 27 ante Moscú, máxime cuando los diferentes países del bloque tienen visiones diferentes sobre aplicar un embargo al gas ruso, ya que Alemania es uno de los principales opositores a esta medida. Pero Macron ya ha avisado de su intención de profundizar en el binomio Berlín-París como fuerza motor de la UE, donde ya ha expresado su apuesta por mejorar la integración económica y militar.
El otro gran área política en la que Macron ha asegurado que quiere mostrar liderazgo es la diplomacia climática. La principal tarea del dirigente galo será situar a Francia en una trayectoria de cara a cumplir el objetivo de reducir las emisiones en un 40% para 2030 respecto a 1990, en línea con el Acuerdo de París, el tratado internacional sobre clima adoptado en 2015.
Durante la campaña de la segunda vuelta, en un guiño a los electores ecologistas, prometió ir «dos veces más rápido» para reducir las emisiones y aseguró que su próximo primer ministro «se encargaría directamente de la planificación ecológica». Pero sus promesas no han logrado convencer por el momento a los ecologistas y a los defensores del medio ambiente, que señalan el tibio balance de su primer mandato y advierten que juzgarán en base a hechos y no palabras.