THE OBJECTIVE
Enfoque global

El incierto futuro de Hamás

Tras siete meses de guerra, ambos bandos están pagando un precio muy caro por no dar por concluida la opción militar

El incierto futuro de Hamás

Ilustración de Alejandra Svriz.

El 28 de abril una delegación de Hamás se encamino hacia el Cairo desde Doha para responder a la última oferta de un alto al fuego de Israel antes de que inicie la ofensiva final sobre la ciudad de Rafah, último bastión bajo el control de Hamás en su antiguo feudo de Gaza. La alternativa a un acuerdo sería comenzar la fase final de la presumible total ocupación militar por el Tsahal de la franja de Gaza y el conflicto entraría en un nuevo punto de inflexión en el cual el futuro de Hamás como uno de los actores principales en el contencioso israelí-palestino sería, por decir algo, incierto.     

Tras casi siete meses de guerra, ambos bandos están pagando un precio muy caro por no dar por concluida la opción militar para lograr sus objetivos. Desde hace meses las presiones internas y externas sobre el primer ministro israelí Benjamin ‘Bibi’ Netanyahu y el líder de la milicia Hamás Yahya Sinwar son intensas y para ambos líderes la falta de resultados concretos sobre el terreno de sus decisiones empiezan a amenazar su propia supervivencia como tales; 

  • Por una parte, Israel, con más de 1.400 civiles israelíes muertos, casi 600 soldados y unos 230 rehenes que todavía permanecen secuestrados ha sufrido el ataque más mortífero desde su fundación en 1948. Este mazazo a su estrategia de seguridad total reflejada en su doctrina de Muro de Hierro inspirada en el ideólogo Jabotinsky está siendo seriamente cuestionada por primera vez desde los días del proceso de paz en Oslo hace tres décadas y todas las fracciones de la sociedad de Israel reclama soluciones a sus líderes. 
  • Por otra parte, Hamás, con unos 13.000 combatientes abatidos, su infraestructura demolida con la destrucción física de un 80-85% de la franja de Gaza, más de 35.000 civiles de ‘su’ población palestina muertos, unos 70.000 heridos, 1,6 millones de desplazados y un apoyo tibio de sus aliados tradicionales, Irán y Qatar, se enfrenta a un reto transformativo o quizás existencial en toda regla si se produce la final ofensiva sobre Rafah.

Hoy en día la situación para Hamás y su líder Sinwar es extremadamente complicada, posiblemente la más complicada desde su fundación en la primera Intifada en 1987 y unas perspectivas a largo plazo poco halagüeñas. 

Vayamos por partes, desde el 2006 y durante más de 17 años la base territorial geográfica de su poder era la franja de Gaza. Desde 1987 y tras dos décadas en la clandestinidad, finalmente ganaron las elecciones a Fatah en Gaza y Hamás se afianzo como representante de los casi dos millones de palestinos residentes en ella. Fue entonces cuando Hamás paso de ser un movimiento revolucionario armado paramilitar con su estrategia de «provocación terrorista acción-reacción contra Israel» a transformarse en un poder político que, sin renunciar a su «estrategia militar frente a Israel», administraba una parte sustancial de los territorios palestinos. 

El control de Gaza era para Hamás la base de su estrategia para enfrentarse y presionar a Israel y reclamar su legitimidad como representante de la causa palestina frente una Autoridad Palestina gobernada por una desprestigiada Fatah que mediante sus acuerdos y pactos con Israel había traicionado los «derechos históricos y legítimos del pueblo palestino». Con la pérdida territorial de Gaza esa base ha desaparecido.  

La pregunta es: ¿cómo se adaptará o transformará Hamás ante esta nueva realidad? Hay indicaciones de que este debate ya se está produciendo dentro del seno del grupo, lo que sugiere que un Hamás tras la incipiente ofensiva sobre Rafah, es decir un Hamás ‘post-Gaza’, tendrá muchas dificultades en permanecer cohesionado y sobrevivir tal y como lo conocemos. Lo más probable es que se fraccione y se divida como tantos otros grupos similares a lo largo de la historia que un día decidieron cambiar su estrategia de guerra no convencional asimétrica, que tan buenos resultados les daban, a enfrentarse directamente a su enemigo en una guerra convencional que claramente no podían ganar.

Como todo grupo revolucionario militante con un componente central armado dominante, Hamás sufre de divisiones internas con facciones, tendencias y alas políticas distintas. El cemento o paraguas ideológico que los mantiene cohesionados y unidos al amplio abanico que compone Hamás es su idea general de un futuro Estado Islámico Palestino soberano y liberado de la ocupación de Israel en el territorio de Palestina (sin definir, cuál en particular, ¿El vilayato otomano? ¿El Mandato de la Sociedad de Naciones? ¿La partición de la ONU?

«El contencioso principal entre las facciones militar y política es sobre la manera y el procedimiento para alcanzar sus objetivos políticos»

Esa cohesión y disciplina se debilita en cuanto a los detalles del proceso político y/o militar a seguir para conseguir este objetivo y si eso implica la desaparición del Estado de Israel o no. 

En estos momentos el ala más dura es la facción armada de las Brigadas Izz ad-Din al Qassam con base en Gaza y responsable de la estrategia militar de Hamás bajo el mando de su comandante Sinwar, que nominalmente también es el líder del ala política que permanece en la franja. Estas Brigadas apuestan por continuar la confrontación directa con Israel pues creen que estos combates fortalecen la legitimidad de Hamás a ojos de los palestinos y fuerzan a Israel a desplegar y ejecutar ofensivas militares que por su alto coste colateral en víctimas civiles y destrucción de infraestructuras favorecen la causa de Hamás y pone el foco en Israel como el agresor y refleja a los palestinos como víctimas a ojos de la comunidad internacional.

Luego ésta el ala política de Hamás, la mayor parte con base en Doha, Qatar y una delegación en El Cairo, Egipto. Esta es la imagen pública de Hamás en el exterior y su brazo negociador y diplomático. Bajo su influencia Hamás ha modificado en 2017 su carta fundacional de 1987 que rechazaba la «existencia de Israel» con un lenguaje más ambiguo en el que se «consideraría un posible reconocimiento de una autoridad israelí» como parte de un Estado Palestino (sin definir). Esta modificación se hizo con la protesta y objeción de la facción militar al Qassam, que se mantiene en «reemplazar a Israel con un Estado Islamista Palestino».

Esa falta de consenso sobre la Carta Fundacional de Hamás es un reflejo de las divisiones dentro de la organización. El contencioso principal entre las facciones militar y política es sobre la manera y el procedimiento para alcanzar sus objetivos políticos. El debate se centra sobre si la confrontación violenta con Israel debería llevarse hasta sus últimas consecuencias y la destrucción del Estado judío. Esta es la tesis preferida por la facción militar. O, por otra parte, la posición del ala política que apuesta por ser «más flexibles» y seguir el ejemplo de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) y conseguir sus objetivos con una estrategia multidimensional, es decir, militar, diplomática y política. La tesis preferida por el ala de Hamás en Doha.

El ataque de Hamás el pasado 7 de octubre de 2023 indico que la facción militar Qassam ganó ese debate. Desde hace meses el ala política de Hamás en Doha ha indicado que no estaba informada del ataque y su planificación y que solo el comandante Sinwar y los grupos participantes estaban al tanto de las operaciones a ejecutar. Si esto es cierto, indica dos cosas; una, el aspecto de la seguridad de la operación. Es decir, que la decisión de mantener la decisión a un grupo reducido sin contar con el ala política en Doha se debe al temor de filtraciones y de la poca confianza de la facción de Hamás en Gaza de la lealtad de sus compañeros de Doha, y dos, la dimensión política. Compartir esta decisión hubiera creado una confrontación entre facciones en el cual «los políticos de Doha» se hubieran opuesto a empezar una guerra cuyo resultado final sería, con casi total certeza, la pérdida del único territorio palestino bajo su control. Su argumento tradicional es, «si nuestro objetivo es liberar toda Palestina el perder Gaza no nos acerca a ese objetivo, ¿por qué arriesgarse a perderlo todo?».

La fracción militar por su parte argumenta que la franja de Gaza y su geografía no son tan vitales como los objetivos globales de Hamás y su legitimidad en la región de Oriente Medio. Así las Brigadas Qassam y su líder Sinwar están implementando el modelo estratégico revolucionario tradicional. Es decir, mediante el ejercicio de la violencia provocar un golpe de efecto al sistema imperante y causar la mayor desestabilización de este para causar su colapso y así destrozar el orden que bloquea a Hamás obtener sus objetivos estratégicos. Así pues, el objetivo de los ataques del 7 de octubre no era proteger a Gaza. Más bien todo lo contrario: provocar el mayor caos posible para provocar una respuesta militar israelí que por su venganza y dimensión devastadora a su vez provocara un rechazo y aislamiento global de Israel y a su vez el sufrimiento del pueblo palestino garantizara nuevos adeptos y voluntarios para Hamás que reemplazaran las bajas de la operación y su guerra posterior.

Hasta ahora parece que la estrategia de la facción militar de Hamás les ésta dando algunos resultados a corto plazo pero la incipiente ofensiva a Rafah puede dar al traste con la estrategia que motivo el ataque del 7 de octubre. Primero, para que tenga éxito la guerra de Hamás tiene que extenderse en la región y hacer mucho más daño a Israel para provocar otras «reacciones desmesuradas» de Israel en el Líbano y en la ribera Occidental del rio Jordán que no se han producido. A su vez, a pesar de un intercambio puntual entre Irán e Israel y algún incidente en el Mar Rojo el conflicto ésta contenido en la franja de Gaza. Más aún, a pesar del apoyo de la población palestina de Gaza a Hamás, su enfoque en la guerra con Israel y su pérdida del control físico del territorio empieza a tener costes políticos al empezar a surgir críticas de la población sobre la culpa de Hamás de traer la devastación y el sufrimiento a la población a cambio de nada. El ejemplo de Gaza también provoca recelo en la población palestina de la ribera occidental del río Jordán y el Líbano sobre la utilidad de un alzamiento violento en sus territorios.

«Lo más probable es que Hamás no desaparezca del todo, sino que se transforme en un actor secundario todavía letal pero de menor amenaza estructural»

Este estancamiento y posible fracaso de la estrategia de la facción militar Qassam y el líder Sinwar está causando una reacción de la facción política en Doha para conseguir réditos políticos ante una derrota militar siguiendo una vía diplomática y de negociación que garantizara la supervivencia de Hamás como líder del pueblo palestino y su integración en un proceso de paz tras cerrar este ciclo violento en el contencioso Israel-Palestina.

Su prioridad es llegar a un acuerdo en El Cairo de alto al fuego con intercambio de rehenes por prisioneros y el comienzo de la normalización de la franja y su reconstrucción. Hamás tendría que hacer concesiones e integrarse en un proyecto con Fatah y la Autoridad Palestina de difícil encaje, pero la alternativa es quedarse al margen del proceso postconflicto tras una derrota militar y volver a su época de ostracismo y marginación como entre 1987 y el 2006. Este escenario tiene una duración limitada mientras el ala política de Hamás sea útil a la comunidad internacional para parar la guerra. Después ya es de poca utilidad.

Otra dificultad de este escenario es la oposición frontal del ala militar de Hamás y su principal aliado la República Islámica de Irán que ven el conflicto Israel-Palestina como una herramienta política y diplomática para avanzar sus intereses en la región. Además, el peso de Irán aumentará en el escenario post-bélico de Gaza al tener Hamás que trasladar sus bases al Líbano y a Siria. Ambos feudos iraníes que aumentarán su control de Hamás al depender aún más del brazo exterior de Teherán, los Quds o Guardia Revolucionaria y «su eje de resistencia». 

Así pues, el futuro de Hamás es verdaderamente incierto y complicado. Lo que es muy probable o casi seguro es que al igual que otros grupos similares, como en el caso de Al Qaeda después de la invasión de Afganistán en 2001, o Dáesh después de su derrota en Siria e Irak en 2017, Hamás no desaparecerá del todo, sino que se transformará en un actor secundario todavía letal pero de menor amenaza estructural, pero con un alto potencial como desestabilizador al servicio de una potencia revisionista, en este caso Irán. Lo más probable es que se fraccionará según los intereses de cada ala y tendencia marcada por la actual división militar-política y sufra menor autonomía al tener mayor dependencia al servicio directo de su anfitrión. Veremos pues un Hamás o varios debilitados, pues al no controlar un terreno ni ejercer funciones administrativas volverá a sus orígenes de lucha armada y raíces terroristas con ambiciones más humildes al tener que poner el foco en objetivos tácticos y limitados más que en una proyección estratégica y regional.

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