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Máxima incertidumbre en Venezuela

Crece el temor a que Maduro no acepte su derrota electoral el 28-J, haya un fraude masivo o un desenlace violento

Máxima incertidumbre en Venezuela

Ilustración de Alejandra Svriz.

A medida que se acerca el 28 de julio, aumenta la incertidumbre en torno a lo que pueda pasar en Venezuela en los días y semanas posteriores. De ahí que se intensifiquen las denuncias cruzadas en torno a los planes para subvertir el proceso. Al mismo tiempo, no cesa, de hecho, se ha intensificado la represión a los opositores y no para de crecer el temor a un desenlace violento, al menos según los mensajes del Gobierno respecto a lo que llaman la extrema derecha y el nazismo, que son prácticamente todos menos ellos.

Las del 28 de julio son unas elecciones bastante atípicas. Y lo son porque por primera vez en muchos años unos y otros reconocen que las opciones de la oposición para ganarlas y que Edmundo González Urrutia tiene bastantes papeletas para ser elegido presidente. Sin embargo, para que ello ocurra, el régimen chavista debería estar dispuesto a aceptar el resultado en el caso de una victoria opositora, algo que «por ahora», como diría Hugo Chávez, está muy lejos de ser así.

Otro elemento que hace de estos comicios un evento bastante inusual es la unidad de la oposición en torno a una candidatura común. A diferencia de elecciones anteriores, y salvando la presencia de diversos candidatos testimoniales bendecidos por el Gobierno, algunos de ellos filochavistas, lo cierto es que, tras el triunfo arrollador de María Corina Machado en las primarias, buena parte del espectro opositor, y también de la sociedad se encolumnó detrás suyo. Pero la unidad tiene muchos puntos flojos, así como más de una cuenta pendiente entre los distintos grupos y personalidades que la impulsan. El problema más importante puede surgir a partir de las reacciones posteriores al 28 de julio, tanto en el caso de que haya que formar gobierno como en el de reaccionar de forma más o menos contundente y cohesionada frente a un fraude generalizado.

No se olvide que el traspaso de poder recién será el 10 de enero de 2025 y que en esos casi seis meses de interregno, en el muy hipotético caso de que el Gobierno de Maduro admita su derrota electoral, cualquier cosa puede ocurrir. Incluso las reacciones más impensadas, como vaciar de contenido y de presupuesto a la presidencia. Téngase en cuenta que el chavismo seguirá controlando el Parlamento, la Fuerza Armada y la policía, la justicia electoral y la Corte Suprema. Por eso, ante alguna salida de este tipo, la unidad de la oposición en torno a la necesidad de tener que formar un nuevo gobierno sería más necesaria que nunca.

Con el correr de las horas aumentan los rumores e incluso las noticias sobre una importante recuperación del apoyo al chavismo, acompañados de un discurso oficialista cada vez más virulento y excluyente. Esto puede querer decir dos cosas distintas. Una, que efectivamente esto es así y que Maduro estaría volviendo a recibir el respaldo popular que otrora acompañó a Hugo Chávez. Pero la otra es más preocupante y abre la puerta a un fraude masivo cometido por el poder. Esto sería posible solo si el resultado fuera muy ajustado y la victoria opositora no sea acompañada de una masiva movilización social. Pero la mayoría de las encuestas y las imágenes reproducidas en los medios muestran un importante hartazgo popular en relación con las propuestas del chavismo y su gestión de gobierno.

«El Gobierno chavista puede aún suspender las elecciones, ilegalizar la candidatura opositora o desconocer el resultado»

En realidad, el Gobierno tiene a mano diversos mecanismos para desoír el veredicto de las urnas. El primero, bastante complicado dada la cada vez mayor proximidad al 28, sería desconvocar o suspender las elecciones, alegando algún motivo de interés general o de un potencial peligro del orden público. El segundo, ilegalizar la candidatura de Edmundo González o la de la Plataforma Unitaria Democrática (PUD), y el tercero desconocer el resultado electoral para simultáneamente reivindicar el triunfo inobjetable e indiscutible del «hijo de Chávez».

Desde el mismo Gobierno se está creando un clima favorable para impulsar este tipo de respuestas rupturistas. Maduro habló de «la furia bolivariana» y de que «si la derecha engañara a la población… podría haber un baño de sangre y una guerra civil porque este pueblo no se dejará quitar la patria ni los derechos sociales». En el léxico chavista decir que la oposición quiere engañar a la población prácticamente equivale a decir que ésta tiene la pretensión absurda de querer ganar las elecciones. Por su parte, Diosdado Cabello, una de las figuras más emblemáticas del chavismo, afirmó en su programa televisivo Con el mazo dando, que «el 28-J no hay manera, no hay forma que la derecha pueda ganar».

Simultáneamente, tanto Maduro como Cabello y otros altos dirigentes del gubernamental Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) alertan de que la paz interior está en peligro y de que ellos son los únicos y mejores garantes de la convivencia social. Así, Cabello volvió a insistir en que: «Ya basta de odio, señores de la extrema derecha; basta de estupidez política, Venezuela quiere vivir en paz». En este contexto y cualquiera que sea el desenlace de la jornada del domingo 28, la mejor noticia que podría llegar de Venezuela sería que se han sentado las bases para comenzar una negociación seria, con un firme compromiso por ambas partes, de iniciar la transición hacia la democracia en Venezuela. Dada la gran distancia que separa al gobierno y a la oposición, al chavismo y al antichavismo, no se trata de una tarea sencilla.

Entre ellos no hay ninguna confianza, ni existen puentes ni mecanismos de ningún tipo para iniciar un diálogo en esa dirección. Los precedentes de otras negociaciones previas, incluso con respaldo o mediación internacional, siempre han fracasado, generalmente porque el Gobierno venezolano ha desconocido los compromisos previamente asumidos.

«Si el pueblo venezolano ve cómo se le hurta su decisión, su gran frustración podría dar lugar a un período de inestabilidad»

Tanto Gustavo Petro como Luiz Inácio Lula da Silva se han manifestado a favor de un acuerdo entre las partes y del reconocimiento del resultado electoral, con garantías tanto para los ganadores como para los perdedores. De no ocurrir algo así, las repercusiones en el resto de América Latina, especialmente en América del Sur, serían muy serias. Si el pueblo venezolano, movilizado, ve como se le hurta el sentido de su decisión, su gran frustración podría dar lugar a un período de inestabilidad y movilizaciones sociales. De ocurrir algo así no sería improbable un recrudecimiento de la emigración venezolana, incrementando considerablemente el número de los ya ocho millones de personas que han salido del país.

En este contexto, la capacidad de Maduro y del chavismo por condicionar el futuro de Venezuela es muy superior a la de la oposición, por más que ésta cuente con un fuerte respaldo popular. Edmundo González, el candidato de la PUD, respaldado por María Corina Machado, señaló que está dispuesto a iniciar el diálogo con quien sea más allá de los insultos del poder. Pero eso requiere, básicamente, respetar el resultado electoral, precisamente una de las grandes cosas que estará en juego en la jornada del 28 de julio.

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