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Enfoque global

Irán ataca Israel: competición, mutipolaridad... ¿Y cómo puede implicar a España?

El Gobierno ha renunciado, ‘de facto’, a tener una política exterior propia, con la excepción del reconocimiento de Palestina

Irán ataca Israel: competición, mutipolaridad… ¿Y cómo puede implicar a España?

Lanzamiento de un misil iraní. | Zuma Press

En la noche del 13 de abril de 2024, Irán envió, a través de su múltiple red de actores primarios, secundarios y terciarios, 185 drones, 36 misiles de crucero y 110 cohetes contra Israel. Lo anterior surge como respuesta a una serie de ataques que Israel ha llevado a cabo contra objetivos ligados a Irán en territorios de varios Estados, con el interés de capitalizar lo que Andrew Smith Serrano calificaba, hace una semana y en este mismo medio, de «narrativa de la resistencia» ligada al concepto de umma o Comunidad Islámica.

Los medios tecnológicos israelíes y de sus aliados han conseguido desactivar el ataque en su mayor medida, arrojando un costo de 550 millones de dólares, gastados en unas horas. Estados Unidos ha mostrado su apoyo y el presidente Biden ha convocado al G7, sin referencias a la Unión Europea. 

En este sentido, creo que es de interés explicar la situación desde el punto de vista político-estratégico, en el contexto de la competición entre las grandes potencias. ¿Qué impacto tiene lo que pudimos observar ayer en el mundo de hoy? ¿Y en el de mañana?  

Estamos asistiendo a un cambio de las estructuras de poder en el mundo. Y está siendo mucho más vertiginoso de lo que podíamos haber aventurado en 2014, momento en que muchos autores piensan que asistimos al final del momento unipolar (1989-2014) en el que Estados Unidos y sus aliados acaparan la mayor parte del poder mundial. Marcamos precisamente ese 2014, ya que es el momento en el que EEUU amenaza a Siria con intervenir en su territorio y, sin embargo, no se atreve a hacerlo, mediando la instalación de armas antiaéreas rusas en ese país. Amenazar y no cumplir equivale a debilidad. 

El desenlace de esta última década en la región nos muestra un Irán más fortalecido, que ha sido capaz de capitalizar los errores occidentales en Irak y en Siria, y que se ha beneficiado de algo que Andrew Smith desarrolla en su artículo, la plausible deniability, que consiste en utilizar actores proxy para llevar a cabo operaciones, pudiendo posteriormente negar el vínculo entre ambos. Una estrategia que solamente funciona contra un actor como el occidental, que necesita pruebas y funciona de manera cartesiana. Las relaciones internacionales no son un juicio ante la Audiencia Nacional, sino que se basan solamente en el poder, en un mundo anárquico y peligroso. Algunos actores occidentales, como España, lamentablemente, aún no se dan por enterados.

El asunto de la atribución de las operaciones hostiles ha sido durante mucho tiempo el tema más importante de la presencia occidental en Irak, y una de las razones de la salida poco ordenada del citado territorio. Alguien atacaba las bases con cohetes, pero no se podía determinar a través de pruebas que pudieran llevarse ante instancias administrativas, qué grupos eran, quién les financiaba y cuál era su responsabilidad. El ataque del día 13 de abril cambia esa realidad e Irán se atreve a lanzar un ataque en abierto. Si bien lo hace contra Israel, que nunca ha necesitado tener un documento con ribete, sello y firma para poder actuar y devolver la pelota a la cancha del contrario. Sin embargo, esta actuación puede evidenciar un cambio de la percepción que Irán tiene sobre la competición entre las grandes potencias y la situación del reparto del poder en el mundo.

Si Irán no había hecho ese movimiento con anterioridad, que pudiera capitalizar la oposición del mundo musulmán hacia la guerra en Gaza, es porque temía que Estados Unidos pudiera actuar contra ellos e iniciar un conflicto abierto. La disuasión clásica.

Sin embargo, Estados Unidos está apoyando a Israel, dejándole hacer en Gaza tras el 7 de octubre de 2023, lo que permite que la República Popular China y la Federación Rusa puedan cuestionar la narrativa occidental de un mundo regulado por normas, que son iguales para todos, y sobre las que exige su cumplimiento. En un contexto internacional liberal que está dando sus últimos coletazos, y que se enfrenta al grandísimo reto de las elecciones en Estados Unidos del 5 de noviembre de 2024, que vienen cargadas de incertidumbre para Occidente y de oportunidades para el resto. 

Así, desempolvando los manuales de Huntington, podemos ir divisando la oportunidad que surge para China y para Rusia de alinear parte importante del mundo arabo-musulmán en contra de Occidente, con la causa palestina como cimentación, y con la oposición de muchos a la presencia y la actitud de Israel en la zona. Es, en ese sentido, muy ilustrativo el cambio de actitud de Rusia frente a Israel en una relación bilateral que ha merecido muchos libros de relaciones internacionales desde la época soviética.

La relación de Estados Unidos e Israel también ha merecido mucha atención y lo seguirá haciendo, en ese proceso de tratar de mantener ambos barcos a flote. Cabe tener en cuenta que Oriente Medio es cada vez menos relevante para un actor también cada vez menos importante en el escenario global, y que sufre amenazas internas como la tensión de su modelo político, social, cultural y económico, de difícil resolución. Para muestra, en el año 2021, 106.699 personas fueron oficialmente registradas como muertas por sobredosis de drogas, según datos del Gobierno de EEUU. Una de las características de la clase obrera en EEUU era su alto nivel de vida. Buenos sueldos y consumo muy asequible. Es cada vez menos cierto, y se percibe fácilmente con el impacto que tiene en las estructuras del país, en las que, en los últimos años, han tenido dificultades para llenar las vacantes que existen en las estructuras de sus fuerzas armadas. Inaudito.

Implicaciones para España

En ese contexto, resulta de vital importancia reflexionar sobre las implicaciones que tiene para España ese cambio de la realidad internacional y las novedades en el contexto de la competición entre las grandes potencias.

La asunción generalizada en España es que la Unión Europea tiene una política exterior común y que es un actor estratégico internacional. Es una base errónea para entender las dinámicas de relaciones internacionales y el asunto de Israel-Palestina es uno de los que más evidencia esta situación. Así, el Gobierno de España está haciendo una serie de movimientos internacionales para reconocer a Palestina como Estado, mientras que otros están mostrando un apoyo claro a Israel, como se pudo demostrar el día 13 con la interceptación de algunos cohetes por parte de medios militares franceses. 

El cambio que estamos viviendo a nivel internacional debería servirle a España para analizar la situación global y la nacional y tratar de buscar su interés nacional con una idea clara de quién es y quién quiere ser en el mundo. En este sentido, muchas veces en las Ciencias Sociales utilizamos el símil del mundo animal para poder explicar diversas situaciones. En mi opinión, hay bastantes similitudes entre un rebaño de ovejas y la realidad internacional. La lucha por el poder y la hegemonía. La constante medición del poder de los carneros entre sí en el momento en el que creen –a veces de manera errónea– que ha llegado su momento. Y aciertan, y dominan o se equivocan y lo pagan con una cornada. 

España es un carnero de tamaño mediano, que no tiene ninguna posibilidad de ser el carnero dominante, pero que -intuyo- tiene bastante interés en sobrevivir. En un contexto de multipolaridad en la que hay varios que van a medir sus cuernos en la batalla, la actitud más racional sería encontrar el pienso y llenar la panza, utilizando el rabillo del ojo para no perder detalle, mientras los demás se pelean, y muscular para disuadir a otros actores de tamaño medio de emprender luchas que podrían acabar mal para ellos. Esconderse más de una vez debajo de la mesa si la cosa no va con nosotros y enfocarnos en el arte de la supervivencia, que es siempre la condición necesaria para todo lo demás. Rezando para que el momento multipolar no se alargue mucho, porque es verdaderamente peligroso. Nos lo podrán recordar los iraquíes que en el año 2002 y bajo la presidencia de Rais Saddam sufrieron tres atentados terroristas, frente a los 3.934 de 2014. Cuanto antes nos avisen de quién manda, mejor.  

Por el momento, sin embargo, estamos fomentando la otra afición de las ovejas, la de seguir ciegamente a la que lleva el cencerro, que cada vez se encuentra más en esa situación del «estar» que en la del «llevar». Y es, pues, ciertamente peor seguir a la que está como un cencerro que a la que lleva el cencerro. Pues en el primer caso somos unos suicidas y, en el segundo, simplemente hacemos bandwagoning o seguidismo de otro.

España ha renunciado, de facto, a tener una política exterior propia, con la excepción, quizás, del reconocimiento de Palestina como Estado. Haciendo suya una supuesta política exterior de la Unión Europea que no existe, lo que nos obliga a estar siempre preocupados por reaccionar en vez de prever. Con un ordenamiento jurídico y una estructura política que no nos permite hacer frente a los retos de nuestro tiempo, permanentemente disfuncional e ideologizada en un paradigma liberal que ya casi nadie comparte. En este sentido, nuestras élites han normalizado que sea siempre mejor repetir lo que dice otro antes de tener que callar debido a la inexistencia de posición nacional. Mientras los académicos de relaciones internacionales en la República Popular China debaten si ese país debiese tener una postura internacional pública sobre todos los temas internacionales, nosotros ya sabemos la respuesta: lo que diga la Unión Europea. Aunque cada instancia diga cosas divergentes y las cambie a menudo. No importa. Cartel de seguidista encima de la mesa y adelante. No parece, quizás, la mejor receta para convertirse en un actor internacional. ¿Origen? Nuestra inseguridad fruto de nuestro pasado dictatorial y, más allá, nuestra percepción del mundo propia de haber sido alguien que ya no quiere pagar el precio de volver a serlo. Y rodeada de unos amigos que tienen claro quién manda y quién quieren que mande. Y hacen muy bien. Conocen la receta. Nosotros no. 

¿Única opción de futuro? Desideologizar la universidad, asegurarnos de que la que debería ser una élite universitaria tenga pensamiento crítico, revisar los cimientos de lo que nos tomamos como dogma, construir un Estado desde unas estructuras muy dañadas, permitiendo que exista/vuelva la ilusión y observar un mundo en el que ya no hay tantas máscaras y que está dominado por la fuerza, por el poder y caracterizado por la anarquía constante. Lo ideal sería intentarlo pronto, antes de que tengamos que reconstruirlo todo. ¿Lo conseguiremos? 

Andrés de Castro es analista del Centro de Seguridad Internacional de la Universidad Francisco de Vitoria.

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