Un cumpleaños feliz para Zelenski pese a que la paz no se avista en Ucrania
El ex actor cómico, considerado por muchos de sus compatriotas un héroe nacional, tiene motivos para haber celebrado esta semana con satisfacción su 45 cumpleaños
Volodimir Zelenski, el ex actor cómico considerado por muchos de sus compatriotas un héroe nacional, tiene motivos para haber celebrado esta semana con satisfacción su 45 cumpleaños, sólo empañado por la destitución de varios altos funcionarios acusados de corrupción. El presidente ucraniano ha visto cómo finalmente Alemania ha cedido al anunciar su canciller, el socialdemócrata Olaf Scholz, la entrega de al menos una docena de sus tanques Leopard 2 al Gobierno de Kiev. Todo ello debido a las fuertes presiones de Estados Unidos. Su presidente, Joe Biden, ya ha dado luz verde a la entrega de una treintena de sus tanques Abrams, más sofisticados que los germanos y bastante más complicados a la hora de la operatividad. Una larga docena de países de la OTAN, entre ellos España, facilitarán también a los ucranianos un número aún no determinado de blindados Leopard. Scholz se oponía a que lo hicieran hasta que la coalición tripartita alemana (socialdemócratas, verdes y liberales) no resolviera sus propios dilemas internos. Polonia estaba dispuesto a saltarse esas restricciones.
El conflicto, que ha cumplido ya más de 11 meses, está todavía lejos de terminar en contra de los pronósticos de no pocos expertos. Es verdad que los servicios de inteligencia estadounidenses aventuraban desde las primeras semanas después de la ocupación, el pasado 24 de febrero, que se podría prolongar bastante tiempo. Seguramente Putin, mal aconsejado por sus estrategas militares, pensaba que la ocupación duraría muy poco y que acabaría en menos de una semana con el derribo y eventualmente muerte de Zelenski y su sustitución por un Ejecutivo afín a Moscú. Así sostiene que se lo habría dicho en una conversación el ex primer ministro italiano Silvio Berlusconi.
Todos quieren acabar, empezando por Occidente, con una guerra que ha causado ya 200.000 soldados caídos -aproximadamente 100.000 por cada bando-, más de 40.000 civiles muertos, millones de huidos, destruido la economía ucraniana, producido también efectos dañinos para la de los países de la Unión Europea, pero nadie está dispuesto a ceder. El primero de ellos Vladímir Putin, quien ayer, sábado, volvió a acusar al Gobierno de Zelenski de neonazi y de buscar al exterminio de la población rusófona ucraniana. Las fuertes sanciones económicas occidentales impuestas a Moscú no han dado todo el efecto deseado pese a que Rusia nota las consecuencias derivadas del corte de suministro de gas y petróleo a los europeos. Al final del pasado verano parecía que los rusos se encaminaban a una derrota en la zona oriental gracias a la recuperación de varias poblaciones por parte ucraniana. Sin embargo, la situación ha cambiado. Las tropas invasoras han contraatacado ocupando de nuevo puntos estratégicos perdidos. Todo apunta a que Rusia prepara una gran ofensiva al inicio de la primavera.
De ahí que Zelenski haya pedido de manera desesperada ayuda militar más pesada a Estados Unidos y al resto de aliados de la coalición que se opone a la ocupación bajo el paraguas de la Alianza Atlántica. El líder ucraniano pidió carros de combate. Lo ha conseguido gracias a su tenacidad y sus renovadas peticiones de auxilio. No contento con ello ha solicitado a los estadounidenses aviones de combate F-16. En principio Washington se muestra reacio a dárselos inmediatamente, porque eso implicaría una participación mucho más directa en la guerra. Es lícito preguntarse si la entrega de carros de combate no significa ya una implicación abierta en el conflicto. Estados Unidos siempre sostiene que no está en guerra con Rusia y que su respaldo a Ucrania persigue poner fin a la ocupación ilegal del país. Moscú advierte que todos aquellos que envíen más armamento pesado a Zelenski serán considerados enemigos. Arderán los tanques, ha afirmado el portavoz del Kremlin de manera un tanto literaria.
Zelenski puede contar con cerca de un centenar de carros de combate contando los estadounidenses, los alemanes y los de los demás países de la OTAN, pero se estima que en cualquier caso no estarán operativos hasta dentro de tres meses. A lo mejor ese plazo es demasiado largo y para entonces la guerra ha dado un giro total. Algunos analistas militares sostienen que esa cifra es insuficiente para hacer frente a la próxima ofensiva enemiga.
La llamada crisis de los Leopard ha abierto algunas grietas en la coalición que respalda a Zelenski. La resistencia y vacilación de los alemanes a la hora de complacer al líder ucraniano no deja en buen lugar a su Ejecutivo. Scholz no sale reforzado. En las cancillerías europeas se critica su actitud vacilante. Pese a haber dado al final luz verde, él sale de esta situación debilitado diplomáticamente. Sólo dio el visto bueno sobre sus tanques una vez obtuvo garantías de Estados Unidos de que enviaría sus Abrams. Estos son mucho más sofisticados, exigen mayor periodo de adiestramiento y consumen bastante más combustible que los Leopard. Por otra parte, el primer ministro alemán era consciente de que si no cambiaba de parecer arriesgaba una crisis con sus otros dos socios de gobierno. Tanto los verdes como los liberales presionaron para que accediera a las peticiones de Zelenski.
Si algo enseña esta minicrisis desde el punto de vista político es que Alemania sigue resistiéndose históricamente a liderar cualquier organización militar occidental sin contar con el visto bueno estadounidense y sobre todo su protección. Scholz pedía tiempo a los aliados de la OTAN hasta en tanto la Casa Blanca no coordinara un nuevo apoyo a Ucrania. Una vez que Biden lo dio respiró aliviado, al igual que el resto de los países de la OTAN. Alemania considera imprescindible mantener la cohesión de los treinta socios que componen la organización, con sede en Bruselas, algunos de los cuales fueron antes miembros del desaparecido Pacto de Varsovia, el bloque militar construido y liderado por la extinta Unión Soviética para hacer frente a la Alianza Atlántica después de la Segunda Guerra Mundial.. Justo es reconocer que Alemania se ha implicado militarmente desde el inicio de los combates pese a las consecuencias que ello significaba para su abastecimiento de gas ruso. Además, el Gobierno tripartito ha incrementado notablemente el presupuesto de defensa, algo que por otra parte han hecho igualmente otros miembros de la OTAN como Francia y España. Quizá Scholz haya hecho cálculos a más largo plazo y no quiere que Alemania sobresalga como el ariete del bloque contra Putin una vez que la guerra termine por las consecuencias que eso pueda tener para su propio país.
En principio, el reforzamiento prestado por Estados Unidos y la Unión Europea a Zelenski parece agravar la situación y alejar la posibilidad de un pronto final del conflicto. Sin embargo, hay analistas que paradójicamente sostienen lo contrario y consideran que para llegar a una mesa de negociación Ucrania necesita presentarse desde una posición de fuerza ocupando territorio reconquistado. La llegada de tanques o la eventual de aviones de combate lo podrían facilitar. Actualmente, Rusia se calcula controla una tercera parte de la superficie ucraniana además de Crimea, península que se anexionó sin disparar un solo tiro en 2014. El secretario general de la OTAN, Jon Stoltenberg, partidario siempre del envío de más ayuda a Ucrania, manifestó hace una semana en el Foro de Davos: «Nadie sabe cómo terminará esta guerra, pero lo más probable es que lo haga a través de una negociación. Y si se quiere una paz negociada, es necesario proveer soporte militar [a Ucrania]. Las armas son la vía hacia la paz». La diplomacia no debería ser incompatible con proseguir el envío de más armamento a Zelenski, sostienen medios diplomáticos europeos, porque eso le facilitará sentarse a una mesa de negociaciones con mayores garantías.