THE OBJECTIVE
Vidas cruzadas

Mira Milosevich: «Rusia está revisando su identidad nacional postimperial»

La investigadora habla con David Mejía sobre su Yugoslavia natal, la guerra de Ucrania y las sombras de la revolución rusa

Mira Milosevich es investigadora principal para Rusia, Eurasia y los Balcanes del Real Instituto Elcano, profesora asociada de The Foreign Policy of Russia en School of Global and Public Affairs de IE University. Ha colaborado en varios libros colectivos y es autora de tres libros, dos de ellos sobre las guerras yugoslavasLos Tristes y los Héroes. Las historias de los nacionalistas serbios (2000) y El trigo de la Guerra. Nacionalismo y Violencia en Kosovo (2001), publicados por Espasa Calpe. Su libro más reciente es Breve Historia de la Revolución Rusa (2017, Galaxia Gutenberg).

PREGUNTA.- Naciste en 1966 en Belgrado, entonces capital de Yugoslavia. ¿Cómo recuerdas tu infancia y adolescencia?

RESPUESTA.- Cuando era niña y muy joven pensaba que era muy normal vivir en un país comunista. No tenía una conciencia de que aquello era un régimen del partido único, de que había un culto a la personalidad, de que nuestras aulas en colegio estaba foto de Tito, que todo formaba parte de lo que ahora puede parecer folclore del comunismo, pero en esa época me parecía normal. Aún así, el comunismo en Yugoslavia se llamaba «la tercera vía», no era un país alineado y en durante la Segunda Guerra Mundial, sin la ayuda de la Unión Soviética, con el movimiento de los partisanos, se luchó contra la Alemania nazi y se liberó el país, gracias a los comunistas que luego impusieron su régimen. Estos no estaban puestos por la Unión Soviética. Nosotros podíamos viajar, teníamos pasaportes, teníamos becas Fulbright, intercambio con las universidades extranjeras, incluidas las de Estados Unidos. Era una vida un poco más libre que en los países comunistas, como «si no te metes en política puedes vivir más o menos bien», Como éramos muy pobres, no podíamos ir una vez al mes al cine y cenar fuera o ir a un bar. Era casi imposible. Desde la perspectiva de hoy, esta condición nos ha hecho leer mucho porque la televisión era horrible. Ese periodo de mi vida es muy tópico decir fue el más feliz, pero sí, a pesar de vivir en un régimen comunista, creo que en esos años tomé una conciencia sobre la libertad bastante literaria, pero libertad al fin y al cabo.

P.- Yugoslavia era un país comunista, pero sin no existía la misma represión que en la Unión Soviética.

R.- Éramos más libres, pero aún así vivíamos en un régimen comunista. Sí que la educación en general era muy amplia. Teníamos una asignatura sobre marxismo, teníamos la asignatura de la Defensa General del pueblo, a partir de los 13 años aprendíamos a manejar escopetas, montar y desmontar una bomba. Los primeros auxilios que nos preparaban para una guerra, básicamente.

P.-  ¿Hay algo por lo que sientas nostalgia de aquella Yugoslavia?

R.- Soy nostálgica en el sentido de Jugoplastika. Jugoplastika fue un equipo de baloncesto de Split (Croacia) que tenía jugadores de todas partes de Yugoslavia y como éramos muy buenos éramos campeones del mundo en esta época, y estábamos muy orgullosos. Pero los que ganaban estos campeonatos del mundo eran en su mayoría los jugadores de Jugoplastika y allí había una pequeña Yugoslavia de verdad. En este sentido soy nostálgica. Por supuesto que no tengo nostalgia del régimen comunista, pero sí tengo nostalgia de estar bien con todas las partes. Los discursos nacionalistas que destruyeron la antigua Yugoslavia vinieron cuando el comunismo colapsó en 1989. Pero mi juventud y mi infancia han sido marcadas por la fraternidad y la unidad.

P.-  ¿Tenías conciencia de ser serbia antes que yugoslava?

R.- No, mi padre es serbio y mi madre es croata. Si tú me dices que tengo que elegir una parte del mundo con la que me identifique te diría el mar Adriático, que hoy en día es Croacia y otra pequeña parte es de Montenegro. Me identifico con Belgrado porque he nacido allí y la ciudad está bien, pero una cultura más amplia con la que me identifico es mediterránea, pero sobre todo Adriático porque es el cruce del catolicismo y la religión ortodoxa. Allí está Rimini, Rávena. Está la división de Diocleciano en 1054, del imperio oriental y occidental y sobre todo hay cruce de Imperio Austrohúngaro, la República de Venecia y del Imperio Otomano. Me identifico con ello y es lo que me queda de estos territorios. Todo el mundo tiene nostalgia de su infancia, pero creo que la antigua Yugoslavia reflejaba esta mezcla de culturas en la que era una locura intentar allí definir quién es quién.

P.-  Tienes una identidad más cultural que nacional.

R.- Nosotros vivíamos en una especie de entidad supranacional como ahora es, por ejemplo, la Unión Europea, y en un momento nos han pedido desde allí definir solo una identidad nacional para ahora volver otra vez Integrarse la supranacional. No lo veo con sentido. Es doloroso, es súper largo y, por supuesto, la desintegración de la antigua Yugoslavia todavía tiene secuelas.

«Los discursos nacionalistas que destruyeron la antigua Yugoslavia vinieron cuando el comunismo colapsó en 1989»

P.-  Tu primer libro se llama Los tristes y los héroes.

R.- Los tristes y los héroes es un verso de un poema que cita Miguel de Unamuno. Unamuno escribió un artículo en 1918, que se llama «Por el pueblo serbio» y allí es muy crítico con el Imperio Austrohúngaro. En él cita un poema que dice: «Allí caminaban los tristes y los héroes con su rey», describiendo la retirada de los serbios a través de Albania en la Primera Guerra Mundial. La verdad es que creo que los tristes y los héroes resume esta percepción que muchos serbios tienen de sí mismos.

P.-  Porque el libro trata sobre el ascenso del nacionalismo serbio.

R.- Sí. La raíz es romántica, las de Vuk Karadžić, que es el padre de alfabeto serbio y el que recopiló la poesía épica. Fue amigo de Leopold von Ranke, que en su momento vivía en Viena pero era serbio de origen. Y desde Karadžić y esta poesía épica el libro llega hasta Slobodan Milosevic y Arkan porque el libro se publicó en el año 2000, después del bombardeo de la OTAN de Antigua Yugoslavia.

P.-  ¿Qué papel juega la Iglesia Ortodoxa en el ascenso del nacionalismo serbio?

R.- Hay ortodoxos de todas las religiones: judíos, musulmanes… Aquí la palabra ortodoxos significa pravoslavie, que significa la fe auténtica. Con el colapso del comunismo, en todos los países poscomunistas se intenta crear una identidad nacional o volver a ella buscando en el pasado. La Iglesia Católica ha tenido un extraordinario papel en el colapso del comunismo en Polonia, por ejemplo, y el papa Juan Pablo II tuvo un papel muy destacado. Sin embargo, en los países donde la población es de mayoría ortodoxa la Iglesia ha tenido un diferente estatus que en las iglesias latinas. A diferencia de los católicos, todos países de la mayoría ortodoxa tienen iglesias autocéfalas, eso quiere decir que la institución está muy vinculada al Estado porque han estado bajo dominio del Imperio Otomano y la única manera de definir la identidad de la población era a través de la religión y las pequeñas unidades identificadas con la religión que pagan impuesto al imperio pero conservan su identidad religiosa. Los otomanos estaban muy interesados en ello porque cobraban y no les forzaban a convertirse al Islam; pero esta condición convirtió a la Iglesia Ortodoxa en el único criterio de una identidad nacional y a raíz de ello, aún en el siglo XX, cuando colapsa el comunismo, queda muy poco de lo que podría ahora sustituir esta identidad comunista.

P.-  ¿En qué momento eso va más allá de convertirse en una fuerza que aglutina a la población y que delinea la soberanía nacional y para convertirse en algo peligroso?

R.- Hay tres factores. El primero comienza en 1986, cuando la Academia de Ciencias Serbia publica un memorando en el que elabora todos los agravios históricos de los serbios desde la batalla de Kosovo hasta los años 80. En el caso de Serbia está el problema de Kosovo, que cada vez tiene más una mayoría de albanokosovares y Kosovo no tiene estatus de república, por lo que según la Constitución de la Yugoslavia comunista no tenía derecho de autodeterminación y secesión como lo tenían otras repúblicas. El memorándum de la academia, de la élite intelectual, articula un sentimiento nacionalista y resentimiento hacia otras repúblicas yugoslavas y hacia este estatus de Serbia, como la República con la población más numerosa pero supuestamente sin derechos iguales que otras repúblicas.

Mira Milosevich en THE OBJECTIVE. Foto: Carmen Suárez
Mira Milosevich en THE OBJECTIVE. Foto: Carmen Suárez

P.-  Ese sería el primer factor.

R.- El segundo factor es la llegada al poder de Slobodan Milosevic en el año 87. Lo logra con un discurso nacionalista en contra Ivan Stambolić. En 1989, Milosevic va a Kosovo y da un discurso diciendo que va a proteger a los serbios, que ya nadie les va a pegar. En este momento está claro que Serbia busca con su programa nacional que todos los serbios vivan en un mismo Estado aunque esto signifique anexionar territorios que pertenecen a las otras repúblicas.

P.- ¿Cuál sería el tercer factor?

R.- Hay que distinguir entre la desintegración de Yugoslavia y la destrucción. La desintegración ocurre por colapso del comunismo, pero la destrucción de Yugoslavia ocurre por las guerras étnicas del nacionalismo étnico, en cuyo proceso Serbia tiene la mayor responsabilidad. Pero a nivel de toda Yugoslavia y en este proceso de desintegración, creo que es la decisión de toda élite política, de cada una de las repúblicas, tomar la decisión de primero solucionar la cuestión nacional, la llamada cuestión nacional y luego hacer las reformas democráticas. Reformas de transición a la democracia, lo que quiere decir básicamente aceptar el estatus de nación cívica y no étnica. Realmente es lo que dispara, lo que influye mucho en el proceso de destrucción de la Yugoslavia comunista, con las guerras étnicas. Y esta decisión la han tomado todos, tanto serbios como croatas, como musulmanes, porque ellos aunque se distinguen por la religión tenían una república propia que es Bosnia y Herzegovina, que nunca existió como un Estado.

P.-  ¿Y tú personalmente cómo lo viviste? ¿Es cierto esto que a nadie en Yugoslavia imaginaba que podía haber una guerra civil?

R.- Tito siempre decía, y con esto nos han educado: «Hay que vivir en paz, prepararse como si la paz durase más de mil años, pero hay que estar preparados por si la guerra empieza mañana». Nosotros hemos crecido con esta idea. Hubo problemas de nacionalismos en los años 70, pero nunca imaginé que fuese a haber una guerra. He tenido suerte porque el nacionalismo es el canto de las sirenas, es una idea muy seductora. Quiero decir, en los años 80 nadie no sabíamos qué era una nación cívica o étnica, por lo tanto, solo conoces el nacionalismo étnico y la gente en crisis intuitivamente intenta agruparse con los suyos.

P.- ¿Eres optimista con los países de la antigua Yugoslavia?

R.- No soy pesimista. Creo que no va a volver a haber una guerra entre ellas. Esto se acabó. La población está cansada de estar en guerra y quieren mirar a un futuro muy bueno. Pero no soy optimista respecto a la ampliación de la Unión Europea y por mucho estatus de candidatos que tengan son procesos muy, muy largos y sobre todo con este ‘fast track’, con la decisión geopolítica de incorporar a Ucrania, Moldavia y Georgia, empezar las negociaciones. En el año 2003, hace 20 años exactamente, en el Consejo Europeo de Salónica se dijo que todos los países de los Balcanes entrarán algún día en la Unión Europea. Desde entonces solo Croacia ha entrado. No cuestiono el proceso, hay que cumplir los criterios, el problema es cómo mantener la población que es proeuropea en un plazo tan largo. Creo que mientras yo viva estos países no van a ser miembros de la Unión Europea y por eso en este sentido no soy optimista.

P.-  Sobre la guerra de Ucrania, ¿crees que se ha puesto demasiado énfasis desde algunos foros sobre los errores de la OTAN?

R.- Hablábamos de la iglesia ortodoxa. Rusia está revisando su identidad nacional postimperial y es revisionista respecto al orden liberal internacional. Hay muchísimos factores que influyen en estos revisionismos y es verdad que uno de los factores es la ampliación de la OTAN, como la perciben los rusos. Hay que decir que en las conversaciones entre Gorbachov, Bush padre y Ronald Reagan valoran la ampliación hacia el este, pero nunca nada se firmó. La ampliación de la OTAN era necesaria en términos estratégicos y políticos porque la única manera de proteger y garantizar la seguridad y defensa de los países exmiembros del Pacto de Varsovia era incorporarlos en la OTAN. No hay otra manera de garantizar su seguridad. No es que Estados Unidos quisiese ampliar la OTAN, sino que estos países querían.

P.-  Es una estrategia

R.- Las dos cosas son verdad. Haga lo que haga Occidente, Rusia va a protestar contra la ampliación. Ahora bien, esto es el factor, para mí, el más importante. ¿Por qué estamos en esta situación? No es la ampliación de la OTAN es el concepto de la identidad nacional que tiene y que está imponiendo el Kremlin porque cuando se desintegró la Unión Soviética hay un gran debate intelectual sobre cómo se debería definir la identidad nacional rusa. La gente se acostó en un país y a la mañana siguiente se despertó en otro. 25 millones de rusos quedaron fuera de las fronteras de la Federación Rusa y están en en las exrepúblicas soviéticas. Son 25 millones de los rusos étnicos y 30 millones de rusos hablantes. La percepción del Kremlin es que ha perdido más de 50 millones de población y este es un concepto de identidad nacional. El otro que Putin también ha introducido, sobre todo a partir del año 2012 en su tercer mandato, es recurrir al pasado y el pasado de Rusia es, según ellos, el Rus de Kiev, que no es ni de Ucrania, ni de Rusia, ni de los polacos y lituanos. Es un territorio del siglo X.

David Mejía (d) conversa con Mira Milosevich (i). Foto: Carmen Suárez

P.-  ¿Qué les diríais a quienes admiran a Lenin?

R.- Primero les diría que es una gran mentira que las ideas de Lenin fueran buenas y que lo malo del comunismo era porque ciertas personas aplicaron mal estas ideas. Esta idea de que Lenin era fantástico y que tenía unas ideas muy buenas… hasta Gorbachov lo pensaba. Gorbachov quería reformar el comunismo porque estaba convencido que las ideas de Lenin simplemente estaban mal aplicadas. Hay que sentarse y leer seriamente a Lenin y comprender que tanto él como sus ideas son nihilistas, totalitarias y hasta terroristas. Dice que, por ejemplo, para imponer nuestras ideas cualquier instrumento es válido desde la pluma hasta las bombas. Por lo tanto, recomendaría primero que lo lean seriamente y que se pregunten a sí mismos si de verdad quieren vivir en una sociedad como la de Lenin.

P.-  Esa tolerancia con la violencia.

R.- Exactamente. Por lo tanto, de verdad creo que hoy en día el leninismo o la extrema izquierda simplemente es una retórica para llamar la atención o una pura utopía, porque si algo ha demostrado el leninismo es que solo puede ser impuesto a través de violencia porque está desconectado con la realidad. Es una utopía.

P.-  Terminamos con la pregunta habitual: ¿a quién te gustaría que invitáramos a Vidas cruzadas?

R.- A Juan Pablo Fusi, que fue mi director de tesis doctoral y es magnífico. Es un historiador con mucha experiencia. Doctorado en Oxford, director del Centro de Estudios Ibéricos de Oxford durante siete años, alumno de Raymond Carr. Un hombre muy culto e interesante. Un gentleman inglés.

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