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El portaaviones 'Príncipe de Gales' es el agujero negro de la Royal Navy Británica

Carlos III heredó muchas cosas de su madre, y entre ellas, este dolor de muelas conocido como ‘El barco gafado’

El portaaviones ‘Príncipe de Gales’ es el agujero negro de la Royal Navy Británica

El portaaviones 'Príncipe de Gales'. | Wikipedia

‘El barco gafado’. Así es como llaman los marinos ingleses al portaaviones Príncipe de Gales, gemelo del Queen Elizabeth, buque insignia de la Royal Navy británica. Carlos III heredó muchas cosas de su madre, y entre ellas, este dolor de muelas flotante que trae a su armada por la calle de la amargura. 

El 20 de mayo de 2008, las altas esferas de la marina británica sonreían ampliamente. Fue el día en que se encargó este buque, el segundo portaaviones de una pequeña familia de dos. Tras el HMS Queen Elizabeth formaría un duo destinado a cubrir lo que hasta no mucho antes hacían tres navíos de funciones afines. De un plan a tres bandas, pasaron a dos, pero las dudas y problemas empezaron antes de que tocase el agua. 

Los barcos de una armada moderna son complejos, requieren de mucho mantenimiento, actualizaciones, y preparación para ser desplegados. Antes de la llegada de estos dos, la Royal Navy gravitaba alrededor de la ‘regla de los tercios’. Mantenía uno en el agua, otro se preparaba para sustituir al primero, y un tercero entraba en puerto para revisiones, avituallamiento, y reparaciones tras volver del mar. Con dos barcos no quedaría otra: uno flotando, y el otro dándose mucha prisa para turnarse con el mellizo. Estos ciclos duales son muy poco productivos, por ser muy prolongados, y tienden a agotar a sus tripulaciones. 

Mucho jardín, poco jardinero

Inglaterra necesita una enorme proyección naval. Tiene decenas de destinos bajo el paraguas de su corona, colonias, y puntos lejanos que defender, o al menos que cubrir de alguna manera. Un buen ejemplo es el de las Islas Malvinas que les llevó a la guerra en 1982. El problema para los británicos, o al menos uno de ellos, es que su actual fuerza naval es aproximadamente el 50 % de la que tenían entonces. Sí, la mitad. 

El primer escollo para el Príncipe de Gales llegó en 2010. Un detallado estudio del gobierno llegó a la conclusión de que no lo necesitaban, que con uno de estos barcos se apañarían. Con la construcción en marcha, las sanciones por incumplimiento de contrato eran de tal calibre que resultaba más barato acabarlo y mandarlo al desguace antes de ser botado. 

La corona británica intentó colocarlo a países amigos, pero nadie quiso hacerse cargo. El R09 en código interno fue relativamente barato, unos 4.200 millones de euros, una cuarta parte de lo que cuestan los norteamericanos. A pesar de ello, supone un gran desembolso a cambio de un navío que posee utilidades y características muy concretas destinadas a cubrir las necesidades inglesas. 

Almacén de problemas 

El portaaviones de la Royal Navy HMS Prince of Wales
El portaaviones de la Royal Navy HMS Prince of Wales

De entrada es un portaaviones muy raro. Sobre su cubierta no tiene una sino dos edificaciones, dos torres de control. Desplaza 65.000 toneladas hasta una velocidad de 25 nudos, pero extrañamente no es de propulsión nuclear. Extrañamente, porque aunque posea una autonomía de 19.000 kilómetros, ha de ir cargando combustible a su paso, y muchos de sus destinos está muy lejos de su base. Esto condiciona su proyección. Puede entrar en puertos donde los nucleares no tienen acceso, pero ha de ir parando. 

Desde que se entregó en 2019, ha pasado más tiempo en el dique seco que en el agua, aproximadamente tres de cada cuatro días. En mayo de 2002 protagonizó una inundación interna. Se dijo que se trataba de un incidente menor, pero tuvo que volver a puerto para ser reparado; tardó cinco semanas en volver a estar operativo. En octubre de ese mismo año sufrió otra inundación, aunque mucho más grave. Una gran sala repleta de cableado y sistemas eléctricos quedó anegada durante al menos 24 horas. Este incidente fue especialmente inoportuno, porque se estaban preparando para ir a recoger dos docenas de cazas F-35 a Estados Unidos. 

Un viaje así se tarda mucho tiempo en planificar y tuvo que retrasarse ocho meses, tiempo que estuvo inoperativo, y los aviones esperando ser recogidos. Tanto que tuvo que ir a por ellos su gemelo, el Queen Elizabeth. En agosto de 2022 fue remitido a varios destinos al otro lado del Atlántico como Canadá, visitó algunos países del Caribe y participó en unas maniobras internacionales hasta que se rompió. 

El barco se movía con dificultad y sospecharon de las hélices. Mandaron a submarinistas a inspeccionar y encontraron una avería de orden mayor: un desalineamiento en el sistema de transmisión. Este problema que no se ha dado en el Queen Elizabeth a pesar de ser clónicos. Tuvieron que reorientar el eje de las hélices y estuvo en el dique seco hasta la primavera de 2023. En esas fechas varios parlamentarios volvieron a pedir su desguace. Era la tercera vez. 

Problemas comunes

Un portaaviones es un barco sumamente complejo y casi todos sus propietarios suelen tener problemas con ellos, en especial durante su fabricación y puesta en servicio. El nuclear Charles de Gaulle francés perdió una de sus hélices durante su periodo de pruebas, o su pista tuvo que ser prolongada porque había ciertos aviones necesarios que no podían operar con una tan corta. Chinos e hindúes tampoco lo pasaron bien cuando reestrenaron los Varyag y Baku de origen ruso. La armada de India tardó cinco años más de lo previsto en verlo flotar, y les costó el doble de lo estimado. Los estadounidenses, con once portaaviones en su arsenal, tuvieron interminables problemas con sus catapultas electromagnéticas de lanzamientos o los elevadores que subían y bajaban sus aparatos. 

Y luego la trifulca política. Existe un cálculo algo ruidoso procedente de políticos conservadores que arrojan a cada poco a los laboristas cuando están en el poder. Este análisis apunta a que el ejército británico duraría cinco días en un conflicto armado. Tan depauperado está —esto afirman a voz en grito en su parlamento— que ahora mismo es la fuerza militar más pequeña del país en los últimos cuatro siglos. Lo peor es que puede que tengan razón. En enero de 2023, un general norteamericano dijo que los ingleses ya no eran un ejército de primera, sino de segunda fila. Esto no sentó del todo bien en Londres, y hay varias causas que indican. 

Mucho de su equipamiento salió volando hacia Ucrania y ahora necesita ser repuesto. Si a esto añadimos la fuerte crisis económica que viven las islas tras el Brexit, su gasto en defensa es uno de los que más han sufrido. Los militares piden dinero, y el gobierno no lo tiene. En 2022 el presupuesto de sus Fuerzas Armadas fue de casi 46.000 millones de libras (unos 53.000 millones de euros).

El país anda aquejado de una inflación del 10%, y solo para compensar eso los militares solicitan entre 8 y 11.000 millones, con lo que se quedarían como estaban. El gobierno de Rishi Sunak les ha dicho que tienen 700 para los dos próximos años, y ahí esconde puede llegar la guillotina al cuello del Príncipe de Gales. El cuello del barco, no del hijo del rey Carlos III, que heredó su título nobiliario. Lo que su padre heredó fue una pesada corona, y un agujero negro de dinero para el que no tiene fondos disponibles. 

Sin muchas alternativas

Portaaviones 'Príncipe de Gales'
Portaaviones ‘Príncipe de Gales’

Al Principe de Gales le espera el retiro temporal y coger óxido durante años hasta que escampe, o achatarrarlo, porque lo peor no es tenerlo sino verlo funcionar. Un barco como este necesita otros navíos de apoyo, escolta y abastecimiento. Necesitan munición, combustible, comida y muchos suministros cuando están desplegados, y la marina británica no tiene el tipo de barco capaz de hacer esta tarea, o los que tienen están muy anticuados. De momento necesita al menos tres, y el primero de ellos tiene programado el inicio de su construcción en 2025. Pasará una década antes de que todos estén operativos. Pero hay más.

En las bodegas del R09 pueden viajar hasta 72 aviones, y la estrella de todos ellos es el F-35B, el de despegue vertical. El plan inicial era que ambos portaaviones llevasen 138, que acabaron quedándose en 72 entre los dos. Al Príncipe de Gales le tocaban al menos la mitad de estas unidades y de momento solo lleva 24 debido a su alto coste. Sin barcos de apoyo, ni el número de aviones deseados, ni fondos para actualizar su programa ya tiene su siguiente mote. Su tripulación lo ha empezado a denominar “El barco cojo”, debido a las retahílas de discapacidades que lo aquejan. Mientras, en el palacio de Buckingham, Carlos III se tienta el bolsillo y resopla esperando tiempos mejores.

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