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Cómo se sale de una dictadura: los precedentes de Venezuela

Maduro endurecerá el régimen si la oposición no triunfa en dos meses: la clave será el control del Ejército

Cómo se sale de una dictadura: los precedentes de Venezuela

El presidente venezolano, Nicolás Maduro. | Agencias

El camino hacia la libertad de Venezuela sigue siendo incierto, a pesar de los esfuerzos de la oposición y la creciente presión internacional. A lo largo de los años, el régimen de Nicolás Maduro ha establecido un poder cada vez más férreo, aunque algunos expertos sugieren que el momento actual plantea una ventana de oportunidad para un cambio, aunque esta posibilidad podría esfumarse a partir de septiembre, cuando se espera que el tirano endurezca aun más su control.

En la historia reciente existen numerosos ejemplos de países que han dejado un sistema autoritario para abrazar la democracia, aunque también se han dado casos en dirección opuesta. Por lo general, la transición hacia un modelo democrático viene propiciado por al menos uno de los siguientes cuatro elementos: insurrección popular, golpe militar, intervención extranjera o negociación. Ello implica que se puede cambiar de régimen de forma pacífica, como ocurrió en Sudáfrica; en otras ocasiones, interviene el Ejército, aunque no siempre su participación deriva en un escenario de enfrentamiento violento.

Uno de los ejemplos recientes es el de Sudán (2019), donde el presidente Omar al-Bashir fue derrocado tras meses de protestas masivas. La presión popular y la intervención del Ejército llevaron a su destitución y a la formación de un gobierno de transición. También ocurrió en Guinea (2021), donde el presidente Alpha Condé fue derrocado por un golpe militar liderado por el coronel Mamady Doumbouya. Las fuerzas armadas justificaron el golpe por la corrupción y la mala gestión del gobierno.

Golpes africanos y Primavera Árabe

Otros dos casos recientes en África fueron Malí (2020), con la salida del presidente Ibrahim Boubacar Keïta tras un golpe militar y meses de protestas populares; y Níger (2023), cuya guardia presidencial derrocó al líder Mohamed Bazoum. Este continente puede llegar a vivir una veintena de golpes de Estado por década, sin que ello resulte en la tendencia de democratización que sí está protagonizando América Latina. El norte de África y Oriente Medio fueron en la década pasada escenario de las revueltas de la Primavera Árabe, movimiento que consiguió echar a numerosos dictadores, aunque en la mayoría de casos se ha observado una regresión tras avances iniciales en la línea de la democratización.

En el caso de Túnez (2011), las protestas masivas y pacíficas contra el régimen de Zine El Abidine Ben Ali resultaron en su huida del país y el establecimiento de un gobierno democrático. Inspirados por Túnez, los egipcios se levantaron contra el régimen de Hosni Mubarak, que renunció después de 30 años en el poder. En Libia, la intervención militar de la OTAN, junto con las revueltas populares, resultó en la caída y muerte de Muammar Gaddafi.

De Armenia a Myanmar

En Maldivas, las protestas y la presión internacional llevaron en 2008 a la renuncia del presidente Maumoon Abdul Gayoom y a la celebración de unas elecciones democráticas. Diez años más tarde, Armenia contemplaba la renuncia del primer ministro Serzh Sargsián tras una fuerte presión popular. Otro ejemplo es el de Bután, que en las últimas dos décadas ha vivido una democratización por la voluntad del monarca de estabilizar el país, un proceso que retrata la recién estrenada película El monje y el rifle.

En Asia Oriental, destaca el caso de Myanmar (Birmania), que protagonizó en 2015 unas elecciones tras décadas de dictadura militar. Aung San Suu Kyi, premio Nobel de la paz, fue liberada de su arresto domiciliario y pasó al Gobierno, aunque muchos de sus premios y reconocimientos fueron retirados posteriormente por su negativa a condenar el genocidio de los rohingyas y a la falta de libertad de expresión. De hecho, según el economista Daron Acemoglu, el mayor peligro de las revoluciones contra un régimen es que suelen resultar en un cambio de gobernantes sin que se observe una mejora en el funcionamiento de las instituciones, pues se tiende a ocupar el vacío de poder en un sistema ya establecido.

Machado moviliza con su carisma

Rogelio Núñez, historiador e investigador del Instituto Elcano, destaca la relevancia del contexto latinoamericano en el que se inserta Venezuela. «Latinoamérica es la región más emergente, abundan las democracias con sus problemas», explica a THE OBJECTIVE. Núñez señala que, aunque la región enfrenta desafíos económicos y de seguridad, algunas democracias han demostrado resiliencia mientras otras, como Nicaragua, han sucumbido al autoritarismo. «En los últimos años, hemos visto el progreso de la fuerza de esas democracias, mientras que otras han muerto, como en el caso de Nicaragua», añade.

El caso de Venezuela es particular, con una oposición históricamente débil y fragmentada que, sin embargo, ha mostrado signos de unidad y movilización recientemente. «La oposición está más unida con un liderazgo que es un fenómeno político», asegura Núñez, refiriéndose a la figura de María Corina Machado. Este nuevo liderazgo, con un carisma sin precedentes desde Hugo Chávez y más poder de movilización que Nicolás Maduro podría ser crucial en la coyuntura actual, caracterizada por una presión internacional más activa y un descontento popular creciente.

Dos meses para derrotar a Maduro

Xavier Torrens, politólogo y sociólogo, enfatiza la importancia del papel militar en cualquier transición. «Si la oposición política gana, debe ser en unas pocas semanas porque las protestas sociales no durarán meses», afirma Torrens, subrayando que el apoyo o la neutralidad de una parte significativa del ejército será decisivo. «La clave es si una parte del Ejército cambia de actitud», puntualiza, advirtiendo que, si el pueblo no consigue un cambio en agosto o, como tarde, septiembre, el régimen rápidamente adoptará medidas para endurecerse y transicionar de un «sistema autoritario competitivo» a una «dictadura tradicional», mismo proceso en que se encuentra inmersa Turquía.

La situación económica es otro factor crítico que influye en la estabilidad del régimen. Núñez destaca el estancamiento económico prolongado como una de las causas fundamentales del descontento social. «Latinoamérica necesita crecer por encima del 4,5%, pero esto no ocurre desde 2012″, señala, explicando que este bajo crecimiento ha exacerbado la pobreza y la desigualdad, minando así la legitimidad de los gobiernos.

En manos del Ejército

Torrens también considera la posibilidad de una transición que incluya a miembros del régimen actual para evitar un colapso violento. «Otra posibilidad sería que la oposición adoptara una estrategia inteligente, como hizo Nelson Mandela en Sudáfrica, no expulsando a quienes han gobernado bajo un sistema autoritario, sino incorporándolos al máximo posible», sugiere, refiriéndose a una salida negociada que podría incluir garantías para los actores del régimen. Sin embargo, la represión y la vigilancia ejercida por el régimen complican el camino de la república caribeña hacia su libertad.

Finalmente, ambos expertos coinciden en que la situación en Venezuela está en un momento crítico. «El intento de golpe de Estado en Brasil por simpatizantes de Bolsonaro, inspirado en el asalto al Capitolio de Washington, fue frustrado», señala Torrens, ejemplificando cómo, a pesar de las amenazas autoritarias, la democracia puede prevalecer. En el caso venezolano, la combinación de presión internacional, descontento social y posibles divisiones dentro del Ejército podría ser clave para un cambio. «Veremos si hay división entre los militares», concluye Torrens.

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