La conveniencia de una alianza para buscar una salida a Gaza
«La estrategia del régimen de los ayatolás es la de deslumbrar con las chispas que sueltan los sables cuando se afilan»
El ataque perpetrado por Irán contra Israel la madrugada del 14 de abril en respuesta al asesinato del general Reza Zahedi el 1 de abril en un edificio adyacente a la Embajada de Irán en Damasco, supone un episodio más de la guerra entre las guerras que Israel lleva años batallando contra Irán y su entramado de milicias afines en Oriente Medio. Sin embargo, el ataque supone también un cambio en la estrategia de Irán forzado por Israel, ya que es la primera vez que Teherán responde de manera directa y desde su propio territorio.
Aunque en el ataque del pasado sábado se lanzaron misiles y drones desde Irak, Siria o Yemen, se trata de la primera vez en que Irán efectúa un ataque directo contra Israel, previa declaración de intenciones por parte de su líder supremo, el Imam Khamenei, durante la oración por el fin del Ramadán (Eid al-Fitr) el pasado 11 de abril. Ello supone un intento por restaurar su capacidad disuasoria en el frágil equilibrio que por la pugna del dominio geopolítico en Oriente Medio mantienen el eje de la resistencia frente al eje de Estados Unidos-Israel y sus aliados.
Tanto por el número de drones (170, aunque se cree que hay más por llegar) como por el número de misiles de crucero (30) y el de misiles balísticos (120) lanzados esta madrugada e ineficaces, a todas luces, para saturar el sistema de defensa aérea israelí, se observa que la estrategia del régimen de los ayatolás es la de deslumbrar con las chispas que sueltan los sables cuando se afilan, pero que su shamsir (sable tradicional persa) se encuentra de momento envainado, aunque ello no significa que estén preparados para blandirlo.
El peligro de escalada regional en la guerra que Israel mantiene abierta contra Hamás desde el pasado 7 de octubre y en la que Irán, hasta ahora, estaba influyendo indirectamente, mantuvo ayer en vilo a la mayoría de cancillerías y puso de relieve que los actores implicados optan por la contención más que por la escalada. El peligro que subyace, como la historia demostró en la Primera Guerra Mundial, es que, sin querer una guerra, nos veamos todos arrastrados a la misma por algún error de cálculo o por la propia dinámica de la escalada.
Evitar este escenario
Para evitar este escenario, la respuesta que va a dar Israel al ataque resultará clave, así como la efectividad de la presión norteamericana, una potencia que se halla cada vez más en entredicho y que no desea verse arrastrada al lodazal de una nueva guerra en pleno año electoral. Por ello, todos deberíamos preguntarnos qué estrategia tiene el gobierno de Netanyahu para evitar una escalada manteniendo la capacidad disuasoria de Israel, una capacidad que, inevitablemente, pasa por preservar la norteamericana en la región. Lo inquietante es que por la demostración de fuerza sin aparente dirección política que está desplegando en Gaza, Israel no parece tener ninguna estrategia clara. Como ha puesto de manifiesto el analista Amos Harel, tanto el asesinato de Zahedi, jefe de la Fuerza Quds en Líbano y principal enlace operativo entre Hezbolá e Irán, como el de los hijos y nietos de Haniyeh, líder del bureau político de Hamas exiliado en Qatar, parecen haberse llevado a cabo sin que existiera un planeamiento por parte del gabinete de seguridad de Israel en cuanto a la evaluación de los riesgos, posibles escenarios y anticipación de una respuesta a los mismos. Ello constituye un peligro porque pone a prueba los escudos de influencia que hasta ahora mantenían a Israel a salvo, ya que, además de constituir el primer ataque directo de Irán a Israel, la respuesta militar ha puesto de manifiesto el fracaso de la presión diplomática que en otras ocasiones había dado resultado. Irán no se ha dejado disuadir ni por las advertencias de Estados Unidos ni por la orquestación de la presión a través de Blinken con sus contrapartes en Turquía, Alemania, Reino Unido, Arabia Saudí o incluso China. Teherán ha tenido buen cuidado de proyectar su poder modulando su respuesta y poniendo de relieve la pérdida de peso del poder norteamericano y su capacidad de influencia.
En este contexto, Israel no debería subestimar las intenciones de Irán. El nombre con el que apodó a su operación, «promesa verdadera», es una declaración de intenciones. Una promesa es una expresión de la voluntad que no se extingue con un gesto, sino con un compromiso que se proyecta hacia el futuro. Es entonces cuando se convierte en un augurio, indicio o señal de algo que se espera y que se quiere que suceda. Veremos si la dinámica de acción-reacción no nos lleva a un escenario de profecías autocumplidas.
El principal riesgo en estos momentos provendrá, por ello, de la respuesta que Israel va a dar a este ataque directo. Una reacción igualmente directa abriría otros escenarios mucho más peligrosos, ya que limitarían las opciones de respuesta de Teherán, aumentando el riesgo de escalada. En estos momentos, ambos actores se encuentran en lo que en la teoría de juegos se define como un «punto de Schelling». Este pasa por recuperar la lógica de la disuasión entre ambos países, asumiendo los hechos consumados en un juego de suma cero; o escalando y entrando en un nuevo escenario que nadie desea.
La ventaja con la que cuenta Israel es que el ataque ha servido para poner de relieve la conveniencia de mantener a su coalición de aliados y no antagonizar los con sus actuaciones desproporcionadas en Gaza. Asimismo, demuestra a Israel que el camino para cerrar la herida abierta con Hamas no pasa por la unilateralidad, sino por su capacidad de construir una alianza efectiva que garantice una salida digna para los gazatíes. Aunque ello implique limitar su libertad de acción y fomentar la «hasbará» (su política de coordinación y proyección exterior de su imagen) en lugar de la «geula» y la redención que proviene de la venganza.