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Enfoque global

El giro estratégico de Zelenski

La incursión en territorio ruso por parte de las FFAA ucranianas puede terminar de decidir el destino del conflicto

El giro estratégico de Zelenski

El presidente ucraniano, Volodímir Zelenski. | Ukraine Presidency (Zuma Press)

Desde la invasión de Ucrania el 24 de febrero 2022 por parte de la Federación Rusa, los Estados Unidos y la OTAN han insistido y declarado repetidamente que sus objetivos estratégicos son tres: 

  • 1. Ayudar a Ucrania a defender su territorio y asegurar su supervivencia como nación soberana independiente; 
  • 2. Que no gane Putin, subrayando el principio de que la agresión no de réditos en las relaciones internacionales; y 
  • 3. Evitar una Tercera Guerra Mundial en un enfrentamiento directo con la Federación Rusa que puedan escalar a armas no convencionales. Es decir, evitar una guerra nuclear.  

Con el ataque a territorio de la Federación Rusa por parte de ocho brigadas ucranianas el pasado 6 de agosto en el «Oblast de Kursk», la rimbombante «Ofensiva de Kursk» —sin duda un intencionado juego de palabras con uno de los mitos de la historia militar soviética aludiendo a la mayor derrota de los nazis en la batalla de la bolsa de Kursk en 1943, cuando el Ejército Rojo rompió el espinazo de la máquina militar de Hitler—, Kiev no solo ha cruzado la frontera rusa y conquistado unos 1.400-1.600km cuadrados de territorio ruso —casi igual al territorio cedido a Rusia en el Dombás desde octubre de 2023—, sino que Zelenski ha dado un giro estratégico a la guerra con Rusia. Quizás su apuesta más audaz desde aquel gélido febrero de 2022 cuando rehusó las ofertas de exilio de sus aliados occidentales y decidió resistir con sus soldados. 

Además, con esta acción sorpresa, Zelenski ha cruzado intencionadamente las líneas rojas impuestas por sus aliados en Washington y Bruselas con una política de hechos consumados, dictando la agenda a sus aliados y obligando a estos a enfrentarse a un nuevo escenario estratégico lleno de incertidumbres, ambigüedades y decisiones muy complicadas que hubieran deseado evitar a toda costa. Todo un golpe de mano. Todas las fuentes indican que, por primera vez desde el comienzo de la guerra, Kiev no informó adecuadamente de sus intenciones a sus aliados, y estos se quedaron tan sorprendidos como Moscú de la ofensiva operativa del ejercito ucraniano en territorio ruso. Un giro de tuerca astuto y arriesgado.  

Así pues, Zelenski inaugura una nueva dinámica de actuar primero y dar explicaciones después —similar, y quizás inspirado, a las del primer ministro de Israel Benjamín Netanyahu en la guerra en Oriente Medio— que aspira a forzar la máxima implicación de sus socios en el conflicto antes de que los tres factores determinantes para su país en la campaña 2024-2025 le dicten el narrativa a seguir más que ser él su propio guionista:

1. Las elecciones del 5 de noviembre en EEUU. 

2. La llegada del barro en el otoño en la llanura euro-asiática.

3. El agotamiento de la sociedad e infraestructura ucraniana ante una correlación de fuerzas negativa imperante que les forzara a dos opciones insatisfactorias, la mesa de negociación o a la rendición.

Cambio de narrativa 

La invasión de Kursk por parte de Ucrania demuestra la volatilidad de la guerra, y cuestiona y desmorona muchas de las certezas, predicciones, lecciones y cálculos tácticos y estratégicos del conflicto hasta la fecha. 

  • La primera lección cuestionada es que en esta primera guerra inter-estatal en Europa desde 1945 se daba por hecho que la defensa de imponía a la ofensiva y los números al final se impondrían en un desgaste similar al de la Gran Guerra 1914-18, y que tarde o temprano se impondría el «Rodillo del Goliath ruso» ante el «David ucraniano» y la partición o derrota de Kiev era cuestión de tiempo.
  • La segunda es que el factor sorpresa, ante la saturación de información e inteligencia sobre los teatros de operaciones, estaba descartado como factor determinante del curso de la guerra, y solo se podía aspirar a avances marginales con superioridad numérica o de calidad de material. Las tácticas operativas eran conservadoras repetitivas e ineficaces siguiendo la tradicional sabiduría militar de que «los generales siempre luchan la guerra en curso como la anterior», o el más popular «cuando uno no sabe qué hacer, hace lo que sabe». Su objetivo no es ganar ni buscar la acción decisiva, sino resistir y esperar a la providencia o a algún factor externo que cambien la dinámica del conflicto.

¿Disuasión nuclear?

  • La tercera y, en mi opinión, la más crucial, pues cuestiona la credibilidad de los fundamentos de la disuasión nuclear, es que la hasta ahora certeza de que una potencia nuclear no puede perder una guerra convencional ni permitir que su territorio sea invadido por una potencia no nuclear ha sido seriamente cuestionada y posiblemente dinamitada. 

Desde el 6 de agosto, la credibilidad de la disuasión nuclear rusa ha quedado estructuralmente cuestionada y seriamente debilitada. Un precedente muy inquietante, pues la disuasión nuclear, es decir, el pilar de la geoestrategia moderna desde 1945, parece que comienza a desmoronarse. Ahora las potencias nucleares ven que su estrategia de disuasión es cuestionada, debilitada y, al fin y al cabo, poco creíble. Si la Federación Rusa, la potencia nuclear con el mayor arsenal del planeta, de unas 4,000 cabezas, no puede disuadir a la pequeña Ucrania de invadir su territorio, ¿qué impide a otro Estado hacer lo mismo? 

Estados mayores y estrategas estarán buscando soluciones a este golpe al tablero estratégico, y el panorama no es halagador. A su vez, los diplomáticos en sus cancillerías se estarán haciendo la pregunta: ¿Cómo van potencias como Francia, Israel, India, Paquistán, Corea del Norte, Reino Unido, la misma China o los EEUU a disuadir a posibles agresores en el futuro? ¿Se ha dinamitado el tabu a las armas nucleares? A su vez, las potencias no nucleares como Irán, Corea del Sur, Vietnam, Taiwán o la misma Ucrania podrían empezar a hacer cálculos muy arriesgados —e incluso irresponsables— en sus contenciosos con sus vecinos y/o rivales y se preguntarán: si Ucrania pudo, ¿por qué nosotros no podemos también?

Nueva evolución de la guerra

Mientras tanto, la acción de Kiev en Kursk tiene unos impactos inmediatos y a medio plazo sobre la evolución de la guerra, la reacción del régimen ruso y la diplomacia del conflicto.    

Tras casi un mes la operación ésta todavía en marcha y su evolución depende de los objetivos finales de Kiev —todavía no precisados— y las reacciones de sus aliados ante la prolongación de una situación anómala que puede evolucionar de tres maneras;

  • La invasión ucraniana continúa y se extiende por más territorio del oblast de Kursk, y comienza a amenazar rutas logísticas de Moscu e infraestructura esencial de la Federación Rusa, llegando a conquistar entre 5.000 y 10.000 km cuadrados y a controlar a entre 500.000 y un millón de civiles rusos, estableciendo una autoridad de ocupación. De facto, imitando lo que hacen los rusos en las cuatro provincias ocupadas al este de Ucrania. 

Este escenario es improbable, pues el 6 de agosto Kiev uso ocho a diez de sus mejores Brigadas –algunas fuentes confirman la presencia de la 82 Brigada aerotransportada, la elite del Fuerzas Armadas ucranianas– y su carencia de efectivos de apoyo y reservas les pondrían en una situación de alto riesgo y su posible aniquilamiento. Además, ucrania carece de recursos para administrar una provincia rusa y ejercer una ocupación efectiva.

  • La ofensiva ucraniana se frena, y Kiev declara que todos sus objetivos han sido cumplidos con la ocupación presente de unos 1.400-1.600 Km2. Ahora el «frente oriental» incluye territorio ruso. Así pues, comienza a cavar trincheras, reemplaza unidades de elite por regulares, y establece trenes logísticos para mantener la tensión y tratar de aliviar la presión rusa en otros sectores del frente. A su vez, si consiguen mantener lo conquistado y consolidarse en territorio ruso hasta un posible alto al fuego o armisticio, podrían obtener activos, territorios, prisioneros de guerra y comunidades civiles para que sus negociadores los canjeen en unas futuras rondas diplomáticas. 

Es el escenario más probable si los ucranianos aguantan hasta que llegue el barro en tres o cuatro semanas. 

  • Ante una contraofensiva rusa para envolver y aniquilar la bolsa en Kursk, los ucranianos se retiran ordenadamente tras una pequeña demostración de resistencia. La narrativa de Kiev sería que obedecen y hacen una concesión a sus aliados de la OTAN, y a la vez les recriminan que no se les suministre en material adecuado para resistir y avanzar, y por eso están obligados a volver a Ucrania. Un potente chantaje político y emocional, que consolida a Zelenski ante su pueblo y carga sobre sus aliados la retirada de Kursk, la posible retirada de otros sectores del frente, y hasta una posible derrota a medio plazo en 2025. La pregunta es: ¿están Zelenski y su régimen ya estableciendo su estrategia para gestionar una posible negociación futura del conflicto? Y una cuestión adicional: ¿está Kiev reduciendo la capacidad de maniobra y opciones de la OTAN a un escenario binario de o todo o nada? Un dilema para este otoño convulso electoralmente para EEUU, la OTAN y la UE: o entran en el conflicto, o asumen la responsabilidad de un acuerdo insatisfactorio a la coreana o una derrota en toda regla.

Este es el escenario más voluble, y depende esencialmente de la virulencia de la respuesta rusa en las próximas semanas. Es bastante probable que sea el ‘Plan B’ del gobierno de Kiev ante un panorama complicado en los 64 días que quedan para elegir nuevo presidente en EEUU. Esperemos que la impaciencia no aumente el número de decisiones de alto riesgo por parte de ambos contendientes.

Una ironía y una paradoja

Finalmente, para la Federación Rusa, la actual ofensiva ucraniana en Kursk revela sus contradicciones inherentes en su narrativa del conflicto desde el principio de la operación especial. Y así, en este agosto de 2024, la aldea global es testigo de una posiblemente llamada «justicia poética», y una paradoja definitoria de la naturaleza del régimen de Vladimir Putin. 

La ironía o «justicia poética» para el presidente ruso es que llegó al poder en 1999 tras una guerra en Chechenia cuyo objetivo era restaurar la soberanía rusa sobre todo su territorio. Desde entonces, las marcas de su presidencia y de su régimen han sido la fortaleza y la integridad del territorio de la Federación Rusa, así como la protección de sus intereses nacionales y compatriotas. Tras un cuarto de siglo en el poder, Putin está al mando de un régimen que, una vez más, ha perdido el control sobre parte de su territorio y no puede proteger a sus compatriotas dentro de él.

La paradoja definitoria es que Vladimir Putin, quien repetidamente a utiliza un lenguaje amenazante y dramático sobre una posible escalada del conflicto en Ucrania, no lo ha hecho ante la invasión de su territorio en Kursk. Putin, el mismo que justificó su operación especial en febrero de 2022, argumentando que «Ucrania amenaza con destruir la unidad y la cohesión de la Federación Rusa y su sociedad», califica los eventos como «mera incursión» o «problema menor» —pues quizás se vea ahora incapaz de inspirar a su opinión pública sobre «la amenaza a su integridad territorial»— y observa una inactividad difícil de explicar. ¿Estará Putin perdiendo la confianza de sus élites y de su pueblo? 

La invasión de Kursk trae la guerra a la conversación y a la realidad rusa justamente lo que el Kremlin quiso y quiere evitar. Ahora la guerra ya está en casa, y esto conlleva preguntas complicadas de contestar para un presidente obsesionado con la historia de su país. El modelo al que quería emular era su adorado Stalin, pero cada vez se parece más al desafortunado Nikita Khruschev.

Analista de seguridad del Centro para el Bien Común Global de la Universidad Francisco de Vitoria

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